02 Julio de 2024 15:20
Corría el año 2010 cuando la periodista Agustina Kämpfer habló en televisión sobre tal vez, el primer caso de acoso que se conoció perpetuado por el periodista de temas internacionales Pedro Brieger.
Kämpfer, trabajadora de prensa, se refirió a Brieger como "un acosador", mientras éste acababa de recibir el premio Martín Fierro por su labor periodística. Sin embargo, en ese momento era común cuestionar la palabra de las denunciantes y su comentario pasó al olvido.
Esa historia dio un giro inesperado cuando en la cuenta de X (antes Twitter) de Alejandro Alfie se publicaron varios testimonios de mujeres trabajadoras de prensa que habían pasado por situaciones de acoso sexual por parte de Brieger.
Desde ese mismo momento, el colectivo Periodistas Argentinas realizó un trabajo de investigación y entrevistas a las mujeres que habían sido acosadas. Allí sucedieron dos cosas: por un lado, se puso de manifiesto que Brieger acosó a más de una decena de personas y, por otro lado, se rompió el silencio que sostuvo al periodista sumergido en la más plácida de las comodidades siendo parte de grandes medios de comunicación en donde tenía muchísima visibilidad.
Sobre el informe de 16 páginas que visibilizó casos de acoso a mujeres trabajadoras de prensa pero también de empleadas, alumnas y hasta vecinas de Bregier, contaron que "no es el objetivo del informe el escrache" sino más bien visibilizar: "Responsabilidades institucionales de medios públicos y privados, instituciones académicas públicas y privadas y todos y cada uno de los contextos y personas que silenciaron y naturalizaron estas violencias que son imposibles de soportar". Los testimonios datan desde el año 1995 y el último caso de acoso fue en 2003. Una de las conclusiones que se pueden sacar de manera incipiente de este caso es que la complicidad machista sostuvo a Bregier en todos y cada uno de sus puestos de trabajo... hasta hoy.
Uno por uno, los 19 testimonios
Testimonio 1. Año 1995. Una empleada administrativa de la Universidad de Belgrano contó: "Brieger llamó a la Universidad de Belgrano, preguntando por una de las autoridades de la Facultad. Y como no estaba, le dijo a la secretaria: 'Estoy en casa, en short, ojotas, en un sillón muy cómodo y con mi (...) muy duro'. Y luego le dijo una serie de groserías. La secretaria le cortó la llamada, pero Brieger volvió a llamar varias veces durante ese mismo día, así que ella habló con el decano y el director de la carrera, quienes intervinieron, convocaron a Brieger y le dijeron que tenía que renunciar a su cargo docente. Según personas cercanas a la secretaria, ella vivió con miedo por mucho tiempo, al punto que cambió el recorrido cotidiano para llegar a la universidad".
Testimonio 2. Año 1996. Una vecina del edificio donde vivía Brieger testimonió: "Vivíamos en el mismo edificio, en Belgrano. Yo en la planta baja, él, unos pisos más arriba. Cada vez que nos cruzábamos él me miraba libidinosamente. Un día subí por el ascensor hasta la terraza para colgar la ropa. Él justo había entrado al edificio y subió conmigo. Enseguida me expresó que cada vez que me veía salir con mi bicicleta, le calentaba mi cu** subiéndose al asiento. Luego, se abrió la bragueta del pantalón y sacó su pene. No supe qué hacer. Volví a mi casa asustada y helada, dejé el canasto y subí a la casa de unos vecinos a contarles lo que me había pasado. Ellos le tocaron la puerta, pero él no respondió. Mis vecinos me sugirieron que hiciera la denuncia. Cuando salí camino a la comisaría, me crucé con un policía de la calle y le pedí ayuda: `Es la palabra tuya contra la de él: ni te molestes, me dijo. Mirar para todos los costados cada vez que tenía que entrar o salir del edificio me estaba volviendo loca. Pedí dinero prestado porque no tenía un mango (criaba sola a dos criaturas) y apenas pude, me mudé".
