Fría, imperturbable, calculadora. Esas son algunas de las palabras que resuenan en el ambiente cuando aparece Nahir Galarza desde la sangrienta madrugada del 29 de diciembre en la que acribilló de dos balazos a Fernando Pastorizzo, el chico con el que salía desde hacía casi cinco años. De la “novia de luto” a la confesa asesina: qué dijo en sus tres declaraciones, por qué la imputaron por homicidio doblemente agravado y el motivo de su nueva y silenciosa estrategia para evitar la condena perpetua.
Nahir Galarza tiene 19 años. Es la única imputada por el asesinato de Fernando.
Eran las ocho y media de la mañana cuando la Policía se presentó en el trabajo de Silvia Mantegazza, mamá de Fernando. Ella tomaba unos mates junto a sus compañeros de trabajo cuando recibió la noticia. No lo sabía, pero su hijo de 20 años llevaba más de tres horas muerto. Lo encontraron pasadas las seis, asesinado de dos disparos junto a su moto. Estaba a pocos metros de la casa de la abuela de su novia.
“'Lo encontramos con dos balazos, uno en la espalda y uno en el pecho', me dijeron. Y yo les dije: 'Fue una ejecución'”, recordó meses después en su primera y única entrevista concedida al diario El día de Gualeguaychú. El cuerpo fue encontrado sobre la vereda junto a la moto. Fernando tenía sus documentos, la credencial de la obra social e incluso su celular. Nada hacía apuntar a un robo.
“'Lo encontramos con dos balazos, uno en la espalda y uno en el pecho', me dijeron. Y yo les dije: 'Fue una ejecución'”
Mientras digería la brutal noticia, Silvia tenía que hacer a un lado sus emociones y ayudar a los investigadores. ¿Quién le podía haber hecho esto a Fernando? ¿Por qué? ¿Quiénes eran sus amigos? ¿Estaba de novio? La catarata de preguntas parecía no tener fin. Pero hubo una respuesta que ofició de puntapié inicial. “Me empezaron a preguntar si yo tenía algún enemigo, si conocía a alguna novia. Ahí les dije que hace mucho que tenía una relación con una chica y que anoche había ido a verla”, detalló.
Fernando Pastorizzo tenía 20 años al momento de ser asesinado.
Esa chica era Nahir, la misma que por estos días enfrenta el juicio oral como única imputada por homicidio doblemente agravado por el vínculo y arma de fuego. Silvia no la quería. La había visto contadas veces: Fernando no la quería presentar. Sabía que era una relación conflictiva y el prontuario no ayudaba. En 2014, con 16 años, Nahir había fingido un secuestro. Nunca quedó en claro qué pasó, ni por qué mintió.
Fue precisamente durante esa investigación que Silvia supo que Nando “se veía” con Nahir. ¿El motivo? El joven fue citado a declarar y su madre, como era menor de edad, fue notificada. “'Yo no hice nada', me dijo. Él no tenía ni idea de por qué era. Cuando llegué a Tribunales, Fernando estaba declarando y después el fiscal me explicó todo. Me dijo que aparentemente por la cámara Gesell ya tenían el indicio de que (el secuestro) era todo un invento”.
A Silvia, la mamá de Fernando, nunca le gustó la relación con Nahir.
Ahora, casi tres años después, Silvia dependía de Nahir para reconstruir lo más posible qué había ocurrido en las últimas horas con vida de su hijo. Agarró el teléfono y, delante de los efectivos, se comunicó con el celular de la joven a la que tenía agendada como “Novia Nando”. Nahir atendió. Eran las ocho y media de la mañana.
“¿Fernando estuvo anoche con vos?” , le preguntó sin rodeos a Nahir. “Empezó a titubear y me respondió: 'Sí, estuvo anoche conmigo'”. La siguiente pregunta fue concreta: a qué hora Fernando había abandonado su casa. “Eh, no sé” , esquivó Galarza, quien todavía simulaba no saber qué había sucedido.
Ese fue el momento en el que la joven se pisó. “¿Por qué?” , preguntó. “Por nada” , respondió Silvia, quien recordó que Nahir comenzó a insistir y cambió su tono de voz: “Me empezó a preguntar: '¿Por qué? ¿Por qué me preguntás?'”. Nahir insistía: “Pero, ¿por qué me estás preguntando esto?” . Y ahí, Silvia se quebró: “Le dije que estaba con la Policía y que me acababan de decir que a Fernando lo encontraron muerto. Fue lo único que le dije. No le dije ni cómo, ni nada” .
