Antonio Alejandro Mirabó tiene 51 años y una condición que le impide moverse con libertad: pesa más de 220 kilos que le dificultan caminar. Así y todo, se las ingenió para fugarse y mantenerse prófugo de la justicia desde el 23 de agosto de este año, día en la que abandonó el departamento donde cumplía arresto domiciliario en la localidad balnearia por su condición de salud.
El argentino con nacionalidad italiana era intensamente buscado por Interpol -había sido condenado en el viejo continente por haber cometido delitos contra la propiedad, la libertad y la integridad sexual, entre noviembre de 1992 y julio de 2015- fue detenido en una casa de Lomas de Zamora, al sur del conurbano bonaerense. “Otra vez ustedes”, dijo cuando la división Interpol de la Policía Federal lo arrestó en la esquina de Euskadi y El Cano, zona de Ingeniero Budge.
Mirabó tenía pedido de captura internacional desde 2019. Era buscado en Argentina por el Departamento Interpol de la PFA e investigado por el Juzgado Federal de Dolores, quienes lo rastrearon durante dos años. Finalmente, en junio de este año fue detenido en Mar del Tuyú, cuando lograron ubicarlo debido a un cambio de domicilio en su DNI.
Había regresado a la Argentina el 18 de mayo de 2019. Ingresó al país desde Uruguay por el paso fronterizo de Colón-Paysandú y registró domicilios en la Capital Federal y en Lanús. El 3 de mayo renovó el DNI y su mesa de votación estaba asignada a una escuela en Mar del Tuyú. Ese dato fue clave para dar con su paradero. De hecho, fue detenido por Interpol tras una serie de intervenciones telefónicas requeridas al Juzgado Federal de Dolores.
Debido a su condición y preocupante salud, quedó detenido bajo prisión domiciliaria en esa localidad hasta que se celebrara la audiencia de extradición, ya que había sido condenado en Italia a 30 años de cárcel por diferentes delitos como hurto de vehículos, robo agravado, falsificación de documentos, violencia sexual, amenazas y secuestro de persona, con causas en su contra desde el año 1993.
Lo cierto es que llegó la fecha de la audiencia, la cual se realizó vía Zoom, pero Mirabó nunca se conectó, y cuando la policía fue a registrar el domicilio, ya se había escapado. No tenía custodia policial y los investigadores no tienen en claro cómo hizo para desplazarse. El dueño de la vivienda dijo que el condenado, que le alquilaba, se fue sin avisar y sin pagarle. “Lo único que me dejó fue una cama rota y comida en la heladera”, se quejó.
El acusado se llevó con él "un televisor, una garrafa, un colchón, un equipo de música y hasta las almohadas". Pero tras estar prófugo durante dos meses, Interpol encontró su escondite: se refugió todo este tiempo en una casa de El Cano al 200, en Ingeniero Budge. Volvieron a capturarlo en un operativo especial en el que debieron colaborar varios trabajadores debido a la contextura física del detenido.
Se requirió un equipo de bomberos y una autobomba más un vehículo especial para moverlo hasta una celda. "Lo levantaron entre los bomberos y lo trasladaron en un carro de asalto hacia el Hospital Rivadavia, donde quedó internado y en calidad de detenido", contó un agente que participó del operativo. Mirabó estaba acompañado de una mujer y un hombre, a quienes se los investiga por delito de encubrimiento. Sin embargo, ninguno de los dos fue detenido.