Más
Policiales

Mentiras, amenazas y maltratos: echan a Barreda del hospital donde estaba internado

El nuevo director del hospital de General Pacheco explicó los motivos. El cuádruple femicida había llegado con un nombre falso. El odio de las enfermeras.

18 Julio de 2017 11:31
1552081606966

Ricardo Barreda se quedó en la calle. Mejor dicho: el hospital donde estaba internado desde hace más de un año se cansó del cuádruple femicida y lo echó. Ahora vivirá en una pensión. 

"Ni lo dejamos librado a su suerte, la realidad es que la cama se necesitaba y su permanencia en este lugar no estaba justificada", dijo Hugo Gass, director del hospital Magdalena Villegas de Martínez de Pacheco, en diálogo con TN. Asumió en la dirección hace dos semanas y una de sus primeras medidas fue ordenar el traslado de Barreda.

La internación de Barreda fue una primicia de BigBang.

Los días de Barreda en el hospital llegaron a su fin.

En el hospital dicen que simula estar enfermo, que maltrata y amenaza a las enfermeras, que a una médica le dijo que le iba a dar un escopetazo y que a veces va a una despensa a comprar whisky. Los que lo dicen no son fuentes anónimas, sino un grupo de trabajadores del hospital Magdalena Villegas de Martínez de Pacheco, donde el famoso cuádruple femicida que el 15 de noviembre de 1992 mató a su esposa, su suegra y sus dos hijas fue internado hace casi un año.

"Era manipulador, a veces se hacía más el enfermo para seguir internado. Creemos que puede autoinfligirse una herida para volvera a este hospital. Clínicamente estaba bien", dijo Gass.

Barreda en el hospital. Acusa a las enfermeras de "ladronas".

Los empleados del hospital habían difundido este video: 

 

"Se cree dueño del hospital"; dijo una enfermera. "No me gusta cruzarme con un femicida"; dice otro empleado. "Odia a las mujeres. A su esposa le decía Chochán", dijo una empleada de limpieza. Un camillero agrega: "Cuando llegó dio otro nombre, es un impostor".

BigBang intentó comunicarse con las autoridades del hospital, pero no respondieron la llamada. 

A Arquímedes Puccio le ocurrió algo similar a Barreda. El siniestro secuestrador que secuestraba empresarios y los mantenía cautivos en el sótano de su casa de San Isidro, para después matarlos en descampados, pasó sus últimos años en General Pico, La Pampa. Hubo médicos que no lo querían atender por ser asesino. Hasta un peluquero lo echó. Y cuando murió, a los 82 años, un grupo de vecinos pidió que no lo enterraran en el cementerio municipal.  

LAS OTRAS DENUNCIAS 

Estas nuevas denuncias se suma a lo que hace tres días publicó BigBang en exclusiva: las denuncias de una enfermera y de una médica:

Septiembre de 2016. En la puerta del hospital Magdalena Villegas de Martínez de Pacheco, un grupo de periodistas hacía guardia para obtener una de las imágenes más buscadas del día. La del cuádruple femicida Ricardo Barreda, el paciente más famoso.Pero a él sólo le preocupaba salir cuanto antes del hospital, aunque tuviera que enfrentar a la prensa. Cuando una médica lo vio en andador y con paso lento rumbo a la puerta, le gritó:

Barreda! ¿Qué está haciendo?

-Me voy. No me grite, señorita. 

-Usted no se va a ningún lado. No le dimos el alta.

-¿Estoy preso? No sabía.

-Está descalzo, desabrigado. ¿No le parece que lo mejor es que vuelva a acostarse en su habitación?

Barreda giró y se puso cara a cara con la médica:

-¿Y si mejor le doy un escopetazo en la cabeza?

La doctora lo amenazó con llamar a un custodio, pero no hizo falta. Barreda se calmó. Ese episodio escandaloso, que revelaron a BigBang tres fuentes del hospital, no fue el único que protagonizó el tristemente célebre dentista que el 15 de noviembre de 1992 mató a su familia en su casa de La Plata. Según pudo saber BigBang, el 10 de marzo una enfermera acusó al femicida de haberla amenazado. "Fui agredida por Ricardo Barreda verbalmente. Este señor me impedía salir de la habitación mientras me amenazaba, me dijo que me tenía en la mira y me la tenía jurada", denunció la enfermera. Su relato quedó registrado en el acta de novedades del hospital. BigBang tuvo acceso al informe:

El informe en el que la enfermera acusa a Barreda.