Testimonio 3. Año 1996. Una alumna de Bregier que había concurrido a una de sus conferencias, expresó: "Tenía 21 años, era alumna de tercer año en TEA, había cursado Política Internacional con él y había trabajado en la investigación de uno de sus libros, sin percibir remuneración. En agosto o septiembre de ese año me invitó a una conferencia del escritor español Juan Goytisolo en la Fundación Los Cedros, muy cerca de la facultad, por lo cual a la salida de TEA fuimos caminando hasta el lugar. Durante el trayecto, hizo comentarios sobre la ropa que llevaba puesta, me preguntó si tenía novio, etc. Mientras esperábamos el inicio del evento sentados, de la nada, me susurró: `cómo te bajaría la bombachita y te pegaría en la cola'. Me quedé absolutamente paralizada, muda, sin saber qué hacer. Transcurrió toda la conferencia y no me moví. Luego hubo un cóctel, en el que me alejé de él todo lo posible, hasta que me dijo `¿nos vamos?´. Le dije que no, que me iba a quedar. Esperé un rato y salí mirando para todos lados, aterrada de que estuviera en la calle, o escondido en algún lado. Siguió llamando a mi casa (era la época de los teléfonos fijos), yo intentaba no atender, pero una vez lo hice y me preguntó por qué no le hablaba más. Recuerdo haberle dicho `vos sabés bien por qué y que se hiciera el desentendido. No me acuerdo si en ese llamado o en otro, me invitó a una reunión una noche en su casa, con gente que no estaba en pareja. Obviamente me negué. Fue mi última comunicación con él. Decidí no dedicarme a la política internacional, algo que me apasionaba, para nunca volver a verlo".
Testimonio 4. Año 2001. Una alumna que tuvo como profesor a Bregier en la Maestría de la Universidad Nacional de La Plata, manifestó a Periodistas Argentinas su experiencia de acoso: "Soy licenciada en Economía, pero siempre me interesó Medio Oriente. Por ello, a fines de los años noventa averigüé en qué maestría podía inscribirme. Mi novio (hoy padre de dos de mis hijos) estaba cursando, justamente, la materia de Medio Oriente, en la facultad de Sociales de la UBA. Así llegué a él. Conversé con él y decidí empezar la maestría de Relaciones Internacionales en la UNLP, donde era docente. Yo volvía de La Plata a CABA en micro. Un sábado, compartimos el viaje. Nos sentamos juntos. De la nada, se me tiró encima para besarme. Me quedé helada. Lloré. Lo único que me acuerdo es haberle dicho `vos conocés a mi novio´. No me acuerdo cómo siguió el viaje, ni cómo llegué a mi casa. Nunca más volví a la maestría. Perdí tiempo, plata y, lo más importante, mi sueño de estudiar lo que me apasionaba".
Testimonio 5. Año 2001. Bregier le propuso trabajo a su alumna, ella fue a entrevistarse con él, pero la resolución del caso fue la peor: "Había sido mi profesor, lo elegí para que me entregara el diploma. Era un vínculo de mentoría. Nos juntamos por una propuesta laboral en un café en Barrio Norte. Nunca mencionó el trabajo. En un momento, fuera de contexto, me pregunta "¿vos en la cama también sos tan culposa?". Me sentí muy incómoda, me quedé inmóvil y en silencio, mayormente mirando el piso. Por una hora me habló de cómo se masturbaba recordando cómo me sentaba yo en clase y con la ropa que yo llevaba en la entrega de diplomas. Me contó que él tenía una forma de vivir el sexo diferente porque había vivido en un kibutz, relató una situación iniciática en una carpa en la que había descubierto que gozaba con mirar a otros tener sexo y masturbarse. Todo esto era un monólogo sin pausas. En un momento me preguntó: -¿Qué te gustaría más, tocarte para que te mire o que me toque para que me mires? -¡Quizás no me interesa nada nada de todo lo que estás diciendo! -¿Y entonces por qué decís "quizás"? Esa respuesta me terminó de enojar, porque me di cuenta que además me estaba intentando manipular. Lo saludé y me fui. Corrí. En mi casa escribí todo lo que había pasado. Todavía lo tengo. Unos días después le envié un correo electrónico, le dije que no me hablara nunca más, le hablé de su abuso de autoridad, de la diferencia de edad, de que la propuesta laboral se había transformado en someterme a su monólogo sexual. Que su exhibicionismo me había causado parálisis y asco. No respondió por escrito, pero intentó comunicarse conmigo insistentemente por varias semanas. Nunca volvimos a hablar".