Al día de hoy, la mamá de Nahir le lleva todos los días comida casera a la comisaría.
“Le voy a pasar tu teléfono a la Policía y seguro te van a llamar porque fuiste una de las últimas que lo vio con vida”, le anticipó Silvia y cortó la comunicación. Del otro lado del teléfono, Nahir comprendió que su plan comenzaba a resquebrajarse y decidió tomar cartas en el asunto.
La primera declaración sobre lo que sucedió la madrugada del homicidio
Una hora y cincuenta minutos después de haber hablado con la mamá de Fernando, la joven estudiante de abogacía se presentó a declarar. Lo hizo ante el Fiscal General de la Coordinación, Lisandro Béheran; y en presencia de Sergio Rondoni Caffa, quien hoy sigue el juicio.
Así despidió Nahir a Fernando antes de confesar que lo había asesinado.
Antes, había compartido una siniestra historia en Instagram en la que se lo podía ver a Nando besándole el hombro. “Cinco años juntos, peleando, yendo y viniendo; pero siempre con el mismo amor. Te amo para siempre, mi ángel”, fueron las palabras que le dedicó.
Las 5 mentiras del primer operativo para incriminar a un amigo de Fernando
“Me enteré del fallecimiento de Fernando porque me llamó su mamá hace una hora, una hora y media. Desde hace cuatro años teníamos una relación sentimental, pero ahora estábamos peleados. Nos peleábamos todo el tiempo; pero nos veíamos algunos días”.
En su primer relato, Nahir reconoció que se había encontrado con Fernando el jueves a las 23. A Nando le quedaban seis horas de vida. “Fui a su casa y, cerca de la una de la mañana, nos fuimos para la mía”, aportó.
Fernando agarró su casco negro, le dio uno plateado a Nahir y emprendieron el viaje rumbo a lo de los Galarza. Él se había vestido con unas bermudas y una campera gris. Ella, un short de jean “clarito”, una musculosa gris y un buzo bordó. “Llegamos como a la una y nos quedamos hasta la madrugada en mi casa”.
“Nos peleamos cuando él se estaba yendo para su casa. Arrancó la moto y se fue”, prosiguió la joven. “Me quedé despierta y le hablé con mensajes y llamadas de WhatsApp como a las cinco de la mañana (horario en el que Fernando había sido asesinado) y él no me contestaba. El último que le mandé fue a las 05.52 hs.”.
En efecto, el peritaje posterior realizado en el celular de Nahir confirma que la confesa asesina puso de inmediato en marcha su coartada y le siguió escribiendo mensajes, pese a que acababa de rematarlo de dos disparos.
Esa noche, según su declaración, Nahir no durmió. “Me quedé despierta desde que se fue Fernando hasta las siete de la mañana. Mi papá (Marcelo, efectivo policial) trabaja en Gualeguay y se fue muy temprano, pero alcancé a verlo. Después de eso me dormí”.
Una hora y media más tarde, su celular sonó. Era la mamá de Nando. Le acababan de confirmar que lo habían encontrado muerto. “Mi mamá se enteró por otro lado y justo cuando me venía a decir yo acababa de cortar con la mamá de Fernando. No tenía trato con ella”.
Después de responder todas las preguntas de los fiscales, Nahir pisó por primera vez el palito y despertó la sospecha de los fiscales. Consultada sobre si quería agregar alguna otra información, la joven aprovechó la oportunidad para apartarse de la investigación e intentó incriminar a un amigo de su víctima.
“Me enteré de que el arma con la que lo mataron era de un Policía”
“Me enteré de que el arma con la que lo mataron era de un Policía”, aseguró para sorpresa de todos. Por ese entonces, sólo quienes habían tenido acceso al recién iniciado expediente -o el asesino- manejaban esa información. “Fernando tenía un compañero de la escuela que tenía al papá, un tío o un pariente que era policía”, sumó.
