“Me mandé una cagada”. La frase fue pronunciada con un arma en la cabeza, antes de suicidarse delante de su padre, por Santiago Sosa, el femicida de Luciana Fioretti. La envió por WhatsApp Mariano Cordi, el asesino de Valeria Coppa. También la escribió Gabriel Presbiterio después de matar a su esposa, Verónica Rearte, y a su suegra, Cristina Reinoso.
Aparece desde hace años en partes policiales, en causas judiciales y en relatos de testigos, casi como si se tratara de un patrón común entre femicidas y acusados por delitos de violencia de género y abuso sexual. Un mes atrás, la dijo Hugo Daniel Blanco, el hombre de 29 años acusado de matar a una mujer y su hija: “Me mandé una cagada”, le escribió por WhatsApp a su hermana, quien hizo la denuncia de inmediato a la Policía.
La antropóloga María del Mar Ramón, miembro de la ONG Red de Mujeres, explica que es una frase que siempre resulta llamativa. “El año pasado hubo varios femicidios seguidos donde siempre estaba presente. Hay algo claro sobre la naturalización de la violencia de género entendida como un error, como un 'me pasé de mambo'. Es bajarle el precio de un modo burdo al asesinato de una mujer”, analiza ante la consulta de BigBang.
“En el tono siempre hay algo muy característico de la masculinidad: para llegar a un femicidio siempre hubo un antecedente previo, que suele ser físico, u otro tipo de violencia”, describe la antropóloga, que agrega que los femicidas ven como un “error” el crimen que acaban de cometer: “Lo ven como algo liviano, cuando se trata de haberle quitado la vida a una persona”.
No se trata de una frase aislada, sino de una repetición que es posible hallar entre los testimonios de los casos más resonantes de los últimos tiempos. Un patovica condenado a perpetua por el femicidio de su ex esposa en Chaco la escribió a sus familiares por mensaje de texto después de querer simular que había sido un suicidio. En julio de 2018 la escribió por mensaje el femicida Gabriel Guevara a su hermano Pablo, después de haber matado a su esposa, la enfermera Marcela Coronel. También Mario Ruiz Díaz, después de haber matado a la adolescente Karina Abba, en noviembre del año pasado.
Meses atrás, Rodrigo Eguillor, el joven acusado de abuso sexual, violencia de género y privación ilegítima de la libertad que se hizo viral por sus videos en Instagram se defendió de modo provocador: “Ni se murió, debe estar en su casa”. Luego, en una entrevista con A24, se justificó: “Me mandé una cagada”.
El periodista y escritor Rodolfo Palacios, que desde hace décadas sigue temas policiales, cree que se trata de una frase pronunciada por una mezcla de culpa y error. “Es una frase que he escuchado a lo largo de muchos años: es lo primero que se les viene a la cabeza, como si fuera un mecanismo de defensa”, analiza en diálogo con BigBang. De todos modos, agrega que en algunas ocasiones es inventada por efectivos de la Policía. “En general - agrega el autor de Conchita, El Clan Puccio y Sin armas ni rencores - la pronuncian ante alguien de su confianza, un amigo o un familiar, no ante un desconocido o alguien que pueda representarles un peligro, como la Policía”.
“ME MANDÉ UNA... NI SÉ POR QUÉ LO HICE”
El psiquiatra y perito forense Enrique De Rosa recuerda ante BigBang que el femicida Fernando Farré - que en 2015 asesinó de 74 puñaladas a su esposa, Claudia Schaefer, en medio del divorcio - le pronunció una frase similar en uno de los encuentros que mantuvo. “Me lo dijo con a su modo, con su léxico. 'Me mandé una... Ni sé por qué lo hice”, cuenta que le dijo.
“Cuando preguntás '¿qué pasó?' la escuchas mil veces”, agrega De Rosa, que explica que en general “es como una justificación”. “Suele repetirse en casos en que una persona sale de un estado emocional y se da cuenta que había perdido el control”, detalla.
Por su parte, la psiquiatra, coautora del libro Violencia del apego social y miembro de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), Nora Leal Marchena, indica a BigBang que “la frase siempre depende de la personalidad de quien la pronuncia. Si lo hizo una persona desbordada por sus emociones, cuando tiene la cabeza más fresca puede reflexionar. Pero muchas veces hay un disfrute en la maldad, sadismo o perversión, y esa frase puede ser para disimular”.