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“Son buenos chicos”: el rugbier “número 11” intentó defender a los acusados pero ubicó a todos en la escena del crimen

Se trata de Tomás Colazo, que estaba con los asesinos de Fernando pero no participó de la golpiza.

16 Enero de 2023 16:41
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Apenas habían pasado algunas horas del asesinato de Fernando Báez Sosa, cuando la Justicia comenzó a buscar al denominado rugbier “número 11”, es decir, un individuo que se les sumaba a los acusados por la golpiza. Durante esa misma jornada, dieron con Tomás Colazo, un amigo del grupo de rugbiers, oriundo de Zárate que había salido con ellos.

 

Ese joven, cuyo apodo es Pipo, no dormía en la misma casa que habían alquilado los jóvenes en Villa Gesell ya que estaba de vacaciones con su madre. Solo se sumaba al grupo para salir a bailar, ya que por entonces era menor de edad y ser parte de un grupo de mayores de 18 le servía para pasar a las discotecas. Ese  18 de enero estuvo en Le Brique con los rugbiers y, a la madrugada, estuvo cerca de la golpiza.

 

Como nunca hubo pruebas en su contra, quedó afuera de las acusaciones. Pero hoy declaró durante la novena jornada del juicio. En sus declaraciones afirmó sobre el ataque de Máximo Thomsen a Fernando: “Yo intenté frenarlo. Lo agarré del brazo. Pero no pude hacer nada”. Al ser consultado sobre lo que sucedió después dijo que no se acordaba de nada.

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Luego dijo: "Del lugar nos retiramos caminando, seguimos derecho yendo para la casa de los chicos. Cuando volvíamos caminando, no es que hablábamos todos juntos sobre algo, algunos charlaban en grupitos, pero no sé de qué”. Y agregó: "No puedo determinar qué tan lejos del boliche nos detienen dos policías, recuerdo que le pidieron el DNI a algunos de los chicos".

 

Cuando la querella le preguntó si los rugbiers celebraron la golpiza sobre Fernando, contestó que no se acordaba. Así lo hizo con todas las preguntas. Solo recordó que tras esa golpiza, se fue con Blas Cinalli a comer a una casa de comidas rápidas. Pero contó que como no tenía dinero, fue a la casa de los rugbiers, se quedó solo cinco minutos y se fue porque al otro día debía recibir a sus amigos. Al otro día, vio la noticia en el noticiero, le contó a su madre, se quedó todo el día en la casa esperando que su padre viajara a Villa Gesell y espero a ir a la Policía.

 

 

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Hacía el final de la declaración que duró una hora, Fernando Burlando, representante de la familia Báez Sosa, le preguntó qué es lo que piensa sobre los ocho imputados. Entonces el joven respondió: “No los puedo evaluar por esto que pasó”. Y ante una repregunta de Burlando, agregó: “Son buenos chicos”.

 

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