11 Marzo de 2025 10:46

La escena era espeluznante. Ernesto Darío Aranda, un peón rural de 35 años, yacía en el suelo de su humilde vivienda en Pozo del Toba, Santiago del Estero. La sangre aún fresca teñía la tierra. Su sobrina fue quien lo encontró y, junto a él, a una mujer que no atinó a huir. Se trataba de María Isabel Carrizo, de 29 años, su amante y, ahora, su presunta asesina. Cuando la joven le exigió explicaciones, la respuesta de Carrizo fue escalofriante: "No me dejaba salir, me tenía encerrada". Con esa justificación, la mujer intentó explicar lo inexplicable: que había tomado un ladrillo y lo había estrellado contra la cabeza de Aranda hasta dejarlo al borde de la muerte.
El drama comenzó a la madrugada del domingo. Según los peritos, Carrizo y Aranda pasaron juntos la noche en la casa del hombre. La mujer confesó a la Policía que su esposo no sabía de la relación clandestina y que había salido de su hogar diciendo que solo iba a dar un paseo. Pero cuando intentó marcharse, según su relato, Aranda no se lo permitió. La desesperación, el miedo o la ira -los motivos exactos aún se investigan- desembocaron en una violencia brutal.
El ataque fue feroz. Un solo golpe no le bastó. El hombre quedó desplomado, inconsciente, agonizando. A pesar de la desesperada carrera de sus familiares por salvarlo, Aranda murió horas después en el Centro Integral de Salud Banda. La noticia sacudió a la comunidad, pero las preguntas apenas comenzaban. Los investigadores tratan de desentrañar la verdad en un mar de contradicciones.
En su declaración, Carrizo no solo intentó justificar el crimen, sino que también mencionó reiteradamente a su marido, insinuando que él podría haber estado implicado. Sin embargo, hasta el momento no hay pruebas que lo sitúen en la escena del crimen. A pesar de esto, la Policía lo trasladó a la comisaría para tomarle declaración y despejar cualquier duda.
El caso tomó un giro aún más inquietante cuando se descubrió que, mientras Aranda agonizaba, un desconocido aprovechó la oportunidad para robarle la billetera y el celular. Testigos vieron a un hombre en una moto gris merodeando la zona y huyendo tras el robo. Ahora, los efectivos trabajan para identificarlo. La fiscal Celia Mussi ordenó la autopsia del cuerpo y la intervención de la División Homicidios de La Banda.
La detención de Carrizo es solo el primer eslabón en una historia oscura que todavía guarda muchos secretos. ¿Fue un arrebato de desesperación o una venganza planificada? ¿Realmente Aranda la mantenía cautiva o fue solo una excusa para encubrir un asesinato? Las respuestas pueden estar más cerca, pero por ahora, la comunidad de Pozo del Toba sigue sumida en el estupor y la incertidumbre.