Testimonio 6. Año 2001. Una alumna de Brieger en Tea y Deportea recordó: "Estaba cursando periodismo en TEA cuando lo tuve de profesor de Política Internacional. En cada clase, se paraba delante de mí y me acosaba con las miradas: eran sistemáticas, repetidas y explícitas durante toda la clase: pasaba por mi entrepierna, luego mis pechos y luego mis ojos; y volvía a bajar para empezar su recorrido otra vez. Yo me preocupaba por estar todo el tiempo con las rodillas muy juntas, cuidando cómo me vestía los días que iba a cursar con él. Mis compañeros comenzaron a pensar que teníamos un vínculo íntimo, porque él transmitía eso: se me acercaba para hablarme al oído y decirme cosas inapropiadas, asquerosas, por lo bajo, pero delante de todos. La pasé muy mal y tenía con él dos de las tres clases semanales".
Testimonio 7. Año 2003. Una trabajadora de prensa contó una despreciable actitud de Brieger para con ella: "Fue mi profesor en TEA a principio de los 2000 y, luego, el primer periodista que me dio trabajo. En los años siguientes, ya él un referente muy conocido y respetado, me abrió puertas que me ayudaron a comenzar mi carrera como periodista especializada en temas internacionales. Trabajando juntos, cuando estábamos solos, solía hacer comentarios sexuales que nada tenían que ver con la conversación. Yo siempre trataba de cambiar de tema, pero él seguía. La vez más grosera fue una noche en la que lo alcancé a su casa en mi auto, y me preguntó insistentemente sobre mis gustos sexuales. Tenía veinte pocos y él me duplicaba la edad. Me congelé, no supe qué decir, me aterrada que la situación escalara. No recuerdo bien cómo salí de ese momento, pero sí que a partir de ahí intenté no volver a quedarme a solas con él, y de a poco fui abandonando esa relación profesional. Por décadas, me dio vergüenza reconocerlo, tanto ante los demás, como ante mí misma".
Testimonio 8. Año 2005. Una periodista de la Televisión Pública narró el acoso de Brieger y la complicidad machista de sus compañeros en ese momento: "Era redactora del noticiero nocturno y de Visión 7 Internacional. Tenía con él una relación amable, hasta que un día, estando sola en control, él entró y se colocó detrás de la silla en la que estaba sentada. Estaba trabajando, cuando siento que me agarra el cuello y luego mete la mano por adentro de mi pullover y comienza a tocarme. Sentí asco y humillación. Me levanté inmediatamente, fui a la redacción y se lo conté a mis compañeros, que como respuesta se rieron".