La segunda declaración: el arma homicida y la bestial confesión
Después de declarar, Nahir regresó a su casa. Nadie sabe qué fue lo que sucedió, ni lo que se dijo en la cumbre familiar que mantuvieron los Galarza. Lo único cierto es que, sólo doce horas después de haber declarado por primera vez, Nahir abandonó su hogar -en compañía de su primer abogado, Víctor Rebossio, y de su padre- y llevó el arma homicida. No lo sabía, pero esa era la última vez que iba a atravesar esa puerta.
Eran las 22.42 de la noche. Hacía muchísimo calor. “Basta, fui yo. Yo lo maté”, se quebró. Habían pasado casi 18 horas desde el homicidio. Entregó el arma reglamentaria de su padre con la que había asesinado a Fernando, explicó incluso cómo se utilizaba y quedó detenida.
La imputación: homicidio doblemente agravado por el vínculo y el uso de arma de fuego. Luego de una breve reunión con su abogado, Nahir aceptó dar una nueva declaración; tal vez la más genuina de todas. Reconoció haber sido ella quien agarró el arma reglamentaria.
“No tengo una relación de pareja con Fernando. Estuvimos un par de años juntos, pero nos peleábamos; nos dejábamos unos días, y así”, fue la primera aclaración que realizó. Importante, si se tiene en cuenta que su estrategia legal ahora era negar el noviazgo para evitar el agravante.
“Hace tiempo que habíamos quedado en que no nos íbamos a ver, ni a hablar más”, sumó, aunque no precisó ni el mes, ni el año de la ruptura. En ese momento, Nahir entregó un sobre de color rojo con tiras plateadas a los costados. “Adentro hay una carta y una foto que Fernando me entregó”.
La frialdad comenzaba a apoderarse de su relato con velocidad. Como si los dos gatillazos la hubieran trasladado a otro plano. Fernando ya no era su “ángel”, era un “masculino” al que le había “disparado con un arma de fuego”. El lenguaje policial, tal vez mamado desde su infancia, marcó a fuego esa transformación. Nahir ya no era la “novia que lloraba a su ángel”, era una confesa asesina.
“Saqué el arma de mi papá sin que él lo sepa. Estaba arriba de la heladera, donde la deja siempre. Los dos disparos los hice con esa arma de fuego. Luego di vuelta a la manzana y me fui caminando a mi casa”, relató.
Semanas después, luego de los resultados de la autopsia, los peritos determinaron que el joven ya se encontraba sin vida al momento de recibir el segundo. Nahir le disparó a quemarropa primero por la espalda. Luego, con su víctima ya en el suelo, volvió a apretar el gatillo. Esta vez apuntó directo al corazón. Estas pesquisas son las que sustentan el pedido de la querella, que apunta a sumar un tercer agravante: el de la alevosía.
Las imágenes de las cámaras de seguridad no sólo confirmaron su testimonio, sino que además reforzaron la indiferencia con la que relató el crimen. Acababa de asesinar a su novio, el mismo con el que había mantenido incluso su primer encuentro sexual; pero Nahir caminaba como si nada hubiera sucedido. Por esas horas, su coartada todavía estaba intacta.
Nahir llegó a su casa, entró en la cocina y dejó el arma de su padre sobre la heladera. El olor a pólvora estaba todavía impregnado en su ropa. Ni siquiera se cambió y se recostó a dormir. Antes de hacerlo, se encargó de activar su coartada. Durante media hora le envió mensajes a Fernando, incluso lo llamó en más de una oportunidad. Nando no atendió, llevaba más de cuarenta minutos sin vida.
La explosión mediática y la tercera declaración: el operativo víctima
El caso que conmocionaba a la ciudad comenzaba a tener resonancia nacional. Había hecho su ingreso triunfal en la causa Jorge Zonzini, el “manager de medios” contratado por los Galarza para “purificar” la imagen de su hija ante la sociedad. Un desequilibrado show mediático que terminó mal. La confesa asesina recibió el repudio masivo de la sociedad, así como también la espalda de la Justicia: se le rechazaron los 60 pedidos de prisión domiciliaria efectuados antes del juicio.
Nuevos abogados comenzaron a trabajar en la “causa perdida”. Nahir ya había confesado la autoría del crimen, por lo que el objetivo de máxima no era su libertad, sino una reducción de su condena. En efecto, enfrenta la posibilidad de ser sentenciada a cadena perpetua y quedar libre recién a los 54 años, la edad que hoy tiene su padre.
