26 Septiembre de 2016 18:53
Los cuatro vivían a pocas casas de distancia en una zona vulnerable. Sus vidas pasaban por la esquina de 13 y 89, en el barrio platense de Villa Elvira, donde ahora hay un paredón que recuerda a Gustavo, el primero que se suicidó en agosto del año pasado. Cristian, Leandro y Owen siguieron sus pasos.
Todos era varones y se ahorcaron en sus casas. Sólo uno de ellos había terminado la escuela primaria y ninguno tenía trabajo estable. Hacían changas de albañilería. El padre de uno estaba muerto, el de otro estaba preso.
Según una investigación del diario "El Día" de La Plata, en ese contexto de alto riesgo, germinan también las creencias esotéricas; se rinde culto a San la Muerte -una figura pagana de origen guaraní- y se practican oscuros ritos umbandas. Algunos vecinos hablan de pactos entre los chicos “para encontrarse en otra vida”.
Villa Elvira es uno de los barrios más grandes y desiguales de La Plata.
La Iglesia del barrio -donde también tienen mucha influencia los evangelistas- promovió el desmantelamiento de una especie de “santuario” umbanda que se había montado en homenaje a los chicos ahorcados. Era una forma de poner en primer plano los suicidios en serie y se corría el riesgo de que otros adolescentes tuvieran la tentación de imitar a los cuatro amigos que se quitaron la vida.
Adicciones severas, actividades delictivas, tenencia de armas, prostitución de menores, maternidad precoz. Ese es el entramado en el que se inscriben los suicidios adolescentes que han llenado de miedo y de tristeza a un barrio que habla con naturalidad de “los pibes ahorcados”.
Villa Elvira es la zona de La Plata que más creció en los últimos 20 años. Es uno de los barrios más grandes y desiguales de La Plata, tiene 140 mil habitantes y su geografía carga con carencias de todo tipo. Cloacas insuficientes, cortes de luz, basurales, calles de barro, red de gas sin conexión.
Recuerdos pintados en las paredes.
Ahí conviven desde los barrios Monasterio y Jardín (de clase media urbana) hasta Villa Montoro, El Palihue, Ponsati y Villa Alba, con niveles de pobreza que afectan, según estimaciones de organizaciones sociales, al 70% de la población.
Gustavo y Leandro
“Nadie sabe por qué lo hizo. Era un pibe bueno; si tenía que trabajar, trabajaba. Consumía, sí... Faso y merca... Yo creo que no era él cuando se ahorcó... Y por ahí hubo algo raro, aunque le tenía miedo a esas cosas como las brujerías o los ritos umbandas”, le dijo su novia a "El Día".
Leandro tenía 19 años. “Era buen chico, pero no fue a la escuela ni trabajaba... La droga lo destruyó. Nos robaba a nosotros, a la abuela, a la madre... Un día me pegó. Cuando estaba drogado era inmanejable”, recuerda su tía. También se ahorcó un domingo, el del ballotage del año pasado. Pero alcanzaron a llevarlo al hospital y murió unas horas después. “Sabíamos que, de una forma u otra, iba a terminar mal...”, dice ahora su tía.
Las muertes ocurrieron en Villa Elvira.
Según "El Día", las cuatro jóvenes que aparecieron ahorcados están lejos de ser una excepción. Desde septiembre del año pasado a junio de este año la comisaría octava (que abarca todo Villa Elvira y Altos de San Lorenzo) tiene registradas diez “averiguaciones de causales de muerte” de jóvenes de entre 15 y 24 años (al menos uno cada treinta días).
Al menos dos suicidios de adolescentes se registraron a principios de este año en Barrio Jardín. A eso habría que sumar las “tentativas de suicidio”, que por fracciones de segundo no pasaron a “averiguación de causales de muerte”.