Testimonio 9. Año 2005. Una periodista del ámbito internacional que compartió espacio de trabajo con Brieger relató: "Tenía 25 años y trabajaba en la TV Pública. Desde allí, me enviaron a Mar del Plata a cubrir la Cumbre del ALCA para darle asistencia periodística a él. Al inicio del viaje, en el colectivo, hablaba de lo contento que estaba de trabajar conmigo. Empezó a tocarme los muslos cada vez que podía, el cuello y la espalda, en la parte de la cintura. También tenía la costumbre de hablarme cerca, muy cerca, hasta que le sintiera su aliento. Yo me alejaba, pero él se acercaba de nuevo. Desde el primer día se inventó que nos debíamos una cena y desde el comienzo del trabajo no paraba de decir de lo lindo que iba a ser cenar juntos. En ese momento usábamos handies, y por esa vía me decía cosas fuera de lugar y me insistía con cenar. También me pidió que fuera a su cuarto. No recuerdo qué excusas le puse para no ir. Me di cuenta de que no iba a parar. Recuerdo la sensación de preguntarme ¿por qué hace esto? En un momento me animé a decirle: Basta. Ni se inmutó. Yo era como su presa. Por un lado, estaba cumpliendo mi sueño de ser periodista, y por el otro, estaba viviendo una pesadilla. Era tan insoportable que decidí pedir ayuda. Era medianoche y él seguía diciéndome cosas por handy. Lo puse en altavoz y le pedí a mi productora jefa que lo escuchara. Ella no lo podía creer. Le dije que, por favor, por más que al otro día teníamos notas importantes, me dejara irme de la cobertura, porque él no iba a parar. Ella habló con mi jefa directora. No recuerdo qué excusa le dimos, ni siquiera tengo claro por qué no dijimos la verdad. Me pagué yo misma el viaje de regreso y me fui. Tiempo después, cuando me lo cruzaba en el canal, lo evadía. Y él se hacía que no me conocía. Tuve miedo, vergüenza; quería olvidarlo, aunque nunca pude".
Testimonio 10. Año 2006. Una alumna que fue a tramitar el ingreso al doctorado de Ciencias Sociales, UBA que se encontró con Brieger testimonió: "Me presenté al Doctorado de Ciencias Sociales con beca Conicet. Al haberme especializado en Medio Oriente, le pedí que me dirigiera. Como soy de Rosario, la mayor parte de la comunicación fue por mail, y en términos cordiales. Pactamos un encuentro en Buenos Aires para que él firmara los papeles del doctorado. No me acuerdo en qué bar, pero cuando llegué, comenzó a preguntarme cuáles eran mis fantasías sexuales. Ante mi negativa a hablar del tema, comenzó a decirme que quería tener relaciones sexuales en un avión, y que le gustaba que la gente lo mirara. Me relató un encuentro en un hotel alojamiento con una mujer, que los vio alguien de limpieza y que eso los excitó más. Yo estaba helada y transpiraba del terror. Salí del bar y me subí a un taxi llorando. No entré al doctorado, no le escribí nunca más".
Testimonio 11. Año 2006. Una trabajadora de Radio Nacional que ejercía como periodista en el mismo lugar que Brieger, contó una situación de acoso además de visibilizar la actitud de apoyo de sus compañeros a Brieger: "Tenía 33 años y estaba a cargo de la revista de una asociación civil, como secretaria de redacción. Lo contacté para entrevistarlo. El encuentro fue en Radio Nacional. Al principio todo fue cordial. Entramos a una sala muy pequeña, en la que sólo cabía una mesa y una silla en cada extremo. Le hice mi lista de preguntas, y al final le consulté si quería agregar algo que yo no le hubiera preguntado. Inmediatamente, hizo una alusión a mi cuerpo. Me descoloqué, simulé no haber escuchado, y volví a preguntarle "¿querés agregar algo que no te haya preguntado?". Y volvió a decirme lo mismo. Di por terminada la entrevista, volví a mi trabajo y se lo conté a mis compañeros, que me dijeron que no exagerara, que sólo había sido un piropo".
Testimonio 12. Año 2007. En el Palacio San Martín de Cancillería argentina se encontraba una estudiante y miembra de la comunidad islámica que se cruzó con el periodista y allí pasó la peor de las situaciones: "Tenía 25 años y hacía dos años me había recibido de licenciada en Ciencias Políticas en la UBA. Vengo de una familia de musulmanes originarios de Siria. Para ese año yo colaboraba con una fundación turca, a la cual llegué a dirigir unos años después. En ese entonces se desarrollaban cenas en Cancillería, a las que acudían referentes del mundo islámico en Argentina. Una de esas noches yo conduje el evento, y por eso estaba sentada en la mesa principal. A mí lado se sentó él. Intercambiamos palabras, le hablé de mis intereses académicos, y de la nada, se acercó a mi oído y me dijo: `son tan lindas las musulmanas de acá... ¡Como vos!´ Me pareció un comentario desubicado de su parte. Mi madre estaba sentada a mi lado. Al final de la noche me dio su mail y me dijo que le escribiera, a propósito de mi investigación académica. Así lo hice. La respuesta fue mucho peor al comentario de la cena. Me preguntaba cómo era el sexo de las musulmanas. Me contaba sus preferencias sexuales y me invitaba a encontrarme con él. Nunca le contesté el mail. Siempre quedó rondando en mi cabeza qué había hecho yo para que se desubicara de esa forma... me sentía estúpida y culpable".
