La del jueves 21 era, sin lugar a dudas, una de las audiencias más esperadas del juicio contra Nahir Galarza por el homicidio de Fernando Pastorizzo. Después de tres semanas y del desfile de más de 30 testigos, los padres de la única imputada por el crimen finalmente prestaron declaración. El "pacto de silencio" que no pudieron sostener.
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La primera en declarar fue Yamina Khor. La ex policía había llegado minutos antes a los Tribunales junto a su marido. Pasaron a pocos metros de donde estaban Gustavo Pastorizzo y Silvia Mantegazza, los papás de Fernando. Ni siquiera los miraron. Siguieron de largo y fueron directo al pasillo continuo a la sala de las audiencias en donde aguardaron en un rincón, mirando hacia la pared, para evitar que las cámaras pudieran retratarlos.
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Se la notó visiblemente compungida durante los veinte minutos que duró su declaración. En rigor, la mujer se aferró a los pilares básicos de la defensa de su hija: que la relación entre Nahir y Fernando no era de pareja, que el joven asesinado tenía una obsesión con su asesina y que ejercía violencia de género.
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Los padres de Nahir se pusieron contra un rincón.
“Perdón hija, perdón por no haberte cuidado”, se quebró en medio del interrogatorio. No miró a su hija, que se encontraba a pocos metros, en el costado izquierdo de la sala. Pero sus lágrimas transmitieron el mensaje. Nahir escuchó esas palabras y también rompió en llanto. “Perdoname”, reforzó su mamá.
Yamina casi no podía hablar. Contestaba como podía las preguntas de los abogados de su hija, en su mayoría orientadas al golpe que, según constató el ginecólogo de la confesa asesina, tenía en su pierna izquierda. En efecto, Víctor García -quien atendió a madre e hija- reconoció haber advertido el viernes 22 de diciembre una “lesión cutánea de tipo erosiva ubicada en el muslo interno” de la joven de 19 años.
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Ese mismo golpe también fue reportado por Miriam Duarte -masajista de Nahir- y por Walter José Jiménez, entrenador de la joven. En ambas oportunidades, los especialistas declararon haberle preguntado tanto a Nahir como a su madre cómo se había lastimado de tal manera. Ambas respondieron lo mismo: que no sabían.
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“Salí, tomé algo y no me acuerdo”, se excusó Nahir ante su ginecólogo. “No sé cómo se lo hizo”, esquivó Yamina ante la misma consulta. Lo mismo sucedió seis días más tarde en el gimnasio. Madre e hija entrenaban juntas todas las mañanas. “Cuando se puso a hacer abdominales noté que tenía un raspón en la pierna izquierda. Era rojo, no era un moretón. Le pregunté a la madre y me dijo: 'Sí, se lo vi'. Pero ninguna de las dos me explicó cómo se lo había hecho”, reveló durante el juicio el entrenador.
La historia clínica que presentó el ginecólogo de Nahir.
Yamina reconoció haber dado esas respuestas ante los jueces y siguió con su relato. El objetivo planteado por los abogados de su hija era reforzar el concepto de violencia de género y explicar el motivo por el cual, pese a que aseguraba saber que su hija era una víctima, no radicó la correspondiente denuncia.
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“El último tiempo la notaba rara y nerviosa a mi hija, por eso le insistí en que comenzara a ir a la masajista conmigo para hacer reiki. No sé si saben cómo funciona, pero es algo que te ayuda a relajar. Y ahí la masajista me dijo varias veces que tenía lesiones. Le pregunté a Nahir y ella me decía: 'Tranquila, no pasa nada'”.
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¿Cuándo pensó que podía ser Fernando, el mismo chico con el que se habían ido de vacaciones hacía tres años a Brasil, quien golpeaba a su hija? “Estaba muy preocupada, pero ella se alejaba cuando le preguntaba. Me decía: 'Ya soy grande'. Sospechaba porque empezaron a pasar cosas raras. Sonaba el teléfono fijo de mi casa a las dos de la mañana y cuando atendía me cortaban”.
