Aquel 25 de febrero en que encontraron muerta a María José Coni en Montañita, su compañera de viaje, Marina Menegazzo, seguía con vida. Esa misma madrugada en la que su cuerpo era trasladado a la morgue de Guayaquil, su amiga de la infancia permanecía cautiva en la ciudad balnearia a la que habían llegado sólo diez días antes y que pensaban abandonar el martes, para regresar a Mendoza tras 44 días de un viaje al que calificaron como “mágico” en sus diarios de ruta, todavía en manos de las autoridades ecuatorianas. La segunda autopsia, a la que accedió en exclusiva BigBang, confirmó la sospechas iniciales de los familiares: las chicas no fueron asesinadas en simultáneo, murieron con dos días de diferencia.
La segunda autopsia reveló que Marina fue asesinada dos días después que María José.
La línea de investigación oficial que es llevaba adelante por la tercera fiscal del caso, María Coloma Pazmiño, se sustenta en la hipótesis de que tanto María José como Marina fueron asesinadas en la madrugada del 23 de febrero, sólo doce horas después de haber mantenido el último contacto por WhatsApp con sus familias en la Argentina. En los mensajes, las chicas aseguraban que iban a emprender el regreso a Guayaquil para luego continuar rumbo a Lima, quedarse dos días en Santiago de Chile y llegar a Mendoza entre el 27 y 28 de ese mismo mes. Pero sus familias nunca las vieron bajar en la terminal provincial.
Los familiares de las chicas participaron ayer del inicio del juicio en la ciudad de Salinas, a 67 kilómetros de Montañita.
Pese a que los resultados de la autopsia, practicada el 22 de febrero en el Centro de Investigación de Ciencias Forenses, en Cuenca, se encuentran en el expediente y los restos de ADN cotejados no se corresponden con el de los acusados, la ruta que podría vincular a otros sospechosos no fue investigada y sólo dos detenidos enfrentan desde prisión el juicio que comenzó ayer en Salinas: el vigilador comunal que se autoincriminó, Alberto Segundo Mina Ponce (34), y un amigo que trabajaba en el Hotel Montañita, Aurelio Eduardo Rodríguez (39), conocido en el paraíso surfero como “el Rojo”.
Mina Ponce (34) y Aurelio Eduardo "Rojo" Rodríguez (39): los imputados por el crimen.
Las dudas estuvieron latentes desde el principio, pese a que las autoridades ecuatorianas no reportaron el hallazgo del cuerpo de María José hasta la aparición del de Marina, que fue encontrado a sólo 40 metros del de su amiga, pero tres días después.
Por ese entonces, y pese a que ya habían encontrado a la mayor de las mendocinas, la búsqueda de las jóvenes tenía más fuerza en redes sociales que en las departamentales locales. La explicación por la demora tuvo dos variables: las fuertes lluvias registradas en la zona y la maleza de más de un metro de la zona.
Tales fueron las sospechas con respecto a la diferencia de días, que la fiscalía hasta solicitó en marzo un informe al Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología para verificar si efectivamente había llovido el día en el que encontraron a María José: pero dio negativo. Otro dato llamativo pasó inadvertido por los investigadores, pero llamó la atención de los familiares: a Marina la encontraron con ropa de su amiga y pocas de sus pertenencias pudieron ser recuperadas.
Este es el matorral en donde escondieron los cuerpos de las chicas.
Luis Fernández, uno de los siete policías que participó del levantamiento del cuerpo de Menegazzo, reconoció en su declaración que no se había enterado de la búsqueda de las chicas hasta el sábado 27, cuando Interpol activó el alerta amarilla tras la denuncia que realizó desde la Argentina Gladys Steffani, madre de María José. Hasta ese momento, las familias sólo recibían noticias alentadoras: no había registro de que las chicas hubieran cruzado ninguna fronteras y, tras requisar en profundidad, la búsqueda continuaría en Guayaquil, el próximo destino en el itinerario de las mendocinas.
Las familias creen que más personas participaron del crimen. Las pericias les dan la razón.
Sin embargo, mientras desde la Argentina se potenciaba cada vez más la búsqueda de las chicas, el cuerpo de María José (por entonces identificado como NN 337) ya había sido trasladado el viernes 26 a la morgue de Guayaquil y sometido a una autopsia el 26 de febrero en manos del legista de la fiscalía provincial del Guayas, Jorge Córdova Antuño. La conclusión de la pesquisa forense fue: muerte violenta y se determinó que el asesinato había tenido lugar en la madrugada del 23.
Las chicas regresaron el 15 de febrero al "paraíso surfero" tras despedir a sus dos amigas en Cuenca.
Pese al detalle del informe, el forense no reportó dos datos claves: la joven tenía una fractura en su fémur derecho, pero no estaba lastimada (es decir: no fue un golpe realizado con un objeto). Además, todos los golpes y raspones se encontraban en el mismo costado, lo que para la "investigación paralela" es un signo de que podría haberse arrojado de un auto en movimiento antes de morir.
Pese a que las autoridades todavía no habían dado alerta nacional por la búsqueda, nadie en Montañita quedó ajeno a la sorpresa. El 25 de febrero, después de que cerca de las seis de la tarde un bañista se dirigió hacia los frondosos matorrales próximos a la costa para realizar sus necesidades, el pueblo se paralizó. Los curiosos no tardaron en llegar y miraban asolados el hallazgo del cuerpo, que se encontraba embalado en bolsas de plástico y arpillera. Entre ellos, Mina Ponce, quien sólo tres días después sería detenido y acusado por el doble homicidio tras autoincriminarse en una primera declaración y luego confesar que había ayudado a esconder los cuerpos.
La ampliación de la declaración de Mina Ponce ante la nueva fiscal.
“Se acercó como un curioso más”, advirtió Roberto Quezada, uno de los efectivos que custodió desde las 22 la zona. “Preguntó qué habíamos encontrado, pero lo noté normal”, sumó el policía en su declaración testimonial. Esa noche, el destino le jugó una contradictoria pasada a Mina Ponce: fue un amigo suyo quien encontró el cuerpo y se lo comunicó a las autoridades. Nadie puede saber lo que se le cruzó por su cabeza en ese momento. El único dato certero: Marina todavía seguía con vida.