por Rodolfo Palacios
08 Agosto de 2017 08:25Sugerencia: leer la nota escuchando esta" onclick="window.open(this.href, '', 'resizable=no,status=no,location=no,toolbar=no,menubar=no,fullscreen=no,scrollbars=no,dependent=no'); return false;"> canción.
Invierno de 1954. Como todos los domingos por la tarde, con el boleto de apuestas en la mano, Don Armando Hernández cumple el ritual: se hace paso a los codazos entre los parroquianos amontonados en las tribunas de madera carcomida del hipódromo del pueblo bonaerense Magdala, y levanta a su hija de cuatro años como si fuese un trofeo. La nena, con vestidito floreado y trencitas, mira la hilera de competidores y, antes de que suene la campana de largada, apunta a un caballo con el dedo índice.
-¡Ese papi, gana ése! -grita y se ríe.
Un minuto después, el caballo elegido cruza el disco triunfante. Como premio por el acierto, Don Armando le compra a su hija un paquete de garrapiñadas y una muñeca.
Verano de 1978. “10, 9, 8, 7, 6...”. La cuenta regresiva se interrumpe: hay una falla en el paracaídas. El viento sopla fuerte y la joven de pelo lacio lucha en las alturas con la rienda que se le enreda en el cuello. Tironea y evita asfixiarse en el intento. Está a 80 metros del suelo. Cae a toda velocidad. A los 50 metros consigue zafarse de la cuerda. A los 40 se sujeta de una soga como último recurso y logra atenuar la caída. A los 30 empieza a rezar. A los 25 llora. A los 20 cae en picada y se desmaya. Golpea la cabeza contra una mata de pasto y sólo sufre politraumatismos. La chica se salva. La gente aplaude por el milagro producido en ese ignoto campo de la localidad bonaerense de General Madariaga.
Leonor Hernández, vidente de raza.
Las brujas del bien
Las dos historias marcan dos comienzos. La nena que acertaba el caballo ganador logró más adivinanzas: siempre supo qué le regalaban para su cumpleaños antes de abrir los paquetes y no hubo prueba sorpresa que la sorprendiera; sabía qué temas iban a tomar las maestras y se lo contaba a sus compañeros. Con esos presagios, Leonor Hernández -hoy de 63 años- dio sus primeros pasos en lo que llama el arte de adivinar con la mente. La chica que cayó desde 25 metros, Susana López, ahora tiene 60. Confiesa que gracias al golpe que sufrió al caer del paracaídas empezó a tener visiones y a predecir. Las dos, Leonor y Susana, comparten otro oficio: colaboran en la resolución de casos policiales.
En los Estados Unidos, a las mentalistas que colaboran en la investigación de casos policiales se las llama detectives psíquicas. Algunas trabajan para el FBI, otras asisten a fiscales y forman equipos de forenses mentales. Aseguran que esclarecen crímenes con distintos métodos: sueños reveladores, cartas de tarot, trances profundos o a través de un objeto de la persona secuestrada.
En la Argentina, las videntes no fueron blanqueadas por los investigadores policiales, pero que las hay las hay.
La semana pasada, BigBang reveló que la bruja de Menem, Azucena Agüero Blanch, comenzó a colaborar en la búsqueda de la avioneta que desapareció hace dos semanas en San Fernando.
Azucena, la autoproclamada bruja de Menem.
¿Impostoras o incomprendidas?
“Para mucha gente somos lunáticas. Es que hay varios chantas que se abusan del desesperado. Basta con recorrer Florida y ver los folletos que prometen amarres afectivos, suerte eterna o regreso del amor imposible. Lo mío es serio y no cobro ni un centavo. Vivo con mi sueldo de docente jubilada. Me gusta ayudar a la Policía, aunque ellos nunca lo van a reconocer oficialmente”, dice Leonor Hernández. Tiene la mirada penetrante y sus cejas finas parecen pintadas, como ocurre con la bruja de Menem. Da la sensación de que se esfuerza por mantener ese gesto adusto. En su biblioteca, al lado de una lupa, sobresale el libro Energía, en cuya primera página se lee: “Soy energía. Cierre los ojos y repita esta afirmación. Primero mentalmente; después en voz alta”.
"Para mucha gente, somos lunáticas
Desde el accidente, Susana López no volvió a tirarse de un paracaídas. “Con el golpe se liberó mi sensibilidad psíquica y desde ese momento tuve que hacerme cargo de un don”, anuncia y hace una pausa misteriosa.