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Según Yamina, fue durante los primeros días de diciembre que le puso nombre y apellido al presunto agresor. “Ella tenía que preparar un final y el teléfono no paraba de sonar. Fueron 87 llamadas en diez minutos. Le pregunté y me dijo que eran de Fernando. Ahí hablé con ella y le dije que teníamos que hacer la denuncia. Ella me respondió: 'Va a ser peor. Con el carácter que tiene papá puede hacer cualquier cosa”.
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Ese fue el primer momento de la audiencia en el que Yamina se quebró por completo. Se ahogó. No podía hablar. “Perdón hija por no haberte cuidado”, dijo. A pocos metros, Nahir también lloró. Era la segunda vez que lo hacía desde que comenzó el juicio el pasado cuatro de junio. En la misma sala, los padres de Fernando escucharon atentos el relato.
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Una semana después, durante la tarde de Navidad, la preocupación de Yamina se incrementó. “Estaba enojada porque ella no quiso venir a comer con nosotros en Navidad, había venido mi padre. Al día siguiente le dije de ir al gimnasio, pero tampoco se levantó. Al otro día (27 de diciembre) me di cuenta de que tenía la mano mordida y moretones por todos lados: uno gigante en la espalda. ¡Y yo me había enojado porque no había venido a comer con nosotros, pobrecita!”, reforzó, de nuevo entre lágrimas.
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Pese a que los peritos no pudieron constatar las lesiones y que nadie radicó ninguna denuncia, la mujer insistió en que estaba preocupada por lo que sucedía con su hija. “La pasaba re mal cada vez que ella salía a bailar”, sumó, cuando le preguntaron por qué le había enviado a su hija 24 mensajes de texto y la había intentado llamar en 26 ocasiones durante la madrugada del homicidio.
Nahir sigue de cerca las audiencias junto a sus abogados.
“Habíamos ido a las termas con mis hermanos, mi hijo menor y Nahir. Volvimos tipo ocho de la noche. Nos fuimos a recostar. Pero cuando me desperté para ir al baño me di cuenta de que ella no estaba y me preocupé. La llamé porque no me contestaba”, explicó.
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El último intento de comunicación fue a la 1.32 del 29 de diciembre, cuatro horas antes de que, según la autopsia, Fernando fuera asesinado de dos disparos. “¿Por qué su preocupación se culminó en ese horario?”, indagaron desde la querella. “Me fui a dormir porque estaba muy cansada, habíamos pasado todo el día en el agua”, se excusó.
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Nahir, según su madre, seguía con su pierna lastimada y las querellas y los fiscales volvieron a preguntarle por qué no había realizado ninguna denuncia. Fue en ese momento en el que Yamina cambió su versión de los hechos y dio marcha atrás: según su último relato, no había sido su hija quien le había pedido que no le dijera nada a su padre. “Yo le dije que no dijera nada, yo fui. Perdón hija, perdón. Perdón”, cerró.
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Después de un cuarto intermedio llegó el turno de Marcelo Galarza. Aunque reconoció que Fernando había viajado con ellos a Brasil, el policía negó haber conocido en profundidad al joven asesinado porque “era muy tímido y casi no hablaba”. “Nunca me lo presentaron como el noviecito. Vino al viaje porque a último momento la amiga de Nahir no pudo viajar (Sol Martínez)”.
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Con respecto a los golpes, que según Yamina ella misma le había ocultado, el policía reconoció: “Lamentablemente vi el moretón. Le pregunté a la madre, porque yo no estoy mucho y ella está siempre con ella, y me dijo: 'No le digas nada, dejala tranquila'. ¿Por qué no tomé medidas? Si hay alguien cercano a ella es su madre y pensé que lo tenía controlado por cómo me respondió”.
Nahir lee el expediente durante las audiencias.
Galarza tomó una decisión absolutamente distinta a la que había tenido años atrás, cuando su hija denunció que había sido secuestrada. La causa quedó archivada después de que la cámara gesell revelara que Nahir mentía. “Hice la denuncia porque era menor. Una cosa es una chica de 15 ó 16 años; otra es cuando tiene 19. ¿Tengo culpas? Y, creo que si hubiera actuado las cosas hubieran sido totalmente distintas. Lo digo en el buen sentido”.