Horror. Eso es lo que vivieron Daniel Godoy y su hijo Valentín durante los 13 días que el pequeño de 13 años -el 2 de mayo iba a cumplir 14 años- estuvo internado en el hospital materno infantil San Roque, de la ciudad de Paraná, provincia de Entre Ríos. Allí, Valen llegó con una “leve” apendicitis, un cuadro que no suele traer complicaciones si se trata como se debe y no deriva en una peritonitis.
Sin embargo -y pese al pronóstico de los médicos, los cuales le aseguraron a la familia del pequeño que se trataba de una operación “sencilla”- nada salió como se esperaba.
En un lapso de cinco días, Valentín fue operado en cinco diferentes oportunidades debido a una hemorragia estomacal e infección en los puntos de sutura de la primera intervención quirúrgica.
El adolescente sufrió cuatro infartos y su cuadro empeoró en ese nosocomio hasta que finalmente falleció el 7 de abril. Del otro lado del teléfono, entre lágrimas y muy conmovido por la situación, Daniel aceptó hablar con BigBang y detalló el calvario que atravesó su pequeño y toda su familia debido a los profesionales que lo atendieron en el hospital materno infantil San Roque.
Durante el cumpleaños de su hermana, el 24 de marzo, entre risas y chistes, Valentín comenzó a sentirse mal.
“Yo lo llevé el 24 de marzo, justo era el cumpleaños de mi hija. Vivíamos los tres solos y empezó a quejarse de que le dolía la panza. Ya tenía algunos dolores del día anterior, pero ese día, a la 12 la noche, lo llevamos a una salita y de ahí lo derivaron al hospital”, contó Daniel.
Y siguió: “Le hicieron placas y me dijeron que era el apéndice. Quedó internado y a las 11 de la mañana del 25 de marzo lo operaron. Me dijeron que era una operación sencilla y que el apéndice no se le había reventado”.
Pero luego de la operación, el cuadro de salud de Valentín no sólo no mejoró, sino que empeoró: “Empezó con fuertes dolores de estómago”, recordó su papá.
“Le dolía mucho el estómago y los médicos no lo revisaban, le decían que era imposible que le doliera. Por eso él (por Valentín) se la aguantaba hasta que empezó con vómitos. Le pusieron una sonda y empezó a largar todo por la nariz. Después hacía arcadas y ahí, luego de que les gritara a los médicos el 29, decidieron operarlo de nuevo”, señaló.
Cada frase lo hace recordar, abre la herida que todavía está lejos de comenzar a sanar. Una, dos y hasta tres lágrimas recorren la mejilla de Daniel, hasta que vuelve a tomar fuerza y continúa con su relato de los hechos: “Me dijeron que lo tenían que operar de nuevo porque tenía un “pegote” que se hizo por la primera operación en el estómago”.
Fue entonces que el dolido papá lanzó su primera denuncia contra el hospital: “Cuando falleció mi hijo, me enteré que la encargada de la primera operación, la cirujana, fue una chica de 26 años, una residente”. Un médico residente es un profesional que, apenas logrado su título, decide realizar una especialidad de medicina a través de un postgrado o beca.
Según contó Daniel, el médico cirujano que le pasaba el parte de su hijo era Octavio Gómez Núñez, quien además era el responsable de la operación. “Pero nosotros no vimos quien estaba en la sala. Si finalmente la encargada de hacer la operación fue la chica de 26 años. Yo solo sé que practicaron con mi hijo y me lo mataron”, sostuvo, dolido y enfurecido.
Tras esa segunda intervención quirúrgica, que se realizó por la zona del ombligo, según le contó Daniel a este portal, los médicos decidieron cortarle los puntos de la primera operación debido a que se habían infectado: “Comenzó a salir pus como sangre de una forma impresionante. Lo desinfectaron mientras él gritaba del dolor, lo trataron de muy mala manera”.
Daniel remarcó que los médicos en ninguna oportunidad pudieron, o no quisieron, explicarle qué le ocurría a Valentín. “Como no mejoraba, lo operaron una tercera vez del lado del ombligo. Ellos no sabían qué le pasaba, no me sabían dar una explicación. Yo me peleaba con ellos, pero me dijeron que me calmara porque ellos entraban a operarlo nervioso”, contó.
Y siguió: “Después de la tercera operación lo pasan a terapia intensiva por seguridad. Después de unos días, me preguntaron si lo podían pasar a sala común porque lo veían bien y que se asustaba porque había chicos terminales. Pero cuando lo volví a ver en la sala común, estaba amarillo y tenía acelerado su corazón. Me dijeron que estaba anémico”.
Esto ocurrió el 5 de abril, diez días después de la primera operación por apendicitis. “Le mandaron a hacer análisis, pero no cambio más el color. A la tarde vinieron pediatras y médicos, llamaron a una chica de terapia y le empezaron a decir de todo a la cirujana. Pidieron sangre para una transfusión y la cirujana lo quería hacer en esa habitación como si fuera suero”, resaltó.
Y continúo: “Empezaron a gritar los médicos, a ir de acá para allá. Ahí me dijeron que se estaba muriendo -pausa debido a que no puedo contener las lágrimas- le agarraron cuatro paros cardiacos. Una hora estuvieron para reanimarlo. Se le habían reventado los vasos sanguíneos en el estómago, la sangre qué le ponían la largaba por ahí”.
La voz se le entrecorta, la tiene quebrada, no puede creer que su hijo ya no esté. “Nos dijeron que si sobrevivía no sabían cómo iba a quedar. Lo operaron para ponerle gasas en el estómago para evitar el sangrado y ahí levantó fiebre. Nos dijeron que se le licuaba la sangre. El día 7 de abril a la mañana lo operan para sacarle las gasas, pero la fiebre era demasiado alta”, recordó.
Según explicó, los medicamentos no eran suficiente para bajarle la temperatura: “El cirujano nos dijo que por las dudas le cortaba el intestino. ¡Todo era por las dudas! Le dejaron el intestino para afuera y la tarde de ese 7 de abril, me llamó la mamá y a las 19 horas falleció”.
Daniel no tiene dudas: su hijo fue víctima de un nuevo caso de mala praxis que, según le detalló a este sitio, son más recurrentes de lo que pensaba en ese nosocomio. “Yo sufrí más esos trece días que estuvo internado, que cuando falleció. Yo lo vi sufrir muchísimo a mi hijo”, resaltó.
Decidió hacer la denuncia en la Comisaría 2da de Entre Ríos. "Ese hospital es muy bueno, pero está muy mal manejado. Me llamó gente que pasó por lo mismo que yo y me dicen que solo les quitan los títulos a los médicos tras las denuncias y que después vuelven a ejercer. Mi hijo era un chico muy bueno, no tenía maldad. Es difícil la situación para todos”, concluyó Daniel, luego de quebrar en llanto y reclamar justicia por su hijo.