El martes 16 de enero, después de permanecer 18 días detenida, Nahir amplió su declaración. Tenía tres objetivos que cumplir y para eso debía desdecirse. Las contradicciones que volvieron a dejarla en un cuadro procesal aún más complicado.
“El día 29 de diciembre, como a la media noche, lo desbloqueé a Fernando del WhatsApp y lo llamo. Como no me contesta lo bloqueé”. Así comenzó el nuevo relato de Nahir. La tercera versión de los hechos en menos de 20 días. “Él enseguida me llamó telefónicamente. Lo atendí. Yo escuchaba lo que él decía, pero él no me escuchaba a mí: había un problema; entonces corté. Me llamó dos o tres veces más y pasaba lo mismo. Así que dejé mi celular, que ya no tenía batería, y me fui a tomarme un remis al Casino”.
El destino: la casa de Fernando. “Fui a buscar el cargador a su casa. Salió re enojado porque no le atendía el teléfono y me dijo que era una enferma. Yo le dije que solamente había ido a buscar mi cargador y que me iba. Me insistió para que entrara a la casa, pero yo no quería; me quedé en la vereda de al lado”.
En esta nueva declaración, la joven habla por primera vez de los presuntos maltratos físicos y psicológicos que sufría por parte de Fernando. La estrategia judicial era atenuar la condena, victimizar a Nahir y hablar de un homicidio en el marco de un ataque por parte de la víctima. En pocas palabras: instalar que lo había matado porque “no le quedaba otra”.
“Volvió a salir de la casa enojado. Me decía que me quería llevar a mi casa. Entonces, para no complicar las cosas, le dije: 'Está bien'. Cada vez que él estaba enojado o alterado yo le respondía así, haciendo lo que él quería para que se calmara”, sumó la joven.
En su tercera declaración trabajó un grupo entero de abogados. Mientras la preparaban, Zonzini se encargaba de tejer el entramado de la “violencia de género” en los medios. Pero los amigos de Fernando salieron de inmediato al cruce: no sólo aseguraron que la violenta era Nahir, sino que además compartieron un audio en el que el joven les describía la violenta paliza que había sufrido la noche de Navidad por parte de su novia y de Sol Martínez, una de sus amigas.
Nahir jugó su carta en la declaración y apuntó también a la violencia psicológica. “Él sabía cómo manipularme. Me conocía bastante y sabía qué palabras decirme para que me doliera. Él hacía lo que quería conmigo. Con él tuve mi primera relación (sexual), que fue antes de los 16; por eso yo siempre hacía lo que él quería”.
Con el supuesto objetivo de “tranquilizar” a Fernando, la confesa asesina aceptó “la invitación” y se subió a la moto. “Llegamos a mi casa. No hablamos ni una palabra en el viaje. Ya estaba tranquilo”, prosiguió el relato. Y, aquí, un hecho importante: según su segunda declaración, fue en este momento en el que ella tomó el arma homicida. Ahora, para evitar el agravante de premeditación, su relato fue otro.
“Pasamos por la cocina y agarró el arma de mi papá que estaba arriba de la heladera. Ahí empezó a joder, a moverla por todos lados. 'Mirá qué fierro el de tu viejo', me dijo. Y ahí me enojé. Le empecé a decir: 'Qué pelotudo'. Como se reía más, le dije que era un enfermo y más cosas. Después, me fui a mi habitación. Él dejó el arma y me siguió”.
Ya en el dormitorio, siempre según la última declaración de Galarza, la víctima había logrado calmarla con abrazos y palabras. “Me pidió perdón y después hablamos bien. Me convenció de tener relaciones y, cuando terminamos, empezó a reprocharme con los chicos con los que me veía”.
Este es otro momento clave de la declaración. Atenta a lo que iba sucediendo en los medios, Nahir hizo alusión a la golpiza que, según los amigos de Fernando, había recibido a la salida del boliche Bikini. “Me decía cosas por lo que había pasado el 25 de Navidad, que mi amiga le había pegado. Él me estaba insultando, me decía que era una trola”.
Celos, inseguridad y violencia. Esas fueron hasta ahora las claves de la nueva estrategia de Nahir. Pero hubo un dato más, faltaba algo para cerrar el relato. ¿Por qué después de cinco años de mantener la misma dinámica de peleas esta vez había culminado todo con un baño de sangre? ¿Qué fue el factor disruptivo del patrón enfermizo que mantenían?
