Karina Abregú es una sobreviviente. Por ahora. El 1 de enero de 2014 su ex marido la roció con alcohol y la prendió fuego. Para apagarse, la mujer se tiró al agua. Estuvo cinco meses internada, pero su cuerpo tiene la evidencia de la atrocidad: el 55% aún conserva quemaduras, a pesar de haberse sometido a 30 operaciones distintas. Pero su calvario no termina.
El agresor, su ex marido, llamado Gustavo Albornoz, permaneció preso apenas 33 días, a pesar de que su ataque se encuadra como “tentativa de homicidio agravado por el vínculo”. Hoy camina libre por la calle. Y acecha.
El pasado 25 de octubre, Karina fue a votar, como todos los argentinos. Al salir -acompañada de un familiar- la mujer vio venir un auto de vidrios polarizados. El coche se le acercó cada vez más hasta rozarla. Ella cayó para atrás y se le abrió una herida de una operación reciente. Cuando realizó la denuncia, ampliaron la perimetral a Albornoz: de 300 metros la subieron a 1.000 metros, y establecieron una custodia dinámica para el domicilio de Merlo, donde vivía Karina, y la casa de Tortuguitas, donde está hospedada junto a su hermana. Consigna policial permanente.
Anoche, alrededor de las 20, Albornoz fue visto por los vecinos en la casa de Karina Abregú en Merlo. Miraba por la venta, pero su ex mujer no estaba. Un vecino lo divisó, lo reconoció y le gritó. El hombre huyó del lugar. Justo en el momento en que el agresor fue a la casa, la custodia no estaba presente en el lugar.
“Mi hermana vive presa en mi casa con mucho miedo y este tipo está libre a pesar de las causas que tiene. Es muy difícil”, se queja Carolina Abregú, la hermana, quien aloja a Karina en su casa. “Tenemos custodia fija en las dos casas, pero parece que no alcanza. Este hombre tiene que estar preso”.