-¿En qué consiste ese don?
-Al principio pensé que era algo natural. Soñaba cosas que después pasaban al pie de la letra, me anticipaba al final de todas las películas y siempre tenía noticias de lo que iba a pasar.
-¿Sabe qué ocurrirá en los próximos diez minutos?
-No se confunda. Esto lo tomo en serio como para andar haciendo un show televisivo. No se entra en trance con la facilidad con que uno se pone un par de zapatos. Puedo percibir colores, sensaciones sonoras, táctiles y olfativas. Pero si pudiera adivinar todo, la vida no tendría sentido.
El crimen del fotógrafo José Luis Cabezas causó en 1997 la irrupción de varias videntes que dieron su punto de vista. “Entregué muchos datos que con el tiempo se confirmaron, pero por respeto a la víctima y a su familia no lo puedo revelar”, dice López.
LA VIDENTE LEONOR HERNÁNDEZ
Más allá de que comparten el mismo don, la vidente no tiene el glamour de Alison Dubois, la psíquica interpretada por la bella Patricia Arquette en la serie norteamericana Medium, donde la protagonista sueña crímenes que están por ocurrir o ya se consumaron. Después se los cuenta a la Policía. Así de sencillo.
La serie Medium cuenta la historia de una vidente que resuelve casos.
“El último caso en que intervine, a pedido de la familia de la víctima, la Policía investigaba un suicidio. Soñé que al chico lo mataban de un balazo. Lo vi clarito. Avisé. A los pocos días la autopsia me dio la razón. También hago lectura de manos, telepatía y meditación”, cuenta López.
Veo veo
“A veces la miro fijo y se refleja lo que pasa por mi mente”, dice Leonor Hernández mientras sostiene una bola de cristal que cabe en la palma de su mano. Pero esa no es su herramienta de trabajo, sino un regalo que un amigo le trajo de Cancún. El caso más resonante que necesitó sus servicios fue la misteriosa desaparición en 1985 de Cecilia Giubileo, la médica de 39 años que trabajaba en la colonia Montes de Oca: colaboró con la Policía una vez que la madre de la víctima la autorizó. Cuando recuerda su participación en esa pesquisa, su postura corporal se tensiona, cierra los ojos y habla en presente, como si aquellas visiones volvieran a su mente.
-Es de noche. Veo que la chica entra en una casa. Veo paredes pintadas de blanco. Veo a un hombre que sube una escalera.
Giubileo, desaparecida para siempre.
Después de esa visión fue al lugar de los hechos con el periodista José de Zer, por entonces estrella de Canal 9, y su camarógrafo Chango.
EL INOLVIDABLE JOSÉ DE ZER, PERIODISMO FICCIÓN
“Comprobé que la casa era Montes de Oca. Las paredes eran ocres, aunque raspándolas con un cuchillo descubrimos que eran blancas y habían sido pintadas después de la desaparición. En otro trance veo a una mujer de camisón, a un hombre de traje blanco y a un joven de guardapolvo. Al despertar casi me desmayo. Me dijeron que estuve llorando. Cuando me concentro mi cabeza queda en blanco; es como si no estuviese porque me abstraigo totalmente. El amoroso de De Zer tuvo la delicadeza de no filmarme en ese estado; fue un caballero”.
"Es de noche. Veo que la chica entra en una casa. Veo paredes pintadas de blanco. Veo a un hombre que sube una escalera
Por entonces acertó con el desenlace: “Giubileo no aparecerá nunca más”, vaticinó. También participó en el caso Monzón: vio unas fotos en blanco y negro del ex campeón mundial de boxeo con su esposa Alicia Muñiz y las imágenes le nublaron la vista. “Voy a decirte algo”, anuncia con suspiro teatral, como si estuviese a punto de revelar un secreto.
-Monzón la mató, estaba sacado. En ese balcón, ese día y a esa hora hubiese matado a cualquiera. Pero cuando cayó, la chica estaba viva. Dos juntas médicas llegaron a esa conclusión, pero varios días después de mi vaticinio.
El caso, en los diarios de la época.
