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Los dos enigmas a cuatro años de la muerte del siniestro Arquímedes Puccio

La tumba donde yace el siniestro secuestrador es visitada por curiosos. Cómo fueron sus horas finales en General Pico. Manuscrito y cuadro.

30 Abril de 2017 12:55
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Un día antes de morir, le pidió al pastor que lo cuidaba que tomara nota. "Me gustaría que mi epitafio tuviera esta frase de un emperador romano. Anote bien, pastorcito, por favor. 'Dispuse de todo y lo tuve todo. Pero no me sirvió de nada'", dictó Arquímedes Rafael Puccio, el siniestro líder de la banda familiar que secuestraba y mataba empresarios en el sótano de su casa de San Isidro. El 3 de mayo se cumplirán 4 años de su muerte y su leyenda negra sigue viva. No son pocos los que visitan su tumba en General Pico, La Pampa. Salieron a la venta un cuadro de su familia y unos manuscritos que se le atribuyen. 

Puccio murió a los 82 años.

En sus últimos días, Puccio sentía la muerte adentro suyo. Algo que lo devoraba. Había encontrado un rival más insaciable e impiadoso que él, capaz de doblegarlo. No podía caminar. Lloraba y la tristeza se le había instalado en esa mirada que antes era sólo rabia y frialdad.

No más paseos. No más diversión. No más monólogos. 

Perdió todo: hasta la voz de mando. Hablaba como un moribundo. El hombre que antes ordenaba matar, ahora apenas podía hacerse oír.

Un hombre que no tenía nada. O sí. Quizá tenía todo: sus secretos.

El médico le dijo que ni un milagro podría salvarlo. El viejo no creía en médicos, y mucho menos en milagros. Había llegado el fin.

Manuscritos malditos

La noticia es real. Nada de película ni serie. Una carpeta con manuscritos hallados en el sótano de una quinta de Don Torcuato, donde Puccio vivió en los años 90, salió a la venta. Según pudo saber Bigbang, un hombre ofrece a cambio de 150 mil pesos una carpeta con notas de Puccio escritas a mano, documentos supuestamente firmados por Juan Domingo Perón en la época en que el líder del siniestro clan que secuestraba empresarios en su casa de San Isidro era Cónsul en Madrid.

De la realidad a la ficción. 

A los 19 años, Puccio fue condecorado por Perón por ser el diplomático más joven del país. El siniestro Arquímedes siempre se jactó de ese contacto, que según él le sirvió para inmiscuirse en el poder hasta usarlo como trampolín hacia sus actividades criminales.

Puccio, durante un asado en General Pico. Foto: Nacho Sánchez.

“Son cartas, documentos, fotos y escritos que llevan su firma y también la de Perón. hasta ahora nadie ofertó nada por este material”, dijo a BigBang el enigmático vendedor de este material que, según él, halló en un sótano de Don Torcuato, donde Puccio llegó a cumplir arresto domiciliario hace unos años.La película de Puccio y la serie convocaron, entre las dos, a más de diez millones de personas.

En este video puede verse la última entrevista a Puccio antes de morir, en 2013. ¿Sabía de esos papeles ocultos o lo había olvidado?

 

Otra oferta polémica

Hay una especie de Pucciomanía, porque hasta un hermano de Arquímedes, que se llama Rómulo, vende por MercadoLibre un cuadro de la familia en el que aparece pintado Arquímedes”.

El cuadro lo vende un hermano de Arquímedes. La autora, su madre.

La pintura fue hecha por su madre, Isabel Ordano de Puccio, en 1941, y se titula Los pequeños pintores. Allí aparece él junto a sus tres hermanos. El valor de venta es de $3 millones. 

El de Puccio es uno de los casos más misteriosos de la historia criminal argentina. En el mundo no hubo una familia que se dedicara a la industria de los secuestros y que secuestrara, entre 1982 y 1985, a conocidos de San Isidro, y que además los tuvieran en el sótano de su casa.

En General Pico, La Pampa, hay una tumba de un hombre odiado hasta por sus hijos. Una tumba olvidada que hasta hace dos meses sólo habían visitado un puñado de personas. Esa tumba sin epitafio ni flores tiene una lápida que dice: "Arquímedes Rafael Puccio, 14-9-1929/4-5-2013. QEPD".  

La insólita Pucciomanía -que en 2016 contó con la película El Clan, de Pablo Trapero, y la serie Historia de un Clan, de los hermanos Sebastián y Luis Ortega-, logró lo impensado: que muchos turistas y curiosos visiten la tumba del siniestro líder del clan que secuestraba empresarios en su casa de San Isidro entre 1982 y 1985.

Esta especie de tour macabro sorprende a los encargados del cementerio. “En la primera semana de la película, cuando todos hablaban del clan, unas cincuenta personas por día querían ver la tumba del asesino”, dijo un empleado del cementerio.

La tumba de Puccio, sin flores. Foto: Nacho Sánchez.

Siniestra fascinación

“No venía a verlo nadie pero cuando se estrenó la película aparecieron muchos curiosos. Algunos se sacaban fotos en la tumba y hasta le dejaban flores”, dijo a BigBang uno de los empleados del cementerio.

Puccio murió sin saber que su nombre iba a estar en boca de todos: se fue de este mundo pobre, solo y olvidado. Nadie quería enterrarlo. Ocupa un cajón barato. 

La película de Trapero fue vista por más de dos millones y medio de espectadores.

Final y éxito

Puccio murió en 2013 en General Pico, ciudad de casi 70.000 habitantes. En el cementerio no tiene ningún privilegio, porque ocupa la zona de los parias: el osario donde van a parar los cadáveres que nadie reclama. Puccio comparte espacio con un hombre que murió hace treinta años: los une la misma cruz de piedra carcomida. La lápida del asesino es obsoleta y la letra desprolija tallada con un punzón delata que fue hecha de apuro, como para sacársela de encima. Al menos al otro muerto le dejaron flores de plástico.

El asesino podrá estar enterrado en ese cementerio hasta 2018. 

La serie de los Ortega se impone en el rating de los miércoles.

Moda morbosa

La casa donde secuestraban empresarios, en 25 de Mayo y Martín y Omar, también se volvió un atractivo turístico. La gente se saca fotos y filma videos en el ex hogar de la familia Puccio.

En esta siniestra casa hubo tres secuestrados. El último fue liberado hace 30 años. Foto: Clarín.

El misterio de sus pertenencias

Otro interrogante es saber qué pasó con los objetos que tenía Puccio. Cuando murió, la Justicia se quedó con sus elementos, desde libros hasta ropa y escritos. Una sobrina los reclamó pero como no quiso hacerse carga del entierro, no se los dieron. Puccio tenía libros de Perón, de Montoneros, la biografía de Carlos Eduardo Robledo Puch, que en 1972 mató a once personas, y una carpeta en la que tenía anotados los nombres de sus enemigos.