04 Febrero de 2022 15:56
Una adolescente de 14 años vivió una noche de terror en la ciudad de Rosario. La víctima, a quien llamaremos A. para resguarda su identidad, salió de una iglesia del barrio Tablada, al sur de la ciudad santafesina, como hacía casi a diario.
No sabía que iba a vivir una pesadilla cuando se dirigía a su casa, cerca de las 22. Justo cuando pasaba por la puerta de una casa de las calles Coronel Biedma y Alem, un hombre salió y le pidió ayuda. Ella se acercó para ver qué le pasaba. En ese instante empezaría lo peor.
El hombre la golpeó en la cabeza, la empujó al interior de su vivienda, la tiró al piso y la ató. Después de eso, le siguió pegando. El calvario de A duró cuatro horas. Además de ser torturada y molida a golpes, el secuestrado la violó en varias oportunidades.
Para ese entonces, su familia estaba desesperada. Sabían que algo malo le había ocurrido a la adolescente, que jamás se había ausentado de su hogar de esa manera. Antes de hacer dos denuncias en dos comisarías, los familiares de A. fueron hasta la casa de otro joven que aseguran estaba obsesionado con ella y la hostigaba. Pero no estaba en ese lugar.
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La desesperación seguía en aumento. Y nadie sabía lo que estaba sufriendo la jovencita quien a pesar del sometimiento del que era víctima, se mantuvo luchando hasta el final. De hecho, gracias a su valentía salvó su vida. Ocurrió cuando al violador se le cayó el teléfono cerca de ella. A pesar de estar atada, ella lo agarró y lo escondió.
Un rato después, en un descuido del hombre, marcó el 911 para pedir ayuda. Pero no podía hablar. En todo momento, ella era vigilada por el violador. Además de que le pegaba, la sometía sexualmente y la amenazaba de muerte. Afortunadamente, la operadora escuchó lo que estaba viviendo la chica de 14 años y dio aviso a la Policía.
A partir de ahí comenzó el operativo para salvarle la vida a A. Los oficiales rastrearon la llamado y llegaron hasta la cuadra desde donde se emitía la señal del celular. Pero el despliegue no servía de nada porque no sabían en qué casa se encontraba secuestrada.
En el mismo momento, y según pudo relatar A., el captor detectó que se había montado un operativo policial y después de golpearla, la amenazó. Le dijo que se pusiera un vestido que tenía en su ropero y que se hiciera pasar por su hermana. “Si no hacés lo que te digo, te clavo este cuchillo en la garganta”, le gritó.
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A. sabía que tendría una chance de sobrevivir. Le dijo que haría lo que él le pedía. Tras vestirse, se mantuvo en silencio y atenta hasta que llegaran los oficiales hasta la vivienda. Cuando el violador le abrió la puerta a la Policía, ella gritó y sacó una de sus manos por la venta.
De inmediato, el hombre fue tirado al piso y esposado. Los policías se encontraron con un paisaje terrible: A. estaba ensangrentada, tenía sus ropas desgarradas y su ropa interior estaba tirada por la habitación. De inmediato dieron aviso a urgencias para que enviaran una ambulancia.
En estado de shock y golpeada, A. fue trasladada al Hospital de Niños Víctor J. Vilela. Ahí la trataron, le hicieron curaciones y el protocolo para atención integral para víctimas de violaciones sexuales, con el que se realizan diversos estudios y tratamientos para evitar la infección de enfermedades de transmisión sexual y embarazos. Ahora, A. sigue internada y está fuera de peligro.
Tras la detención del secuestrado y abusador, de hombre que fue Diego Ezequiel C., de 34 años, una sobrina del hombre lo denunció por abuso. De inmediato, los vecinos y familiares de A. cortaron la calle y se manifestaron frente a la casa del violador, en Biedma al 900. Le tiraron piedras a la propiedad y prendieron fuego muebles. La causa quedó a cargo de la fiscal Cecilia Brindisi.