El secuestro de Ayerza y las ciencias ocultas
La participación de mentalistas en secuestros y desapariciones no es novedoso. Durante el secuestro de Abel Ayerza, en 1932, los videntes apostaban sobre el paradero de la víctima. Así lo refleja la investigadora del Conicet y profesora de la Universidad de San Andrés, Lila Caimari, en el libro La ley de los profanos: “Astrólogas, mediums y videntes eran rutinariamente convocadas a la cróncia policial de Crítica para apelar a sus dotes de adivinación. La carta astral de los secuestrados, su horóscopo y las más diversas predicciones sobre su localización fueron incorporados a la crónica para deleite de unos y horror de otros”.
En Twin Peaks, el detective Dale Cooper encuentra pistas en sus extraños sueños.
“Cuando la Policía lo dio por muerto, no me resigné y llamé a una vidente. Me dijo que él estaba vivo. Si me hubiesen hecho caso, lo hubiesen encontrado con vida y no con dos balazos en la cabeza”, dice Haydeé Vázquez. Su hijo Cristian, un abogado de Monte Grande, fue secuestrado y asesinado en septiembre de 2007.
“Cuando alguien desaparece nos dan una pertenencia de esa persona para que entremos en trance. Cuando tengo una visión siento que hay un relámpago y oigo el sonido del mar al llegar a la orilla. Ahí empiezo a ver. Así pude descubrir que una chica había sido secuestrada porque la vi con las muñecas lastimadas por las cadenas. Eso lo hacía Sherlock Holmes en sus aventuras: tocaba un objeto de una persona y sabía lo que estaba pasando”, dice Susana López.
Monzón, de campeón mundial de boxeo a "femicida prehistórico".
En 1938, la desaparición de una niña de nueve años, Marta Ofelia Stutz, convocó a rabdomantes, parapsicólogos y videntes que tocaban la ropa de la nena para rastrear su paradero. Una crónica de Alvaro Abós reveló la aparición del astrólogo Lucio Berto, quien predijo que Martita estaba viva. Pero la nena y los culpables nunca aparecieron.
El periodista policial Enrique Sdrech descubrió que en el caso Verónica Cicconi -degollada en 1981 en Mar del Plata- una vidente de Bahía Blanca soñó con los presuntos asesinos. Al final la mujer no aportó nada pese a que los familiares de la víctima creían en las ciencias ocultas o esotéricas.
Martita Stutz tenía nueve años. Desapareció en 1938,
Años más tarde, la producción de Susana Giménez convocó a una mentalista para que buscara en un predio el cuerpo de Fernanda Aguirre, la nena de 13 años desaparecida en 2005. La experiencia fue un fiasco.
Cuando un hecho policial no ofrece ninguna pista y los investigadores están desorientados, aparece en acción la quiromancia.
En Uruguay, cuna de videntes, la Policía lo llama “información subjetiva”. “Todo lo que predije está probado”, dice el montevideano Marcelo Acquistapace mientras muestra una carpeta con sus escritos en verso (así predice) con los recortes de diarios que tiempo después confirmaron su adivinanza. Hay dos opciones: o sus predicciones son reales o imprime diarios falsos para darle forma a la farsa. Con la foto de una víctima, el nombre o una pertenencia, el detective psíquico dice que logra poner su mente en blanco. Las imágenes que le aparecen las dibuja.
SDRECH HABLA CON UN VIDENTE
“Casi no duermo porque la mayoría de mis visiones ocurren de noche. Trabajé en cien casos”, afirma el poeta vidente. Un colega suyo, Walter Mendaro, dice que tuvo el don a los 13 años, cuando lo internaron en un psiquiátrico porque escuchaba voces.
Fernanda Aguirre sigue desaparecida.
Fiel a su vocación docente, Leonor Hernández -cuyo “poder adivino” suele darle satisfacciones en el Casino- asegura que suele ver por los ojos de la víctima y otras veces a través del asesino. “Pero ojo -aclara- vidente se nace, no se hace”.
“Lo que hago tiene un costo emocional fuerte. Una vez observé a una pareja amiga cubierta por un aura oscura. Al otro día murieron en un accidente”, recuerda Susana López. Por su metodología, la medium trabaja cuando la mayoría descansa: apoya la cabeza en la almohada y busca en sus sueños la clave para resolver casos policiales. Dice que sueña en color sepia y a veces las escenas toman la velocidad y el caos de una película de Chaplin. Pero no hay humor ni pasos de comedia; sólo asesinos y víctimas.