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El drama de Bauti, el niño mendocino: "Abu, mató a todos, estoy escondido en el baúl"

Es uno de los cuatro hijos de Claudia Lorena Arias, la joven que ayer fue asesinada por su pareja. El nene vio cómo el papá de su hermanita menor mataba a su madre, su tía, abuela y atacaba a sus otros hermanitos. Fue quien alertó a las autoridades.

24 Octubre de 2016 06:24
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“Abu, llamá a cinco ambulancias. Daniel mató a todos, estoy escondido en el baúl”. Esas fueron las palabras con las que Bautista, de ocho años, alertó a su abuela paterna, Mirta, sobre el brutal baño de sangre que había tenido lugar en su casa del barrio Trapiche de Godoy Cruz, Mendoza. Llevaba cinco horas escondido en el baúl de su tía asesinada junto a su perrito, “Coco”, a quien pudo rescatar mientras escapaba del brutal ataque.

El femicida junto a Claudia y tres de sus hijos, los entrenaba en el club.

Nadie escuchó nada. No había puertas forzadas. De hecho, todos dormían cuando en la madrugada del domingo, Daniel Gonzalo Zalazar (30) tocó el timbre de la casa en la que vivía su “pareja informal”, Claudia, y la hija de ambos, Mía (10 meses), a quien nunca quiso reconocer ante la Justicia. "No era habitual, no tenían contacto. Se mandaban mensajes nada más, pero él le había dicho que le iba a llevar leche para la beba. No entiendo cómo mi hermana no se dio cuenta de que algo raro había, pero en ese momento, ¿qué vas a pensar?", analizó Paula, hermana de Claudia.

Lucas, su hermana mayor, Claudia, la beba de diez meses y Bautista en la playa.

Claudia le abrió la puerta. Por más que el médico oriundo de Río Gallegos (para conocer el perfil del karateca femicida, hacé click acá) se había negado a darle su apellido a la beba, la relación entre ambos prosiguió. “No era formal. Él era de mantener relaciones relajadas, pero nos había hablado de ella”, confiaron a BigBang desde el entorno de Zalazar, todavía sorprendido por el crimen.

Sólo ella y su asesino saben lo que sucedió en el comedor de la modesta casa y qué fue lo que desencadenó la brutal masacre en la que también perderían la vida la tía de Claudia, Marta Susana Ortiz (45) y su abuela, Silda Vicenta Díaz (90). Sin embargo, la fiscalía sostiene que la negativa de Zalazar a reconocer a su hija y los correspondientes reclamos de la mujer en materia de cuota alimentaria podrían haber sido el móvil que explique el triple femicidio.

Silda Vicenta Díaz, la abuela de Claudia: tenía 90 años y estaba postrada en su cama por un problema de cadera.

En los últimos días, el médico sureño le habría pedido a Claudia un examen de ADN para confirmar su paternidad. Creía, según trascendió, que la mujer le podría haber sido infiel y ya era la última carta que le quedaba para seguir esquivando los pedidos que comenzaron ni bien la joven se enteró de que estaba embarazada.

Pero Paula desestimó esta teoría. "Él no quería saber nada con la criatura, no la quería a la beba. No la quería ni siquiera ver. Pero mi hermana nunca le pidió nada. Él le pasaba un poco de plata por mes y nada más. 'Tuve a tres hijos y pude sola, es una más', me dijo mi hermana cuando quedó embarazada. No entiendo por qué hizo lo que hizo, si nadie le estaba pidiendo nada".

Claudia junto a sus cuatro hijos. Dos se salvaron del ataque y dos están en grave estado.

"Estábamos hablando todos re bien y de golpe se volvió loco y empezó a matar a todos", fueron las pocas palabras de Bauti sobre la fatídica noche. "Me escapé al patio y salió a buscarme con una linterna", sumó el pequeño, que permaneció más de cinco horas encerrado en el baúl. "Cuando este hombre volvió a entrar a la casa, mi sobrino corrió y se escondió en el auto. Los asesinatos fueron a las tres de la mañana", sumó su tía, Paula.

Los gritos despertaron a Marta Susana, a quien los niños de la casa llamaban cariñosamente “Tuti”. Ella les pidió que se quedaran en el cuarto y fue de inmediato al comedor a rescatar a su sobrina. Pero era tarde: Claudia se estaba desangrando en el piso del pasillo que comunicaba la cocina con los dormitorios, Zalazar la había apuñalado en el cuello con un cuchillo y un cuello de botella.

El homicida había publicado una foto con los hijos de Claudia hace un año y medio: "Con los peques".

El dramático cuadro dejó helada a Susana quien, según las primeras pesquisas, habría recibido un fuerte golpe en el rostro que la dejó inconsciente. Zalazar, experto en artes marciales, hizo uso de su entrenamiento para reducir a las víctimas quienes, pese a la poca resistencia que pudieron oponer, lograron lastimarle uno de los tendones de sus manos. Sería esa herida la que, cinco horas después, lo haría caer.

El femicida tiene 30 años, es médico recibido y oriundo de Río Gallegos.

Tras el brutal ataque a la mujer de 45 años, el karateca siguió con su maquiavélico plan. Su objetivo era eliminar uno por uno a todos los testigos del crimen. Su siguiente víctima fue la mujer de 90 años, quien se encontraba postrada en la cama del dormitorio que compartía con su hija, debido a que la habían operado hacía pocas semanas de la cadera. No se podía mover, pero Zalazar no tuvo clemencia: también la apuñaló.

Claudia y su tía trabajaban en la empresa Aguas Mendocinas (AYSAM).

Bauti” ya había logrado escapar, pero todavía en la vivienda se encontraban su bisabuela, su hermanita y su hermano, Lucas (11). Su hermana mayor, de 13 años, no había dormido esa noche en su casa. Los investigadores todavía no tienen claro en qué momento el karateca agredió a Mía y a Lucas, quienes permanecen internados y en grave estado. A la beba la hirió en el cuello y al pequeño lo apuñaló en el torax y en el abdomen.

Zalazar en su celda de la Comisaría Séptima de Godoy Cruz / Gentileza: MendozaPost.

Los rastros de sangre que dejó en las paredes de la casa advierten que Zalazar buscó de modo desesperado a Bautista. Sabía que se encontraba en la casa, pero, al no poder encontrarlo, encendió una hornalla y dejó una vela prendida. Eso serviría para eliminar cualquier rastro que pudiera incriminarlo y para rematar al último de los testigos.

Marta Susana, la tía de Claudia, la segunda víctima del "karateca".

Todavía en el baúl, el nene de ocho años logró comunicarse con su abuela, quien de inmediato dio aviso a la Policía. El barrio seguía

durmiendo, nadie escuchó nada y todos los vecinos se enteraron de lo que había ocurrido recién cuando salieron a barrer las veredas y vieron los móviles policiales en el lugar.

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