Hace casi un cuarto de siglo, su nombre saltó tristemente a la fama por asesinar a su esposa, su suegra y sus hijas. Sin embargo, hoy, a sus 80 años, Ricardo Barreda parece, tal cual lo define la nota de Gente, “un abuelo indefenso”.
Barreda al sol. Foto: Gente.
La revista fue testigo exclusivo de cómo pasa hoy sus días el odontólogo platense, quien sale a caminar y, después de repasar los resultados de las quinielas y loterías en el suplemento Fortuna del Diario Popular, se sienta a descansar en un banco del parque del hospital Magdalena V. de Martínez de General Pacheco, en el partido de Tigre.
El odontólogo suele revisar los resultados de las quinielas en un puesto de diarios cercano. Foto: Gente.
Vale recordar que tras la muerte de Berta André, su última novia, y a quien había conocido en la cárcel, Barreda dejó la casa de la calle Vidal al 2300, en el barrio de Belgrano, para mudarse a una pensión en Los Troncos del Talar.
Sin embargo, en junio del año pasado fue internado en este hospital por sufrir síntomas de demencia senil y debido a que, producto de una infección, había perdido diez kilos.
Barreda fue derivado al hospital tras la muerte de Berta André, su última novia.
Y, si bien al principio la estadía estaba contemplada hasta tanto se recuperar, Barreda parece haberse aferrado con el paso de los días al lugar en el que el fotógrafo de Gente lo captó.
“No hay día que me despierte y no sienta culpa por lo que hice”, le confesó poco tiempo atrás a uno de los enfermeros que lo atendía. Un recuerdo que acaso sólo el avance de esa demencia senil que lo derivó a su actual morada logre borrar para siempre de su mente.