La llegada a juicio oral de Daniel Lagostena por el femicidio de su pareja Erica Soriano tiene como particularidad el hecho de que el acusado se sentará en el banquillo sin que el cuerpo de la joven se haya encontrado.
Daniel Lagostena llega a juicio por el femicidio de su pareja, Erica Soriano.
Y si bien los antecedentes similares son pocos en la historia judicial reciente argentina, varias condenas resonantes se han logrado sin el hallazgo del cuerpo de la víctima. Aquí, un repaso alrededor de tres casos célebres.
Miguel Bru
No sólo fue un asesinato sin cuerpo, sino también un paradigmático caso de accionar criminal de la policía en democracia. Hostigado permanentemente por la Policía luego de ser denunciar un allanamiento ilegal del cual fue víctima junto a un grupo de amigos, Miguel Bru desapareció el 17 de agosto de 1993.
Bru tenía 23 años cuando desapareció.
Estudiante de periodismo y comunicación social, el joven fue visto por última vez por su madre, Rosa Schönfeld, el día anterior. La mujer peregrinó por distintas comisarías buscando ayuda, pero nunca quisieron tomarle la denuncia.
Un testigo, Horacio Suazo, reveló haber visto a Bru golpeado y torturado por policías en la Comisaría 9° de La Plata. Poco después, Suazo también sería asesinado en un operativo con pruebas sembradas.
Fue recién en 1995 cuando, finalmente, el sargento Justo López fue apresado en relación con el caso. Un año después, se agregaron las detenciones del subcomisario Walter Abrigo, el comisario Juan Domingo Ojeda, y los efectivos Jorge Gorosito y Ramón Cerecetto.
En el juicio posterior, Ojeda fue condenado a dos años de prisión y terminaría cumpliendo sólo ocho meses. Abrigo y López recibirían sendas cadenas perpetuas por ser responsables directos de la muerte. Ceresetto, finalmente, fue sentenciado a dos años por la adulteración del libro de guardia.
Rosa, madre de Bru, aún lucha por encontrar su cuerpo.
Sin embargo, nunca revelaron donde está el cuerpo de Miguel, pero Rosa no se rindió. El año pasado, se encadenó a la puerta de una fiscalía para pedir la recusación de Fernando Cartasegna, encargado de la búsqueda.
Annagreth Würgler
Desde Suiza, Würgler había llegado junto a su novio Mathias Villiger para encarar un recorrido por Argentina. Sin embargo, terminaron separándose y ella siguió viaje en soledad.
La suiza Annagreth Würgler encontró su destino fatal en La Rioja.
El 27 de agosto de 2004 llegó a Patquía, en La Rioja, y desde allí continuó hacia el parque nacional Talampaya. En su periplo, entró en contacto con Alcides Cuevas, propietario de un hostería en la zona, y con su empleado Miguel Narváez.
La desaparición de Annagreth fue alertada por Villiger, quien luego de tres semanas sin recibir noticias de la joven de 28 años comenzó a iniciar gestiones para buscarla.
Según determinó la reconstrucción judicial posterior, Narváez dejó solos a Cuevas y Würgler en la noche del 29 de agosto, y el hotelero la asesinó en "circunstancias y lugar que no se lograron precisar".
El testimonio del empleado de la hostería, acusado como "partícipe necesario" del crimen y eventualmente absuelto, fue clave ya que sostuvo que su jefe le había dicho "no la vas a ver nunca más en tu vida, ella ya no existe".
Y más allá de que los esfuerzos para hallar el cuerpo de Annagreth fueron infructuosos, Cuevas finalmente fue condenado a 18 años de prisión. En octubre del año pasado, recibió la libertad condicional.
Miguel "el Gaucho" Vera
La historia de vida de Miguel Alfredo Vera era ciertamente cinematográfica. Luego de luchar en los montes tucumanos como miembro del Ejército Revolucionario del Pueblo en los años '70, vivía en la localidad cordobesa de Monte Negro y se había ganado una reputación de bebedor y mujeriego.
Miguel Vera, víctima de una rencilla familiar.
Allí, se dedicaba a tareas rurales y su figura, de boina, barba y cabellos rebeldes, le ganó el sobrenombre de "El Gaucho". Con su hermano, Egidio, llevaba una relación complicada que se quebraría de manera fatal.
La última vez que se vio a Vera vivo fue el 8 de abril de 2001. Poco antes, se había enterado de que su hermano era testigo en una causa que se le había abierto por usurpación.
Todo indicaba que había sido Egidio el responsable de la desaparición pero nadie podía probarlo. La pareja del "Gaucho", Victoria Cervantes Rey, se dedicó a luchar por el esclarecimiento del hecho y recién en el 2010 vio satisfecha su búsqueda con la elevación a juicio de la causa.
Dos años después, Egidio Vera fue condenado a 12 años de prisión por matar a su hermano. Fue él quien terminó quebrándose y confesando el crimen, aunque se negó a revelar qué hizo con el cadáver.