"Se hizo presente la supervisora y un policía, dado que Barreda estaba muy nervioso y violento. Nos gritaba ladrones", dijo la enfermera. "Dijo que iba a hacer la denuncia policial. Ojalá esto sirva para sacar a este monstruo del hospital", dijo otra enfermera.

"Me arrepiento de haber matado a las cuatro", le dijo Barreda al periodita Fernando Soriano, de Infobae, que lo entrevistó el 19 de abril.

"Este señor me impedía salir de la habitación mientras me amenazaba, me dijo que me tenía en la mira y me la tenía jurada

La versión del femicida es distinta. "Cada vez que salgo, me faltan cosas. Me roban las enfermeras. Algunas me odian y me quieren echar del hospital. A la piba esa le dije que era una ladrona y ahora inventó que la amenacé", le dijo Barreda a un enfermero del hospital.

Barreda, fotografiado por la revista Gente.

La nueva vida del oscuro dentista

Hace 25 años mató a escopetazos a su esposa, a su suegra y a sus dos hijas en La Plata. El ex odontólogo pasa los peores días de su vida. Solo, postrado en un hospital y sin esperanzas de recuperarse. 

"A Adriana no la quise matar".

En ese vacío que vive a los 81 años, el cuádruple femicida se refugió en el cuidado y la compañía de algunos enfermeros del Hospital de Pacheco. A uno de ellos le contó un secreto que guardó durante más de 25 años.

-¿Sabe qué? Dicen que no me arrepiento de lo que hice. Eso es mentira. No hay día que no sienta culpa. Lo peor es que a Adriana, mi hija menor, no la quise matar. Estaba como loco, giré, disparé y después me di cuenta que era ella. 

Eso le dijo a uno de los enfermeros que lo cuida en el turno noche, según pudo saber BigBang

"Lo peor es que a Adriana, mi hija menor, no la quise matar

El enfermero amigo de Barreda le preguntó por Cecilia, su hija mayor.

-Ella me odiaba y me quería ver muerto. Mi esposa y mi suegra le habían llenado la cabeza. A la última que maté fue a mi suegra. Pero los crápulas de mis abogados me hicieron decir que la última en morir había sido mi hija menor, así yo heredaba la casa.  

Las cuatro víctimas del odontólogo.

Barreda sigue internado por una afección en la próstata. "Nos encariñamos con él porque estaba solo. Estuvo muy mal, pensamos que no iba a recuperarse", relata una enfermera. El 16 de junio de 2016, los vecinos le festejaron sus 80 años.

Barreda, en su último cumpleaños.

"Nadie se acuerda de mí, cumplo una condena eterna", le dijo a uno de los enfermeros. 

 

"Este secreto lo llevé mucho tiempo", dijo.

Los secretos del femicida más famoso

Barreda siempre dijo que sintió que el que mataba era otro. Jura que hasta hoy siente que sus cuatro asesinatos

forman parte del plano irreal, como sumergirse en una piscina y comprobar que el mundo exterior pierde consistencia

y sus sonidos nos llegan como confusos zumbidos. Cuando mata, el asesino cava un pozo profundo del que

es probable que nunca salga. ¿Qué se siente matar? ¿Es posible olvidar el crimen que uno cometió? Son preguntas

que ni los asesinos ni los psicólogos supieron responder con certeza.

-Una persona que mata a un hombre nunca más vuelve a ser la misma persona. Imagínese cómo me puedo

sentir yo después de haber cercenado la vida de cuatro miembros de mi familia. Cuando la gota rebalsa el vaso,

cuando se rompe un dique, usted no sabe para qué lado sale el agua.

Eso dijo el femicida en una entrevista que le hicieron en radio Del Plata. En otra entrevista con el canal América,

le preguntaron: 

-Barreda, ¿es feliz usted?

-Con las limitaciones del caso, sí.

-¿Está arrepentido de lo que hizo?

-Sí, estoy muy arrepentido. En general me siento muy mal y hay veces que me siento peor.  

Barreda suele contar anécdotas de su juventud.

-¿Cuándo se siente peor?

-Cuando coinciden las fechas, los recuerdos y las situaciones. Todo eso me hace poner mal. Con mis hijas andábamos  siempre juntos. Lo siento por mi hija más chica, que fue a la que menos le di.

Luego, el odontólogo se llevó la mano a la mandíbula y confesó:

-Todo me parece irreal, como si estuviese viviendo una cosa que no me entra en la cabeza. Es como que uno

está inmerso en algo que nunca pude prever que le pudiera llegar a pasar. Hay veces que no me doy cuenta. Todavía

lo lamento muchísimo y lo voy a lamentar toda mi vida. A veces estoy bien contento y sonriente y de repente,

pum, se viene y se me baja la máscara -y hace un gesto inequívoco con la mano, como si se pusiera una máscara

invisible.

