03 Febrero de 2023 16:17
El hecho parece una película con un guion increíble. Todo sucedió hace pocos días. Durante todo el año, un matrimonio del barrio San Carlos, en La Plata, ahorró para irse de vacaciones en Chubut. Viajaron el 29 de diciembre y regresaron el 28 de enero. Pero al volver, se llevaron una desagradable sorpresa: no podían ingresar a su hogar porque habían cambiado la cerradura y un grupo de personas la habían usurpado.
Rápidamente, Ramiro Chayle, el dueño de la propiedad realizó la denuncia en la Policía Bonaerense y dio detalles de lo que había encontrado en su domicilio de la calle 133, entre 40 y 41. En ese sentido declaró que habían cambiado la cerradura de su hogar, que habían roto la reja y que había personas en el interior de la vivienda.
En su denuncia, Chayle explicó: “Cuando volvimos de las vacaciones no pudimos entrar a nuestra casa. Y oíamos voces en el interior. Pero nadie nos abría. Primero pensamos que eran ladrones. Pero luego nos dimos cuenta que habían usurpado nuestra casa. Nuestros vecinos contaron que vieron movimientos de gente desconocida pero pensaban que eran conocidos que nos cuidaban la casa”.
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Y siguió: “Esto es una pesadilla. Es un desastre”. Los denunciantes le explicaron a la Policía que la puerta de reja de la entrada había sido forzada y sacada de cuajo. Además habían roto el picaporte y cambiado la cerradura. Lo que les impedía lograr ingresar para recuperar su casa.
En una entrevista con el diario La buena info, Chayle también afirmó: “Desde adentro había gente que decía que llamaría a la Policía diciendo que yo estaba usurpando una casa, cuando en realidad era la mía. Era el mundo del revés. Por eso fui primero a hacer la denuncia porque temí que encima se la quedaran”.
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En la Subomisaría La Unión, el dueño original llevó las facturas de las empresas de la luz, el agua y el gas que corten rápidamente los suministros, y que estaban a su nombre. Además llevó diversas pruebas fotográficas en el interior de la vivienda. Finalmente, la Justicia ordenó desalojar la vivienda.
Durante ese tiempo, el afectado debió presentar la escritura de la propiedad y vivir en su auto, mientras los vecinos le prestaban el baño y le hacían la comida a él y a su esposa. Durante el desalojo, los usurpadores, un hombre, su esposa y un niño de cinco años, dijeron que habían comprado la vivienda y que los estafaron. No tenían ni un solo documento que acreditara sus dichos. Se fueron del lugar sin ningún problema.