17 Marzo de 2025 11:07

San Justo está de luto. El asesinato de Gabriel Quinteros desató una ola de indignación y desesperación. En la noche del viernes, cuando intentó frustrar el robo de una moto junto a sus amigos, recibió un disparo mortal. Su crimen: haberse resistido al avance del terror que azota a las calles del conurbano. Hoy, sus vecinos y familiares claman justicia en medio de una realidad que parece no dar tregua.
Claudia, prima de la víctima, fue la encargada de poner en palabras el dolor de su familia: "Gabriel quiso detener un robo junto con sus amigos y, porque son dueños de tu vida, tiraron y le dieron". Entre lágrimas y furia, la mujer aseguró que no se trató de un simple robo: "No son chorros, son asesinos". La angustia la ahoga. Como a muchos otros, le cuesta creer que su primo haya caído en manos de quienes, con impunidad, gobiernan las noches a sangre y fuego.
La comunidad reaccionó con bronca y desesperación. El domingo por la noche, vecinos y allegados de Quinteros marcharon hacia la Municipalidad y la comisaría local. Entre el sonido de bocinas, carteles y el fuego de neumáticos que iluminaban la protesta, se alzó un solo reclamo: seguridad y justicia. Pero más que eso, se sintió la desesperanza de una sociedad que se sabe desprotegida. Mientras la familia llora su pérdida, la investigación sigue su curso.
La Policía Bonaerense detuvo a un adolescente de 16 años, apodado "Pepo", señalado como uno de los atacantes. Se cree que era quien conducía la moto desde la que se disparó contra Quinteros. Pero su prontuario deja en claro que este no fue su primer crimen. Tenía antecedentes por tenencia ilegal de armas, abuso de arma y robo agravado. El operativo para dar con él incluyó seis allanamientos, en los que se secuestraron un casco negro y una campera, elementos clave para la causa. Sin embargo, aún falta capturar a su cómplice, el autor del disparo fatal. La comunidad espera respuestas, pero la justicia parece siempre llegar tarde.
El crimen ocurrió en una esquina que hasta el viernes era solo una barbería más del barrio. Hoy, es un símbolo de la impotencia. Quinteros y sus amigos vieron cómo dos motochorros intentaban robar una moto estacionada. Gritaron, intentaron evitar el asalto. Pero la respuesta de los ladrones fue inmediata y letal. Un disparo, una bala que perforó el abdomen de Gabriel, y todo terminó. Sus amigos lo cargaron en un auto y lo llevaron al hospital Paroissien. Los médicos hicieron lo imposible. Durante más de tres horas, intentaron salvarle la vida. Pero la herida era demasiado grave. A las tres de la madrugada del sábado, Gabriel dejó de luchar.
La autopsia confirmó lo que todos temían: murió desangrado por el impacto del proyectil. La noticia se expandió como un eco de horror en San Justo. Esa misma tarde, vecinos, amigos y familiares se reunieron para exigir respuestas. "No sabemos cómo hacer esto, pero él nos va a dar fuerzas", dijo Claudia entre sollozos. La convocatoria para una nueva marcha ya está en marcha: será este lunes, a las 19 horas, en el cruce de Arturo Illia y Lynch, el lugar donde Gabriel fue asesinado.
Desde allí, el reclamo se trasladará hasta la plaza San Justo. "No sabemos cómo pedir que nos ayuden", expresó la prima de Gabriel. Su voz es la de muchos. San Justo ya no es solo un barrio de La Matanza. Es el reflejo de una Argentina herida, donde el miedo se convirtió en rutina y la violencia en una condena diaria. Las autoridades, que una vez más llegan tarde, prometen justicia. La causa pasó del fiscal Diego Rulli al fuero de Responsabilidad Penal Juvenil. La policía asegura que sigue trabajando para capturar al asesino. Pero para la familia de Gabriel, la justicia no devuelve vidas. No cura el vacío, ni la impotencia.