Sonriente, en una selfie.

-En el juicio usted dijo que lo volvería hacer. Que volvería a matarlas.

-Eso no es así. Cuando me hicieron esa pregunta respondí que si las circunstancias se repitieran creo, hay

un “creo” ahí, que volvería a responder de la misma manera. Nosotros, con mi mujer, nos separamos dos veces y

siempre la fui a buscar yo a ella. Uno, por no poder salir de una situación desagradable, se encuentra inmerso en

una telaraña que lo aprisiona, lo rodea y lo lleva a una situación límite, a un cúmulo de cosas que termina por

desbordar.

-¿Qué cambiaría del pasado?

-Todo. Cambiaría todo. Bah, no. Todo no. A la escuela primaria la amé.

Barreda, durante el juicio.

Cómo apareció en un hospital

El 25 de mayo de 2016, Barreda apareció abandonado en un hospital. Todo comenzó con un llamado a la solidaridad. Una mujer publicó en su muro de Facebook la foto de un abuelo en la sala de espera del Hospital de General Pacheco. Se mostró conmovida por la mirada de ese hombre que dijo llamarse Alberto Navarro y condenó a su familia por dejarlo abandonado. Pero a las pocas horas se supo que Navarro era ni más ni menos que Barreda

La mujer terminó por cambiar su posteo. Antes había dicho que "el abuelo necesita amor, su familia debería venir a buscarlo".

 

"Apareció en el hospital y dijo que no tenía dónde ir. Tenía un problema en la próstata.

Dijo que su familia lo había abandonado. Trató mal a una enfermera y quiso quedarse a dormir. Alguien le preguntó si era Barreda y dijo que se llamaba Alberto Navarro. Al rato se fue, apenas podía caminar, tenía los pantalones bajos", dijo a

BigBang una persona que fue testigo de la presencia del odontólogo en ese hospital.

 

El múltiple femicida junto a su última mujer, Berta, que murió el año pasado.

"Dijo que se llamaba Alberto Navarro, pero todos sabíamos que se trataba de Barreda

Insólito. Barreda, cuando reclamó en una marcha contra la inseguridad.

Barreda vivía en en la casa de un amigo en Troncos del Talar, Tigre, donde fijó domicilio para la libertad condicional que le fue otorgada al borde de fin de año. Está cerca del hospital donde fue fotografiado. Lo llamativo es que la mujer que posteó la foto y el mensaje "conmovedor" nunca reparó que el "pobre abuelo con mirada tierna", al que su familia debería ir a buscar, fue el hombre que hace 24 años mató con frialdad a las mujeres de su familia. 

Vive en General Pacheco. Foto: Diario Perfil.

 

El infierno de la familia barreda había comenzado con lo que parecía un simple asunto doméstico. Como se ha dicho, hay tragedias

que comienzan con un acto banal. Ese día, el dentista Barreda agarró un plumero y le dijo a su esposa Gladys

Margarita Mac Donald, de 57 años:

-Voy a limpiar las telarañas del techo.

-Qué bien. Andá a limpiar que los trabajos de conchita son los que mejor hacés.

-¿Sabés qué? El conchita no va a limpiar nada la entrada. El conchita va a atar la parra porque las puntas andan jorobando -dijo Barreda como si no hubiese escuchado el insulto.

"¿Sabés qué? El conchita no va a limpiar nada la entrada. El conchita va a atar la parra porque las puntas andan jorobando 

Sin embargo, esa fue la versión del asesino. Hasta se sospecha que inventó que le decían Conchita. Lo cierto es que después de matar fue a ver jirafas y elefantes al zoológico porque eso lo relajaba. Y luego tuvo sexo con su amante en un hotel alojamiento y la invitó a comer pizza.  

Barreda y la fallecida Berta, a quien llamaba "Chochán". Foto: Yamila Murán Leivas.

Desde que salió en libertad, Barreda juró que no volvería a matar. Que aquello, lo de su esposa, su suegra y sus dos hijas, había sido un momento único e irrepetible. Eso le dijo a un amigo, como si se desfigurara a medida que dejaba escapar las palabras y se vaciara por dentro. Luego hizo silencio y apoyó la pera en las palmas de sus manos. Como si buscara sostener su cara a punto de caerse. Una cara que no era la misma; ahora llevaba en sus rasgos la sombra de su desdicha, tatuada entre las arrugas, los lunares y las líneas rígidas dibujadas en la piel de cuerina, en la piel que ahora se bifurca en los pliegues imperfectos de sus cuatro crímenes.