Testimonio 13. Año 2008. Una periodista contó que se encontró a Brieger en una conferencia de política internacional, retrató: "Trabajo como corresponsal en Medio Oriente y Asia desde hace años, cubriendo las noticias desde el lugar de los hechos. Como directora de un curso a corresponsales, lo invité a dar una charla. Luego de la conferencia fuimos a almorzar. Inmediatamente comenzó a preguntarme si me masturbaba, a decirme que no me veía bien, que estaba seguro de que mi novio no me satisfacía, y a contarme sus inclinaciones sexuales. Le dije que no me interesaba hablar de nada de eso, pero él no se detuvo. Luego de ese episodio, comenzó a enviarme mensajes. `¿Hiciste los deberes?´, me preguntaba. Se refería a lo que me había dicho en ese almuerzo: si me había masturbado frente al espejo. Yo sufrí un abuso en mi infancia, y esa situación me quebró de manera tal que siento aún en el cuerpo, en los huesos, el dolor de la humillación que me provocó no haber podido frenarlo con más determinación".
Testimonio 14. Año 2008. Una trabajadora de prensa que hizo una cobertura internacional junto a Brieger contó su experiencia: "Llegué a Túnez junto a uno de mis jefes de Télam para cubrir el viaje de la entonces presidenta Cristina Kirchner. Ahí conocí a Brieger, que era parte de la delegación. Tomamos un té con galletitas en el hall del hotel y charlamos de temas profesionales. Al día siguiente, me dijo que no podía asistir al encuentro con la mandataria, me pidió que le compartiera el audio y me dio su número de habitación. Subí, con la computadora en la mano, a dejarle el audio como favor de colega. Al llegar a su habitación, veo que tenía la puerta entreabierta. Me lo encuentro desnudo, recostado sobre el respaldo de la cama, tapándose con una sábana, masturbándose mientras me hablaba. No recuerdo cuánto tiempo me quedé ahí ni lo que me dijo. Me fui y nunca más le volví a hablar. En ese momento no le dije nada a mi jefe, no era un contexto cómodo para hablar algo así. El 99% de la delegación eran hombres. Seguí trabajando como mecanismo de defensa. Lo bloqueé. Lo negué. Pasó el tiempo y él aparecía en todos lados. Yo veía que ganaba premios y que cada vez tenía más visibilidad y más poder. Me daba miedo dar la cara y exponerme".
Testimonio 15. Año 2010. Una trabajadora de prensa de Radio AM 750 y alumna de Brieger refirió: "Tenía 25 años, daba mis primeros pasos en el periodismo. Él era bastante más grande que yo y un referente en temas internacionales. Cuando me presenté, le dije que quería dedicarme de lleno a lo internacional, que me gustaría que me contemplara si encaraba una búsqueda laboral. Me dijo que no tenía nada concreto para ofrecerme, pero que podía ayudarlo con las noticias sobre Siria, algo que comencé a hacer sin percibir un salario. Este trabajo no remunerado se mantuvo unos meses y a la par cursé su materia de Sociología de Medio Oriente (UBA). Un día fui a hacerle una entrevista para un portal digital en el que trabajaba. Me citó en el centro cultural Caras y Caretas, donde hacía su programa de radio, en la AM750. Fuimos al hall y mientras lo entrevistaba se masturbó ahí mismo, delante mío, mientras yo le pedía por favor que no lo hiciera. Había gente cerca, pero no le importaba nada. Me llevó años entender que no había tenido la culpa".
