Una locura. Una atrocidad. Una injusticia. Un asesinato que San Justo no olvidará por mucho tiempo. En la tarde del sábado, Silvestre Reynaldo Quiroz, un hombre de 35 años de nacionalidad boliviana, atendía su almacén, ubicado en Parral al 3400, entre Pampa y Derqui, en La Matanza.
En un momento, Matías Andrade, un hombre de 29 años, vecino y cliente habitual de Quiroz, ingresó al local, se robó dos latas de cervezas y salió a la calle. Según testigos, estaba borracho. Nadie preveía que se desataría una escena horrible.
Tras ver que se llevaba las cervezas sin pagar, Reynaldo salió a a la calle y le exigió el dinero. Enojado porque el almacenero le exigía que le pagara, el joven sacó un nunchaku, un arma utilizada en artes marciales que tienen dos barras de madera unidas por una soga o cadena, de su campera y lo golpeó incontables veces.
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Herido, pero aún con fuerzas, el hombre corrió hacia la calle. Quería huir de los golpes pero parecía imposible. Andrade estaba furioso. Y no tuvo piedad. Cuando vio que estaba tirado en el piso y algunos vecinos se acercaban a separarlos, sacó un cuchillo y se lo clavó muchas veces. Lo acuchilló en el abdomen, en la espalda y en los brazos. Una y otra y otra vez.
Al ver lo que había hecho, el asesino huyó. Mientras tanto, los vecinos llamaron a una ambulancia. Como no llegaba. Un vecino lo subió a su auto, acompañado por la esposa y el hermano de Reynaldo y lo llevaron hasta el Hospital Balestrini de Ciudad Evita, donde murió tras una operación.
A esa altura, la Policía ya buscaba al asesino por la zona, que había cometido un raid delictivo. Primero amenazó con la cuchilla ensangrentada a un hombre de 53 años en Rafael Castillo y le robó una camioneta Volkswagen Suran negra. A las pocas cuadras, en la esquina de Peribebuy y Coronel Lynch, la abandonó y dejó el arma adentro. En mismo lugar, amenazó a un hombre de 66 años y le robó un Renault Megane.
En un operativo cerrojo, la Policía Bonaerense lo detuvo en el barrio San Alberto. Había querido robar otro vehículo. Pero chocó y los vecinos lo redujeron. Estaba golpeado. Su rostro ensangrentado. Además tenia las manos y la ropa también llenas de sangre. Pero no era la suya, era la de Reynaldo. El asesino se negó a declarar ante el fiscal Gastón Bianchi, de la UFI Nº 3 descentralizada de San Justo.
A Andrade le imputaron los delitos de homicidio agravado criminis causae y robo calificado por el uso de armas en dos hechos. Al confirmarse la muerte del comerciante, la causa quedó en manos de la Fiscalía especializada en Homicidios de La Matanza, a cargo del fiscal Marcos Borghi, que ordenó la realización de la autopsia al cuerpo de Quiroz.
La familia de Quiroz quedó destrozada. Su esposa, Hilaria Beserra, aseguró, quebrada por el dolor: “Mi marido se escapó y lo corrió. Mi nena chiquita estaba afuera y lo vio todo. La metí a rastras adentro del negocio porque quería venir conmigo”. Y completó: “Fue terrible lo que le hizo. No podemos más. Es un dolor muy grande”. En Facebook escribió: "Vuela alto, mi amor".
En tanto, el hermano de la víctima relató: “Un cliente me avisó que mi hermano estaba tirado en la calle. Cuando llegué estaba todo ensangrentado y pensé que alguien lo había chocado. Había un montón de gente pero la ambulancia no llegaba. Lo ingresaron rápido en la guarida y no lo pude ver más. No pude salvarlo”.
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La autopsia al cuerpo de Reynaldo determinó que los golpes con el nunchaku no fueron mortales. De hecho, en la causa figuran como heridas leves. En cambio, las heridas mortales fueron los cuchillazos. Según el informe, recibió nueve puñaladas entre la cabeza y el cuerpo. A eso se le sumó un corte profundo en el tórax que fue letal. En la grabación se ve toda a secuencia.
Aunque en un primer momento el asesino se negó a declarar, fuentes oficiales aseguraron que dijo, en la comisaría de San Justo: “Estaba muy drogado y no me acuerdo de nada”. Ahora, la familia del almacenero pide Justicia. Y carga con un dolor profundo por su injusta muerte.