El viejo hace bromas con los mozos. Comenta las novedades de Estudiantes. Les pide otro café con leche y una lapicera. Hojea las páginas del diario El Día y comienza a hacer crucigramas. Un hombre se le acerca y le pregunta si le puede sacar una foto, pero Ricardo Barreda lo mira serio y le dice:
-Señor, no sea irrespetuoso: no soy un objeto de exposición.
La foto de Barreda que envió un lector a BigBang. Se lo ve en las calles de La Plata.
El martes 12, el femicida -que el 15 de noviembre de 1992 mató a su esposa, su suegra y sus dos hijas en su casona de La Plata- fue visto en un café cercano a la estación de trenes de esa ciudad. Estaba solo y de buen humor. "Viene seguido, no sabemos si volvió a vivir a La Plata. Se sienta siempre a la misma mesa", dijo el mozo que lo atiende.
Barreda, en un café de La Plata.
En 2011, cuando vivía en Belgrano con su novia Berta André, el odontólogo viajaba a La Plata una vez por mes. "Voy al dentista y a pasear un poco, es mi ciudad, las calles donde me crié y fui feliz", le había dicho a BigBang. También es la ciudad en la que mató a sangre fría a su familia. Es más: le había dicho a su abogado que hiciera hasta lo imposible para recuperar la casa donde cometió la matanza, situada en la calle 48 entre 11 y 12 de La Plata, que al final fue expropiada y será convertida en un centro contra la violencia de género. En sus paseos callejeros recibía más saludos que insultos. Hasta llegó a firmar autógrafos.
La casa en la que Barreda mató a sangre fría.
Barreda quería recuperar su casa, su Falcon y el consultorio porque pensaba volver a ejercer como dentista. "Hay gente que me llama para que le arregle los dientes", llegó a decir.
"Hay gente que me llama para que le arregle los dientes
Hace tres meses, Barreda se quedó en la calle. Mejor dicho: el hospital donde estaba internado desde hace más de un año se cansó del cuádruple femicida y lo echó. Se dijo que iba a vivir en una pensión, pero ahora, al parecer, vive en La Plata.
"Ni lo dejamos librado a su suerte, la realidad es que la cama se necesitaba y su permanencia en este lugar no estaba justificada", dijo Hugo Gass, director del hospital Magdalena Villegas de Martínez de Pacheco, en diálogo con TN. Asumió en la dirección este año y una de sus primeras medidas fue ordenar el traslado de Barreda.
La internación de Barreda fue una primicia de BigBang.
Los días de Barreda en el hospital llegaron a su fin.
En el hospital decían que simuló estar enfermo, que maltrató y amenazó a las enfermeras, que a una médica le dijo que le iba a dar un escopetazo y que a veces va a una despensa a comprar whisky. Los que lo dicen no son fuentes anónimas, sino un grupo de trabajadores del hospital Magdalena Villegas de Martínez de Pacheco, donde el famoso cuádruple femicida que estuvo internado casi un año.
"Era manipulador, a veces se hacía más el enfermo para seguir internado. Creemos que puede autoinfligirse una herida para volver a este hospital. Clínicamente estaba bien", dijo Gass.
Los empleados del hospital habían difundido este video:
"Se cree dueño de este lugar"; dice una enfermera. "No me gusta cruzarme con un femicida"; dice otro empleado. "Odia a las mujeres. A su esposa le decía Chochán", dijo una empleada de limpieza. Un camillero agrega: "Cuando llegó dio otro nombre, es un impostor".
BigBang intentó comunicarse con las autoridades del hospital, pero no respondieron la llamada.
A
Arquímedes Puccio le ocurrió algo similar a Barreda. El siniestro secuestrador que secuestraba empresarios y los mantenía cautivos en el sótano de su casa de San Isidro, para después matarlos en descampados, pasó sus últimos años en General Pico, La Pampa. Hubo médicos que no lo querían atender por ser asesino. Hasta un peluquero lo echó. Y cuando murió, a los 82 años, un grupo de vecinos pidió que no lo enterraran en el cementerio municipal.
Las otras denuncias
Septiembre de 2016. En la puerta del hospital Magdalena Villegas de Martínez de Pacheco, un grupo de periodistas hacía guardia para obtener una de las imágenes más buscadas del día. La del cuádruple femicida Ricardo Barreda, el paciente más famoso. Pero a él sólo le preocupaba salir cuanto antes del hospital, aunque tuviera que enfrentar a la prensa. Cuando una médica lo vio en andador y con paso lento rumbo a la puerta, le gritó:
-¡Barreda! ¿Qué está haciendo?
-Me voy. No me grite, señorita.
-Usted no se va a ningún lado. No le dimos el alta.
-¿Estoy preso? No sabía.
-Está descalzo, desabrigado. ¿No le parece que lo mejor es que vuelva a acostarse en su habitación?
Barreda giró y se puso cara a cara con la médica:
-¿Y si mejor le doy un escopetazo en la cabeza?
