29 Agosto de 2016 08:00
Luis Manzanelli murió 286 días antes de que el Tribunal Oral Federal 1 de la provincia de Córdoba le dictara la pena máxima, junto a otros represores como Benjamín Menéndez, por los delitos de lesa humanidad perpetuados en La Perla, uno de los mayores centros clandestinos de la última dictadura militar.
"En algunos momentos pensaba que eso no estaba bien, pero la picana se usaba en casos muy extremos
Murió en noviembre del año pasado, 286 días antes de la sentencia por la mega causa La Perla.
Tenía 77 años y la Justicia lo había beneficiado con la prisión domiciliaria porque padecía una enfermedad terminal. Sobre su espalda pesaba la imputación por 184 homicidios, 308 privaciones ilegítimas de la libertad y 291 imposiciones de tormentos agravadas. Ya había sido condenado en 1987, pero beneficiado con la Ley de Obediencia Debida, a la que definió como "justa".
"No me imaginé estar preso bajo ningún concepto. Pensé en la cobertura que me habían dado las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Que más o menos estableció una Justicia entre dos bandos. Había un Estado en pugna, nadie lo entiende. Se había librado en el país una guerra revolucionaria, como lo entendió el Juicio a las Juntas".
"Si hubiera salido, no estaría acá. Me podrían haber matado. ¿Cómo se castiga una deserción? Yo no maté a nadie
El centro clandestino de detención donde actuaba el macabro personaje.
“En algunos momentos pensaba que eso no estaba bien, pero la picana se usaba en casos muy extremos, pero muy extremos. ¿Usted cree que vivíamos con la picana en la mano? No, no era así. El interrogatorio está en el reglamento de Inteligencia”, reveló en una entrevista antes de morir en un hospital de la capital cordobesa, que fue transmitida luego de la sentencia por el ciclo "Tercera Posición" de Rolando Graña, periodista que la llevó adelante.
"No me imaginé estar preso bajo ningún concepto. Pensé en la cobertura que me habían dado las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Que más o menos estableció una Justicia entre dos bandos
Manzanelli ingresó en 1974 al Comando Libertadores de América, escuadrón conocido como “Grupo Interrogador de Detenidos”. Luego quedó a disposición del Comando de Operaciones especiales de La Perla, en el que no sólo formaba parte de los “interrogatorios”, sino que también se encargaba de “capturar” a sus víctimas.
Menéndez y otros 27 represores fueron condenados a prisión perpetua por los crímenes en La Perla.
“La detención de las personas la hacíamos nosotros. Cuando deteníamos a alguien, lo conducíamos a La Perla”, detalló. Y, aunque dijo haber cuestionado por momentos su accionar, se justificó: “Si hubiera salido, no estaría acá. Me podrían haber matado. ¿Cómo se castiga una deserción? Yo no maté a nadie”.
"Los detenidos podían ser apremiados de distintas formas, pero le puedo asegurar que la picana no era algo de uso comun, de todos los días
Su definición de la descarga de 220 voltios fue, cuanto menos, llamativa. "Para mi una tortura puede ser una conversación también", analizó. "Los detenidos podían ser apremiados de distintas formas, pero le puedo asegurar que la picana no era algo de uso comun, de todos los días".
Tiempo antes de morir, con el avance de la mega causa en curso, el ex suboficial también se había jactado de las torturas como método de obtención de información en una entrevista al diario Clarín. “Los manuales del Ejército de Estados Unidos explican que la mayor fuerte de información es el enemigo. Las Fuerzas Armadas cuando pegan, pegan fuerte, como decía Lanusse: la Patagonia trágica, la Semana trágica, los fusilamientos de junio de 1956”.
Manzanelli también participó en agosto de 1974 de la denominada “Masacre de la Capilla de Rosario”. Con Isabel Martínez de Perón todavía en el poder, el represor presenció el fusilamiento ilegal de 16 miembros del Ejército Revolucionario del Púeblo (ERP) en Catamarca. Los remataron, pese a que se habían rendido tras una operación fallida.
El ex suboficial también participó de la "Masacre de la Capilla de Rosario".
“No se les respetó la vida. Yo también creo que fue una ejecución, pero el Ejército no toma prisioneros”, analizó 40 años después del crimen. “Eran cerca de las 13, del 12 de agosto y se produjo un intercambio corto de disparos y habría provocado algunas bajas entre los guerrilleros, y el resto ante el curso de la acción, optó por levantar los brazos en señal de rendición, pero el tiroteo estaba ya generalizado”, justificó.
"No soy ningún nazi. Tengo muchos amigos judíos. Sí tengo una admiración militar por el ejército alemán
Los sobrevivientes de las garras de La Perla lo recuerdan como un vanidoso, que hablaba en voz baja. Su apodo, “cogote de violín”, era porque no podía levantar el cuello y siempre llevaba la cabeza inclinada hacia la izquierda. “No soy ningún nazi. Tengo muchos amigos judíos. Sí tengo una admiración militar por el ejército alemán”, se jactaba en las audiencias de la mega causa. Una macabra historia.