Testimonio 16. Año 2010. De nuevo, una trabajadora de la Televisión Pública detalló lo que le sucedió con Brieger: "Lo contacté para entrevistarlo. Me sorprendió su inmediata respuesta a mi correo, ya que era un sábado a la noche. Mucho más me sorprendió el tono de ese correo: me llamaba "ovejita" (la revista se llamaba Oveja Negra), me preguntaba qué estaba haciendo un sábado a la noche y me pidió que le mandara fotos. Comenté esto en la reunión de sumario con el equipo de redacción de la revista. Me ofrecieron no hacer la entrevista, o ir acompañada por uno de ellos. Sentí que ambas propuestas vulneraban mi capacidad de afrontar situaciones difíciles. Pedí que me acompañe el fotógrafo de la publicación, quien estaba al tanto de todo. La entrevista se hizo en la TV Pública, donde él era columnista internacional del noticiero de la noche. Al comienzo, todo fue normal, hasta que llegamos al camarín. Me hizo entrar y le cerró la puerta en la cara al fotógrafo. Se sacó los pantalones y se quedó en calzoncillos, camisa y corbata. Eran unos calzoncillos grandes, de esos que tienen abierto adelante, que abrió aún más para mostrarme su pene. Me quedé helada, pegada contra la puerta, agarrando el picaporte. No pude reaccionar. Cuando salimos del edificio, le conté a mi compañero fotógrafo lo que había pasado, y me dijo "Qué zarpado".
Testimonio 17. Año 2011. En la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA que fue ayudante de cátedra y alumna de Brieger, manifestó: "Lo conocí siendo su alumna en la cátedra de Sociología de Medio Oriente, que él dictaba en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Más tarde, fui ayudante de cátedra en esa misma materia. Al tiempo, también comencé a hacer algunos trabajos free lance para él. Sufrí dos situaciones claras que me incomodaron y que recién ahora, en 2024, puedo identificar como acoso sexual. La primera, fue un día en que me lo encontré en el pasillo de la Facultad poco antes de que empezara su teórico: recuerdo que nos pusimos a charlar, en principio de forma cordial, y de golpe se me acercó a la cara y me hizo un comentario sobre mi cuerpo. Me quedé inmóvil y "salí" de la situación abruptamente, ante la llegada de una de mis compañeras. La segunda situación fue por mensaje de texto, y más explícita: teníamos una cena de la cátedra y me mandó un mensaje preguntándome si después de la cena me quería `fugar con él´. Nunca le contesté; tampoco fui a esa cena. Finalmente, acordamos el pago de lo que me debía y ese fue el fin de mi trato con él. Al tiempo renuncié a la cátedra".
Testimonio 18. Año 2012. Una periodista que entrevistó a Brieger expresó: "Estaba haciendo un programa especial por las elecciones en Venezuela para el canal Hispantv, lo invité a participar, ya que él se encontraba en Caracas. Apenas lo recibí en el hotel en el que se realizaba la transmisión, me miró de arriba a abajo, fijó su mirada particular e insistentemente en mis pechos, me abrazó, me acarició la espalda de forma inapropiada y, acercándose, me habló con voz libidinosa. Continuó la entrevista sin apartar su mirada en la misma parte de mi cuerpo".
Testimonio 19. Año 2019. Una trabajadora de prensa de Radio 10, de donde rescindieron el contrato de Pedro Brieger contó su situación de acoso por parte del periodista de internacionales: "Conseguí trabajar en el programa de radio donde él estaba. Era la columnista de género. No cobraba, pero recién empezaba mi carrera y me parecía importante tener esa experiencia. Comencé a recibir sus comentarios desubicados y traté de soportarlos, pero eran constantes. Hasta que comenzó a enviarme mensajes a mi celular. Y yo, que supuestamente tenía que darles herramientas a las oyentes sobre estos temas, no sabía cómo responderle sin poner en riesgo mi trabajo. Decidí renunciar. Para explicar por qué me iba, le mostré las capturas de pantalla al productor".