La doctora lo amenazó con llamar a un custodio, pero no hizo falta. Barreda se calmó. Ese episodio escandaloso, que revelaron a BigBang tres fuentes del hospital, no fue el único que protagonizó el tristemente célebre dentista que el 15 de noviembre de 1992 mató a su familia en su casa de La Plata. Según pudo saber BigBang, el 10 de marzo una enfermera acusó al femicida de haberla amenazado. "Fui agredida por Ricardo Barreda verbalmente. Este señor me impedía salir de la habitación mientras me amenazaba, me dijo que me tenía en la mira y me la tenía jurada", denunció la enfermera. Su relato quedó registrado en el acta de novedades del hospital. BigBang tuvo acceso al informe:
El informe en el que la enfermera acusa a Barreda.
"Se hizo presente la supervisora y un policía, dado que Barreda estaba muy nervioso y violento. Nos gritaba ladrones", dijo la enfermera. "Dijo que iba a hacer la denuncia policial. Ojalá esto sirva para sacar a este monstruo del hospital", dijo otra enfermera.
"Me arrepiento de haber matado a las cuatro", le dijo Barreda al periodita Fernando Soriano, de Infobae, que lo entrevistó el 19 de abril.
"Este señor me impedía salir de la habitación mientras me amenazaba, me dijo que me tenía en la mira y me la tenía jurada
La versión del femicida es distinta. "Cada vez que salgo, me faltan cosas. Me roban las enfermeras. Algunas me odian y me quieren echar del hospital. A la piba esa le dije que era una ladrona y ahora inventó que la amenacé", le dijo Barreda a un enfermero del hospital.
Barreda, fotografiado por la revista Gente.
Odiado y amado
Su estadía en el hospital no fue del todo negativa para el oscuro dentista. Algunas enfermeras se encariñaron con él. Otras, ni se le acercaban.
"A Adriana no la quise matar".
En ese vacío que vive a los 81 años, el cuádruple femicida se refugió en el cuidado y la compañía de algunos enfermeros del Hospital de Pacheco. A uno de ellos le contó un secreto que guardó durante más de 25 años.
-¿Sabe qué? Dicen que no me arrepiento de lo que hice. Eso es mentira. No hay día que no sienta culpa. Lo peor es que a Adriana, mi hija menor, no la quise matar. Estaba como loco, giré, disparé y después me di cuenta que era ella.
Eso le dijo a uno de los enfermeros que lo cuida en el turno noche, según pudo saber BigBang.
"Lo peor es que a Adriana, mi hija menor, no la quise matar
El enfermero amigo de Barreda le preguntó por Cecilia, su hija mayor.
-Ella me odiaba y me quería ver muerto. Mi esposa y mi suegra le habían llenado la cabeza. A la última que maté fue a mi suegra. Pero los crápulas de mis abogados me hicieron decir que la última en morir había sido mi hija menor, así yo heredaba la casa.
Las cuatro víctimas del odontólogo.
Barreda estuvo internado por una afección en la próstata. "Nos encariñamos con él porque estaba solo. Estuvo muy mal, pensamos que no iba a recuperarse", relata una enfermera. El 16 de junio de 2016, los vecinos le festejaron sus 80 años.
Barreda, en su último cumpleaños.
"Nadie se acuerda de mí, cumplo una condena eterna, más allá de que pasé 15 años en la cárcel", le dijo a uno de los enfermeros.
"Este secreto lo llevé mucho tiempo", dijo.
Los secretos del femicida más famoso
Barreda siempre dijo que sintió que el que mataba era otro. Jura que hasta hoy siente que sus cuatro asesinatos
forman parte del plano irreal, como sumergirse en una piscina y comprobar que el mundo exterior pierde consistencia
y sus sonidos nos llegan como confusos zumbidos. Cuando mata, el asesino cava un pozo profundo del que
es probable que nunca salga. ¿Qué se siente matar? ¿Es posible olvidar el crimen que uno cometió? Son preguntas
que ni los asesinos ni los psicólogos supieron responder con certeza.
-Una persona que mata a un hombre nunca más vuelve a ser la misma persona. Imagínese cómo me puedo
sentir yo después de haber cercenado la vida de cuatro miembros de mi familia. Cuando la gota rebalsa el vaso,
cuando se rompe un dique, usted no sabe para qué lado sale el agua.
Eso dijo el femicida en una entrevista que le hicieron en radio Del Plata. En otra entrevista con el canal América,
le preguntaron:
-Barreda, ¿es feliz usted?
-Con las limitaciones del caso, sí.
-¿Está arrepentido de lo que hizo?
-Sí, estoy muy arrepentido. En general me siento muy mal y hay veces que me siento peor.
Barreda suele contar anécdotas de su juventud.
-¿Cuándo se siente peor?
-Cuando coinciden las fechas, los recuerdos y las situaciones. Todo eso me hace poner mal. Con mis hijas andábamos siempre juntos. Lo siento por mi hija más chica, que fue a la que menos le di.
