14 Abril de 2025 13:49

En el oscuro mundo donde convergen las redes sociales, la violencia extrema y la sed de fama, una historia escalofriante emergió desde la ciudad de La Plata. Brandon Joaquín Maldonado, más conocido como Brandon Lee, no solo era un youtuber con más de 80 mil seguidores. Era, según la Justicia, el líder de una banda que secuestraba, torturaba y humillaba hombres mientras transmitía en vivo el horror. Las víctimas eran atraídas a través de redes sociales y apps de citas.
Una vez captados, caían en una trampa sin retorno: departamentos alquilados en Buenos Aires se transformaban en verdaderas salas de tortura, con cámaras encendidas y audiencias digitales sedientas de espectáculo. Allí, entre golpes, gritos y humillaciones, hombres inocentes eran obligados a realizar actos denigrantes mientras eran expuestos como supuestos "pedófilos", en una caza de brujas sin pruebas, sin justicia, sin verdad.
La mecánica era tan siniestra como eficiente. Maldonado se hacía pasar por un menor de edad en chats para atraer adultos. Cuando lograba que uno mordiera el anzuelo, su banda entraba en acción. Una joven, conocida como "La Carnada", concertaba un encuentro. Pero lo que las víctimas creían una cita se convertía en una pesadilla transmitida en vivo, donde eran golpeados, torturados y luego "escrachados" con pruebas manipuladas. Uno de los casos más estremecedores ocurrió en marzo.
Un hombre de 40 años, captado por WhatsApp, llegó al punto de encuentro: un departamento en Avenida Corrientes al 4.300. Al abrir la puerta, la emboscada se activó. Durante más de dos horas, lo golpearon, lo amenazaron y lo humillaron. Con su propio teléfono, lo obligaron a mostrar chats editados que lo incriminaban falsamente. Luego, divulgaron sus contactos personales, provocando un hostigamiento masivo hacia su entorno. Todo, en nombre del contenido viral.
La investigación judicial que estalló a partir de ese hecho reveló una trama aún más siniestra. Muchas de las situaciones que Brandon Lee mostraba como "justicia por mano propia" eran en realidad armadas. Montajes de una crueldad intolerable, disfrazados de activismo digital. El juez Cristian Von Leers y el secretario Rodrigo Lozano llevaron adelante una pesquisa minuciosa: rastrearon vehículos, analizaron señales digitales, cruzaron datos y monitorearon transmisiones.
Finalmente, el 2 de abril, durante otro de sus macabros shows en vivo, la Policía logró dar con ellos. Identificaron la camioneta usada por los atacantes y montaron un operativo de vigilancia. Al salir del departamento, fueron detenidos los cinco integrantes de la banda. Entre ellos, un menor de 17 años. Los cargos que pesan sobre ellos son gravísimos: privación ilegítima de la libertad agravada por violencia, pluralidad de autores y coacción.
Con penas que van de 10 a 25 años de prisión, y agravantes aún mayores por la participación de un menor. Hasta el momento, solo una víctima formalizó la denuncia, pero el contenido publicado -aún disponible en plataformas como Kick- confirma que hubo más. Muchas más. La Justicia ahora intenta recomponer lo que las redes y el morbo destrozaron. Mientras tanto, los expertos advierten que este caso podría ser apenas la punta del iceberg. "Hay una búsqueda patológica de fama y exposición a cualquier costo", aseguró un psicólogo forense y cerró: "Lo que antes era marginal, hoy encuentra una audiencia dispuesta, cómplice, alimentada por el anonimato y el espectáculo".