Catalina Gutiérrez tenía 21 años, cursaba el secundario en el Colegio 25 de Mayo, estudiaba la carrera de Arquitectura en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), vivía con su familia en el barrio Inaudi, en la zona sur de la ciudad de Córdoba, y fue hallada asesinada en el interior del auto de su madre, un Renault Clio, en el barrio Ampliación Kennedy. La joven tenía en su cuenta de Instagram más de 84 mil seguidores donde mostraba toda su vida: sus viajes a Buenos Aires, Rosario y Brasil, promocionaba fiestas y productos, subía fotos con sus amigos y de su perra Kimba, cantaba remixes de reggaetón, y compartía diversos platos de comida.
La muerte de la joven generó gran conmoción en Córdoba, sobre todo horas después de que uno de los amigos de Cata, Néstor Soto, confesara el crimen ante la Policía cordobesa. La misma no está provista de validez y deberá repetirse en su indagatoria. "Nunca en mi vida se me ocurrió que iba a pasar por este momento", dijo visiblemente destrozado Marcelo Gutiérrez, el padre de la joven de 21 años y un reconocido arquitecto de Córdoba.
Según contó, había regresado a su casa del trabajo cuando le comunicaron que su hija había desaparecido. Eran las 22 horas del miércoles y su Catalina había dejado de responder sus mensajes. Tampoco contestaba los llamados de sus amigos y familiares, lo que generó gran preocupación. Lo único que se sabía de la joven influencer era que le había pedido prestado el auto a su mamá para ir al Patio Olmosque, donde se iba a encontrar con sus amigas para jugar al bowling.
Cata nunca más volvió y su familia, lógicamente, comenzó a asustarse. Además de su amigos, allí la esperaba también su novio, quien fue la última persona en tener contacto con ella. De hecho, el joven fue el primero en darse cuenta que algo estaba ocurriendo y alertó a sus suegros sobre la inactividad de Catalina. "Mi amor, voy para allá, saca turno rápido para jugar directamente al bowling en el Patio Olmos. Voy para allá", fue el último mensaje que envió la influencer antes de desaparecer.
Gutiérrez dialogó con el noticiero de El Doce y aseguró que "jamás se hubiera imaginado vivir una situación como esta". Según aseguró, "algo pasó en el medio" aquella velada que obligó a Cata a desviarse del camino hacia el shopping. Bajo su punto de vista, Soto -el único detenido hasta ahora- se habría comunicado con la víctima para pedirle que lo pase a buscar por su casa y que aprovechó ese momento para atacarla. "Ese chico venía mil veces a mi casa, a comer, a cenar, lo ha invitado mi hija, en algunos momentos en la Facultad como amigos. No podemos entenderlo, el dolor me parte el alma", dijo Marcelo, con mucho dolor.
Los investigadores creen que Soto la golpeó hasta dejarla inconsciente y que luego, trasladó el vehículo hasta una zona descampada para deshacerse del cuerpo. Incluso, intentó incendiar el auto para eliminar las pruebas. "Tengo un dolor, se me parte el alma y no lo entiendo. Lo único que quiero es justicia y que se pudra en la cárcel toda su vida porque no se merece vivir en esta sociedad", sostuvo -angustiado- el papá de la chica. De acuerdo a lo que explicó, Cata fue hallada gracias a la aplicación de rastreo de su iPhone: la última ubicación que arrojaba el GPS del dispositivo la ubicaba en el barrio Ampliación Kennedy.
Según los resultados preliminares de la autopsia, además de ser golpeada, Catalina fue asfixiada por estrangulamiento. De acuerdo con las autoridades, Néstor Soto fue a declarar como un amigo más de la víctima y terminó detenido debido a que se contradijo durante todo su testimonio hasta que, de un momento a otro, reconoció que la mató. "Dijo que era el amor de su vida", detalló una fuente cercana a la investigación en diálogo con El Doce. El fiscal José Mana imputó a Soto por homicidio simple y ordenó su traslado al Establecimiento Penitenciario N° 9, pero en las próximas la acusación se agravaría bajo la carátula de un femicidio.