Luego, el odontólogo se llevó la mano a la mandíbula y confesó:
-Todo me parece irreal, como si estuviese viviendo una cosa que no me entra en la cabeza. Es como que uno
está inmerso en algo que nunca pude prever que le pudiera llegar a pasar. Hay veces que no me doy cuenta. Todavía
lo lamento muchísimo y lo voy a lamentar toda mi vida. A veces estoy bien contento y sonriente y de repente,
pum, se viene y se me baja la máscara -y hace un gesto inequívoco con la mano, como si se pusiera una máscara
invisible.
Sonriente, en una selfie.
-En el juicio usted dijo que lo volvería hacer. Que volvería a matarlas.
-Eso no es así. Cuando me hicieron esa pregunta respondí que si las circunstancias se repitieran creo, hay
un “creo” ahí, que volvería a responder de la misma manera. Nosotros, con mi mujer, nos separamos dos veces y
siempre la fui a buscar yo a ella. Uno, por no poder salir de una situación desagradable, se encuentra inmerso en
una telaraña que lo aprisiona, lo rodea y lo lleva a una situación límite, a un cúmulo de cosas que termina por
desbordar.
-¿Qué cambiaría del pasado?
-Todo. Cambiaría todo. Bah, no. Todo no. A la escuela primaria la amé.
Barreda, durante el juicio.
Cómo apareció en un hospital
El 25 de mayo de 2016, Barreda apareció abandonado en un hospital. Todo comenzó con un llamado a la solidaridad. Una mujer publicó en su muro de Facebook la foto de un abuelo en la sala de espera del Hospital de General Pacheco. Se mostró conmovida por la mirada de ese hombre que dijo llamarse Alberto Navarro y condenó a su familia por dejarlo abandonado. Pero a las pocas horas se supo que Navarro era ni más ni menos que Barreda.
La mujer terminó por cambiar su posteo. Antes había dicho que "el abuelo necesita amor, su familia debería venir a buscarlo".
"Apareció en el hospital y dijo que no tenía dónde ir. Tenía un problema en la próstata.
Dijo que su familia lo había abandonado. Trató mal a una enfermera y quiso quedarse a dormir. Alguien le preguntó si era Barreda y dijo que se llamaba Alberto Navarro. Al rato se fue, apenas podía caminar, tenía los pantalones bajos", dijo a
BigBang una persona que fue testigo de la presencia del odontólogo en ese hospital.
El múltiple femicida junto a su última mujer, Berta, que murió el año pasado.
"Dijo que se llamaba Alberto Navarro, pero todos sabíamos que se trataba de Barreda
Insólito. Barreda, cuando reclamó en una marcha contra la inseguridad.
Barreda vivía en en la casa de un amigo en Troncos del Talar, Tigre, donde fijó domicilio para la libertad condicional que le fue otorgada al borde de fin de año. Está cerca del hospital donde fue fotografiado. Lo llamativo es que la mujer que posteó la foto y el mensaje "conmovedor" nunca reparó que el "pobre abuelo con mirada tierna", al que su familia debería ir a buscar, fue el hombre que hace 25 años mató con frialdad a las mujeres de su familia.
Vivía en una vieja casa en General Pacheco. Foto: Diario Perfil.
El infierno de la familia barreda había comenzado con lo que parecía un simple asunto doméstico. Como se ha dicho, hay tragedias
que comienzan con un acto banal. Ese día, el dentista Barreda agarró un plumero y le dijo a su esposa Gladys
Margarita Mac Donald, de 57 años:
-Voy a limpiar las telarañas del techo.
-Qué bien. Andá a limpiar que los trabajos de conchita son los que mejor hacés.
-¿Sabés qué? El conchita no va a limpiar nada la entrada. El conchita va a atar la parra porque las puntas andan jorobando -dijo Barreda como si no hubiese escuchado el insulto.
"¿Sabés qué? El conchita no va a limpiar nada la entrada. El conchita va a atar la parra porque las puntas andan jorobando
Sin embargo, esa fue la versión del asesino. Hasta se sospecha que inventó que le decían Conchita. Lo cierto es que después de matar fue a ver jirafas y elefantes al zoológico porque eso lo relajaba. Y luego tuvo sexo con su amante en un hotel alojamiento y la invitó a comer pizza.
Barreda y la fallecida Berta, a quien llamaba "Chochán". Foto: Yamila Murán Leivas.
Desde que salió en libertad, Barreda juró que no volvería a matar. Que aquello, lo de su esposa, su suegra y sus dos hijas, había sido un momento único e irrepetible. Eso le dijo a un amigo, como si se desfigurara a medida que dejaba escapar las palabras y se vaciara por dentro. Luego hizo silencio y apoyó la pera en las palmas de sus manos. Como si buscara sostener su cara a punto de caerse. Una cara que no era la misma; ahora llevaba en sus rasgos la sombra de su desdicha, tatuada entre las arrugas, los lunares y las líneas rígidas dibujadas en la piel de cuerina, en la piel que ahora se bifurca en los pliegues imperfectos de sus cuatro crímenes.