Mientras que los medios difundían los mensajes de “alivio” de Fernando luego de haber “cortado para siempre” su relación tras la golpiza, Nahir introdujo otra variable. Una que, claro, la beneficiaba y corría del planteado "o sos mío, o no sos de nadie": la existencia de un nuevo hombre en su vida, un tal Rafael.
“Me había visto dándome un beso con un chico. Me dio mucha impotencia porque siempre después de que se sacaba las ganas me decía estas cosas. Le dije que no me hablara más y le conté que me hablaba desde hacía tiempo con este chico con el que me había visto. Ahí se enojó mal y le agarró un ataque de ira”.
En ese momento, Nahir asegura haber sufrido una golpiza por parte de Fernando. Sin embargo, el peritaje realizado sobre su cuerpo no confirmó la presencia de ninguna lesión. Sí lo hizo en el de su novio. Tampoco se pudo explicar cómo fue que mantuvieron una pelea tan violenta y que los padres de Nahir -o su hermano de 16 años- no hayan escuchado nada.
"No quería gritar y que mi padre se despertara y viera esa situación”, se excusó. “Le dije que con el único que quería verme era con Rafael y le empecé a tirar en cara que Rafael me respetaba, que era diez mil veces mejor que él y ahí se enojó del todo”.
Con la familia de su novia durmiendo a pocos metros, Fernando -siempre según el relato de Nahir- se las ingenió para tirarla por las escaleras, llevarla hasta la cocina, volver a agarrar el arma y obligarla a que le abriera la puerta. Y es que había dejado su moto estacionada en el local contiguo a la casa de los Galarza que se conecta por una puerta.
“Cuando le voy a abrir la puerta apretó el gatillo y me dijo: 'Que no se te ocurra gritar o salir corriendo'. Guardó el arma en su pantalón y me hizo esperar hasta que sacó la moto”. El viaje estuvo “cargado de violencia” verbal. “Me decía que era un asco de persona y aceleraba. Perdía el control de la moto, pensé que nos íbamos a cer”.
En el trajín, Nahir insiste en que logró convencerlo de que la llevara a la casa de su abuela. Minutos después, esa cuadra de casas bajas, pocas luces y carente de cámaras de seguridad se convirtió en el escenario perfecto para el crimen.
“Iba tan rápido que cuando dobló perdió el control, casi nos caímos. Me agarré de él y ahí fue cuando le saqué la pistola. En ese momento frenó de golpe. Sentí la primer explosión y ahí nos caímos los dos para el costado”.
El nuevo testimonio marcó otro cambio sustancial. Nahir ya no hablaba en tono policial. El balazo pasó a ser una “explosión”. No le había disparado. El arma había hecho “justicia” por sí sola.
"Alcancé a pararme y, como no entendía nada, empecé a temblar. Quedé como sorda, boba. Me agaché para mirarlo y ahí es en donde sale la segunda explosión que me sorprendió. Tiré el arma al piso, no sabía qué hacer; estaba muy nerviosa”.
Su novio yacía frente a ella. Fernando ya había muerto. Pero Nahir no pensó en su víctima. “Lo primero que se me cruzó por la mente era que el arma era de mi papá y que le iban a echar la culpa a él. Entonces la agarré y me fui a mi casa caminando. Cuando llegué estaban todos durmiendo, dejé el arma en donde estaba y me fui a acostar”.
¿Algo más para agregar? Claro, la última carta que se jugó para intentar desacreditar la premeditación. “El día anterior me había ido a comprar ropa con mi mamá para Año Nuevo. La otra semana me iba de vacaciones con amigas y luego con mis padres. Tenía toda mi vida organizada. No quería que pasara eso, fue un accidente. No supe qué hacer, me pudieron los nervios”.
Nahir recibió el 2019 en una celda de tres metros por tres metros. También pasó ahí todo su verano. El lunes, cuando comenzó el juicio por el homicidio, llevaba 155 días detenida. Abandonó la Comisaría un puñado de veces, sólo para escuchar las respuestas negativas a sus constantes pedidos de prisión domiciliaria.
Durante las audiencias no habla, aunque se la nota cada vez más desmejorada; casi como si comenzara a “caerle la ficha” de lo que realmente sucedió aquella madrugada de diciembre.