“Estaba vivo cuando recibió el segundo disparo”. Esa fue la conclusión del médico forense que realizó la autopsia de Fernando Pastorizzo, sólo tres horas después de que Nahir Galarza lo asesinara en la madrugada del 29 de diciembre en Gualeguaychú. El informe es una de las pruebas que más complican la situación procesal de la única imputada por el asesinato que conmocionó al país.
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La autopsia se realizó a las ocho y media de la mañana de aquel 29. La madre de Fernando, Silvia, se había enterado sólo treinta minutos antes que su hijo había muerto. Nahir, todavía fuera de la investigación, aseguró que dormía en su casa. Comenzaba así el ciclo de pericias que, seis meses después, se convirtieron en pruebas clave del expediente.
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“La herida que produjo la muerte inmediata fue la originada desde atrás (el primer disparo), la cual perforó el pulmón”, indicó en su declaración el médico. “El segundo disparo fue a la altura del esternón, un centímetro arriba del otro disparo que ingresó por la espalda. Ambos proyectiles ingresaron y salieron del cuerpo de Fernando”, sumó.
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La mayoría de los peritajes realizados ponen en jaque la declaración de Nahir. En principio, una de las pesquisas realizadas por un perito accidentológico en la escena del crimen confirmó que la moto se encontraba “a muy baja velocidad, menos de 12 kilómetros por hora o directamente detenida” cuando se produjo el primer disparo, que fue a quemarropa y por la espalda.
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La incorporación del informe coincidió con el segundo cambio en el relato de Nahir. En el mismo, la imputada aseguró que el disparo se produjo de modo accidental porque Fernando iba a tanta velocidad que perdió el control de la moto en una curva. “Cuando llegamos a la calle de la casa de mi abuela, iba tan rápido que cuando dobló perdió el control de la moto. En ese momento él agarra la moto con las dos manos y cuando me agarré de él le saqué la pistola. En ese momento que frena de golpe sentí la primera explosión y nos caímos los dos al costado”.
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En su última declaración, Nahir no habló de velocidad, ni de explosiones. “Venía manejando con una sola mano. La moto se empezó a tambalear y tuvo que agarrarla con las dos manos. En ese momento me agarré de él y le saqué el arma. Se la saqué solamente. Nos caímos los dos para el costado. Enseguida, cuando me alcanzo a levantar de nuevo, quedé aturdida. Esos fueron los dos disparos”.
Pese a las contradicciones en los relatos de la imputada, en especial en lo que respecta a la intencionalidad de los disparos, el peritaje balístico, realizado por el técnico Lázaro Javier Azcué, es contundente: no hay posibilidad de que el segundo balazo haya sido accidental. “Hay un 50-50 por ciento de chances de que el primer disparo haya sido accidental”, reconoció el especialista, aunque fue categórico al hablar del segundo.
“El tirador se acercó no más de 50 centímetros de la víctima para el disparo, necesariamente se agachó. Si uno no está preparado para disparar, el arma se le escapa de la mano. Un disparo de esta pistola genera 50 kilos de fuerza, el tirador soporta apenas 20 kilos, se prepara mentalmente para disparar otra vez si es que lo hace. El estruendo de un primer disparo es shockeante. La posibilidad de que un segundo disparo sea accidental disminuye drásticamente”, sumó.