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Justicia por María

"Solo les pedí que la cuidaran": el desgarrador testimonio del padre de María Maidana, la nena asesinada en Formosa

La pequeña de cinco años fue hallada asesinada dentro de una bolsa de arpillera a metros de su casa.

24 Abril de 2025 11:21
María Maidana
María Maidana

"Si no la querían, ¿por qué no me llamaron?". La pregunta se clava como una daga en el corazón de un padre roto. Esa es la frase que repite, entre lágrimas, Juan Carlos Quintana, el papá de María Maidana, la nena de cinco años que fue hallada asesinada dentro de una bolsa de arpillera, enterrada a escasos metros de su casa en Colonia Weitzel, Formosa. La imagen del hallazgo aún retumba en la memoria colectiva. Pero detrás del crimen, de los datos forenses, de los informes policiales y del hermetismo judicial, hay una historia de dolor puro: la de un hombre que confiaba en quienes ahora son señalados como los principales sospechosos del asesinato de su hija.

María Maidana, de cinco años
María Maidana, de cinco años

"Él se crio conmigo", dice Juan Carlos en diálogo con El Medio, al hablar del padrastro de la nena, Néstor Pérez. "Era como un hijo para mí". La ironía cruel de esa frase desgarra. Pérez, pareja actual de Rosalía Maidana -la madre de la niña- está detenido, al igual que ella, por el delito de homicidio calificado. Juntos enfrentan la acusación de haber sido responsables del crimen que hoy sacude a Formosa y al país entero. Juan Carlos habla con la voz quebrada. 

No grita. No insulta. Apenas puede juntar fuerzas para relatar cómo vivió estos días de infierno. Nunca imaginó este final. "Lo único que les pedí siempre era que cuidaran a mi hija", repite afirmó, como si esa súplica aún pudiera cambiar el destino. Como si aún existiera un lugar donde su pequeña siga viva, riendo, jugando, ajena al espanto que terminó sepultando su vida a los cinco años. El martes por la tarde, la peor noticia llegó. 

La Policía encontró una bolsa enterrada, con tierra removida, a unos 1200 metros de la casa donde vivía la niña. Adentro, el cuerpo de María. Sin consuelo, sin justicia, sin voz. La denuncia no la hizo su madre. Ni su padrastro. Ni los vecinos. Fue la abuela paterna la que, al notar su ausencia en el jardín, encendió la alarma. La cadena de mentiras tejida por la madre comenzó a desmoronarse rápidamente. Primero dijo que la nena estaba con una tía en El Colorado. 

Luego, que se había caído al río Bermejo y que no lo contó por miedo. Pero nada encajaba. Las contradicciones fueron tantas que las autoridades dispusieron un allanamiento inmediato. Así comenzó la reconstrucción de un crimen que, a cada paso, revela un grado más de crueldad. Durante el operativo, además del hallazgo del cuerpo, los agentes secuestraron sábanas con manchas de sangre, una escopeta calibre .16 y un revólver .22. 

Las pericias intentan ahora determinar si hubo violencia previa, si María fue víctima de un infierno silencioso que nadie detectó a tiempo. Para Juan Carlos, sin embargo, no hay autopsia que le devuelva la paz. "No entiendo por qué no me dijeron nada. Si no podían con ella, me hubieran llamado", insiste. Y en esa frase -simple, brutal, honesta- se condensa toda la tragedia: un padre que hubiera dado todo por su hija, y que se entera demasiado tarde de que ya no tiene a quién abrazar.

Fue encontrada este martes dentro de una bolsa arpillera, enterrada a unos 1200 metros de la casa
Fue encontrada este martes dentro de una bolsa arpillera, enterrada a unos 1200 metros de la casa

El caso deja al desnudo no solo un crimen atroz, sino el colapso de los sistemas que debieron proteger a María. ¿Quién controla las ausencias en el jardín? ¿Qué protocolos existen para detectar negligencias o violencia en el hogar? ¿Dónde estaban los ojos del Estado cuando más los necesitaba? Hoy, mientras los sospechosos esperan su destino entre rejas, y la investigación se profundiza bajo la órbita de los juzgados N°2 y N°7 de Formosa, Juan Carlos camina por los pasillos del dolor. Nadie le enseñó a enterrar a una hija. Nadie puede explicarle por qué. Solo le queda aferrarse a esa última frase, la que sigue repitiendo con los ojos enrojecidos: "Solo les pedí que la cuidaran".

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