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El oscuro manual del prófugo perfecto: fugas, escondites, tiros y protección

El escape de los Lanatta generó un interrogante: ¿cómo hacen los delincuentes para mantenerse prófugos? Los secretos del Gordo Valor, la clandestinidad de la Garza Sosa y por qué creen que las mujeres deben estar lejos.

por Rodolfo Palacios

05 Enero de 2016 03:26
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No dormir más de noches seguidas en el mismo lugar. Cambiar de aspecto. No ostentar. No hacer llamadas. Tener protección. No confiar en casi nadie. No estar cerca de la familia. En el hampa no hay leyes escritas, pero esas sentencias podrían ser usadas si algún día se escribiera el manual del prófugo perfecto.  A nueve días de la escandalosa fuga de los hermanos Cristian y Martín Lanatta y Víctor Schillaci, cabe hacerse una pregunta: ¿cómo hace un delincuente para mantenerse prófugo cuando es buscado por más de 700 policías?

Los hermanos Lanatta llevan, junto a Víctor Schillaci, nueve días prófugos.

“Sin plata es difícil mantenerse oculto, diría que es casi imposible”, dice un ladrón veterano que llegó a estar en la clandestinidad unos tres meses. “Me había teñido y engordé para cambiar el aspecto. Estaba en un aguantadero y tenía mucha mosca para comprar voluntades, y tenía dos armas, eso es fundamental. El mayor peligro es que te quieran boletear y hacer pasar como un enfrentamiento”, agrega.

“Me había teñido y engordé. Tenía mucha mosca para comprar voluntades

La fuga de los sicarios del triple crimen parece caótica, sin plan elaborado. Eso cree Luis Mario Vitette Sellanes, uno de los ladrones del banco Río de Acassuso que estuvo detenido en la cárcel de Alvear, de donde se fugaron los delincuentes el sábado 26 de diciembre. “Creo que lo hicieron a pulmón”, dice Vitette.

Luis Mario Vitette Sellanes, uno de los ladrones del banco Río: “Creo que (la fuga de los Lanatta) la hicieron a pulmón”.

BigBang habló con delincuentes que en algún momento de sus vidas estuvieron prófugos. Revelan cómo se vive en la clandestinidad.

El enigma Lohrman

Uno de los casos más paradigmáticos es el de José “El Ruso” Lohrman, que hasta la fuga de los tres asesinos del triple crimen era el delincuente más buscado. Asesino, ladrón y secuestrador, Lohrman escapó hace más de diez años y nunca se supo más nada de él. “Tiene protección política y policial. Se cree que pagó un millón de dólares para que dejaran de buscarlo”, dijo una fuente judicial a BigBang. Casualmente, la Policía lo encontró en 2007 en un campo de Chascomús, cerca de donde los Lanatta y Schillaci atacaron a balazos a dos policías. Pero aunque resulte inverosímil, Lohrman escapó a caballo.

El temible y misterioso Lohrman: lo encontraron en Chascomús y escapó a caballo.

 “La clave para todo prófugo es tener identidades falsas, moverse todo el tiempo, no confiar en nadie, no llamar a la familia ni gastar demasiado”, confiesa Julián Zalloechevarría, un viejo ladrón que ha llegado a tirotearse con la Policía en medio de una huida.

Los tres fugados que conmueven al país: Schillaci y los hermanos Lanatta. 

Los secretos del Gordo Valor

En los años noventa, el Gordo Valor se convirtió en un mito de la delincuencia y en el enemigo público número uno de la Policía. El grueso prontuario AP 389822 lo identifica como Luis Alberto Valor González, de 63 años. El ex líder de la superbanda que asaltó más de cincuenta camiones blindados y bancos en las décadas del '80 y '90 podría escribir un manual del perfecto prófugo.

Después de la famosa fuga de Devoto, en 1991, Valor estuvo prófugo 244 días. En esa época necesitó de la ayuda de sus amigos. No dormía más de dos noches seguidas en un mismo lugar, no hablaba por teléfono y se cortaba el pelo él mismo para no ir a la peluquería. Fue el hombre más buscado del país.

Valor y su esposa Nancy, en la cárcel de Campana, donde sigue detenido.

La madrugada del 18 de mayo de 1995, Valor y su esposa Nancy dormían en una pieza de un templo umbanda de Villa Lugano, cuando más de sesenta policías irrumpieron a las patadas, encabezados por el Chorizo Mario Rodríguez, referente de la llamada Maldita Policía:

-Gorda de mierda, no se te ocurra abrir la boca -le advirtió a la mai umbanda que escondía a los Valor.

-Me voy a entregar. ¿Me vas a matar? -le preguntó el Gordo mientras se levantaba de la cama.

-No te voy a matar, Luisito, le respondió Rodríguez. Después lloró de la emoción. Tenía en sus manos al pez gordo.

El Gordo Valor lleva preso más de 15 años. Lo encontraron en un templo umbanda.

El arte de ser invisible

“Sé cuál es el olor de la muerte. Es más, la sentí. Me pasó por las narices. Una vez, un balazo me volteó feo. Estaba en un auto. A diferencia de Sueiro, no vi el túnel ni la luz. Era todo negro. Una bala y ¡pum! Fue un día malo. Las viví todas. Tuve para dormir en la habitación más cara del Sheraton y terminé durmiendo en un fitito abajo del puente”. Con esa frase, La Garza Hugo Sosa Aguirre, otro de los pesos pesados de la superbanda, simboliza lo que significa estar fuera de la Ley, con más de cien policías buscándolo vivo o muerto.

“Tuve para dormir en la habitación más cara del Sheraton y terminé durmiendo en un fitito

“La clave para haberme mantenido prófugo fue no ostentar y no confiar en casi nadie”, dice La Garza, que está libre desde hace diez años y no volvió a robar.

La Garza Sosa pudo reinsertarse en la sociedad: lleva 10 años en libertad.

 

Mujeres, lo más lejos posible

Una de las reglas no escritas de todo prófugo es no relacionarse con ninguna mujer. “No sólo porque pueden delatarte”, aclara uno de los miembros de la banda del robo del siglo. Hay delincuentes que fueron recapturados porque llamaron o visitaron a sus hijos o sus esposas. Un ejemplo es Daniel “El Tractorcito” Cabrera, experto en fugas, que fue detenido cuando caminaba con su esposa y si hijo.  

La Garza Sosa fue un experto en fugas. Se escapó cinco veces.

Hasta ahora, la fuga de los Lanatta y Schillaci sólo genera más interrogantes que certezas. Hace unos días parecían estar cercados por más de 700 policías. Pero hoy están inhallables. Como si se los hubiese tragado la tierra.

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