Un silencio perturbador sacudió esta semana a Los Reartes, una tranquila comuna del valle de Calamuchita, Córdoba. Un rincón de las sierras que suele llenarse de turistas en busca de paz, pero que esta vez se convirtió en escenario de horror. Allí, entre cabañas y caminos de tierra, un hombre asesinó a su pareja de un disparo, metió su cuerpo en la caja de una camioneta, le avisó por WhatsApp al hijo de ella, y se sentó en una reposera con una botella de Chivas Regal en la mano a esperar que llegue la policía.

La víctima se llamaba Rosana Silvina Rotchen. Tenía 51 años. Había decidido dejar a su pareja. Andrés Norberto Pérez, 54, no lo soportó. La mató. Era martes, pasadas las tres de la tarde. En la casa de Los Talas al 1300 no había gritos. Solo el eco seco de un disparo. Luego, el mensaje: "Maté a tu mamá", escribió Pérez al hijo de Rosana. Desde Rosario, él mismo dio aviso desesperado al 101. A los minutos, los oficiales de la policía de Córdoba encontraron la escena: Pérez, impasible, whisky en mano, arma al costado, y el cuerpo sin vida de Rosana en la caja de la camioneta. No opuso resistencia. No pidió un abogado. No lloró. Solo esperó.
El crimen, confirmado por la fiscal del caso, Paula Bruera, se inscribe en una historia que ya suena demasiado repetida: una relación conflictiva, una mujer que busca irse, un femicida que no soporta la pérdida del control. "Ella se quería separar", dijo la fiscal. Esa decisión le costó la vida. No había denuncias previas. No hubo una señal de alarma institucional. Y aun así, el final fue brutal. Una ejecución a sangre fría. Un disparo y luego la calma del asesino, sentado al sol de las sierras como si nada. La noticia sacudió también a Rosario. Rosana y Pérez eran oriundos de allí. Vivían desde hace algunos meses en Los Reartes, buscando, quizás, un nuevo comienzo.
Pero él trajo con él el germen de la violencia. La que no da tregua, la que no avisa, la que no negocia. Pérez, además, es el padre de Jeremías Pérez Tica, futbolista de Newell's Old Boys, actualmente a préstamo en Uruguay. Aunque desde la familia dejaron claro que no responsabilizan a nadie más que al femicida, el vínculo no pasó inadvertido y echó luz sobre la historia. La hija de Rosana, Denise, rompió el silencio con dolor en las redes. Lo hizo con nombre, con rostro, y con la furia que nace cuando la justicia parece llegar siempre tarde. "Esta es la cara del asesino de mi mamá", escribió sobre una imagen de Pérez.
Y agregó: "La mató porque no podía aceptar que ella lo iba a dejar. Porque no podía soltar el estilo de vida que le permitía ella". En sus palabras, también hay una angustiante súplica: "Entendemos que la viralización del caso ayuda a que se haga justicia. Es simplemente una herramienta a la que nos aferramos en esta desesperación por la que estamos transitando". Porque saben que, mientras más ruido hagan, más difícil será que el caso caiga en el olvido. Rosana ya no está. Y como tantas otras mujeres asesinadas por sus parejas, deja hijos, familia, amigos, y una comunidad devastada por el espanto.
Su hija lo resumió con crudeza y dolor: "Nada nunca en la vida va a borrar la marca que hoy me deja tu ausencia". Ya son seis los femicidios en lo que va del año en Córdoba. Seis mujeres asesinadas por varones que no soportaron perder el control. Seis familias destruidas. Esta vez fue en Los Reartes. En un paraíso cordobés donde no debería haber espacio para el horror. Pero donde, como en cualquier otro rincón del país, el machismo también mata.