“En la cárcel los presos no pueden manejar dinero, pero en la cárcel todo tiene precio”. El que habla es un guardia que lleva 25 años en las cárceles bonaerenses. Fue testigo de motines, peleas y muertes. Pero nunca creyó que iba a llegar a ver a presos usando celulares de alta gama en los que hablan por Whatsapp.
“En la cárcel se paga por sexo, por drogas y hasta por tener un celular”, dice el guardia. Los presos tienen prohibido tener teléfono, aunque en la práctica muchos de ellos tienen celulares porque coimean a los guardias.
La corrupción en las prisiones bonerenses van desde tener protección, visitas sexuales y celulares hasta planear fugas y delitos.
“Eso es peligroso porque ahora llaman para cometer secuestros virtuales. De ese modo evitan llamar de un fijo y que aparezca el mensaje que avisa que se está llamando desde una cárcel”, dijo a BigBang el comisario retirado Norberto López Camelo.
Sierra Chica: el párroco denunció que los presos pagan para tener sexo.
Las tarifas tumberas
Las visitas higiénicas o íntimas son un derecho de los presos. Todas las semanas pueden tener relaciones con sus mujeres. Pero los presos que pagan un “plus” a los guardias pueden tener sexo más seguido.
“Para tener sexo fuera de la visita íntima, tenés que garpar 200 mangos. Por menos también arreglas. Un gramo de merca se consigue a 50 mangos. La protección cuesta mucho más. Tipos han llegado a pagar dos lucas por mes a cambio de seguridad y una celda digna. En la tumba te cobran hasta por el agua”, dice un ladrón de blindados que estuvo detenido en Florencio Varela.
“La visita higiénica puede durar hasta dos o tres horas. En el pabellón se arma una especie de hotel alojamiento. Una pieza con cama. Los mismos presos manejan el tema. El que paga más plata, puede tener sexo más días y más horas”, dice a BigBang la mujer de un preso.
El capellán de la cárcel de Sierra Chica, Pedro Oliver, había denunciado que la capilla del penal era usada como “hotel alojamiento” para los presos que coimean a los guardias. Muchas veces, el pago lo hace el abogado del preso o algún familiar.
“Una fuga puede costar hasta diez mil pesos o más”, dice un abogado penalista que pide reserva de identidad. “Para proteger a un defendido hay que ponerse con el jefe de guardias y con el capo del pabellón”, revela.