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"Trofeo de guerra": ¿por qué el fisicoculturista guardó los borceguíes de su víctima?

Néstor Monzón se quedó con los zapatos de la mujer que secuestró y violó. Escribió un cartel con una frase que lo define como persona.

por Gisela Nicosia

16 Noviembre de 2016 10:01
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"Trofeo de guerra". Néstor Monzón escribió esa frase de su puño y letra, junto a un par de borceguíes. No era un detalle más. ¿A qué llama "Trofeo"? ¿A qué "guerra" se refiere?

Según consta en una denuncia, mantuvo cautiva a una mujer que citó en su casa para contratarla como empleada doméstica. La secuestró, maltrató, abusó y vejó. Luego la abandonó en la calle, pero se quedó con los borceguíes de ella. Secuestró. Maltrató. Abusó. Vejó. Cada uno de esos verbos fue una tortura que una mujer no podrá borrar de su mente y de su cuerpo. 

La impunidad de este agresor no tiene fin. Sus horrorosos actos durante seis días no le bastaron, al punto que ni se preocupó por ocultar evidencias. En los informes policiales se destaca la descripción del hallazgo macabro y nuevamente la frase "Trofeo de guerra". En ese cartel de tres palabras queda representada la profundidad de la violencia de género. 

El físicoculturista habría mantenido 6 días secuestrada a una mujer. 

¿Qué le pasó por la cabeza al escribir ese mensaje? ¿Qué pensó durante seis días mientras mantuvo a esa mujer en su casa? ¿En algún momento se lo preguntó? ¿Y sus amigos? ¿Es un caso aislado? ¿Un nuevo código masculino? ¿Cuántos hombres más se quedan con un "trofeo de guerra"? ¿Cómo se frena esta locura que mata mujeres?

Es necesario reflexionar. Pensar en las mujeres, pensar en los hombres. Pensar en una sociedad donde los trofeos sean otros y las guerras, en todos sus tipos, no existan. 

El denunciado abusó y torturó a la víctima y luego la liberó.

El psicólogo Santiago Gómez  habló al respecto con BigBang.

"¿Por qué los violentos ven a la mujer como un trofeo de guerra? Puede decirse que perciben e interpretan los hechos de la realidad de manera diferente a la del común de las personas, porque poseen una psicología diferente, que hace que muchos de sus actos sean difíciles de comprender. Las personalidades psicopáticas tienen a reducir al otro al lugar de objeto; no lo ven como un igual, es una propiedad y con la que pueden hacer lo que ellos quieren" sostuvo.

Gómez repasa los últimos casos resonantes de femicidio. Lucía Pérez, por ejemplo. Una joven de 16 años que fue drogada, torturada y empalada hasta morir, en Mar del Plata. "Muchas veces llegan a violar y hasta matar a la víctima, sin sentir culpa de lo que hacen, y plena conciencia de sus actos. Es su misma personalidad, que los lleva a quedarse con objetos de la víctima, que los guarda y los muestra como trofeos, como signos de superioridad. El mensaje es "yo lo hice, y me siento orgulloso de lo que hice", dijo.

El pedido que se reitera una y otra vez.

Esto mismo se refleja en distintas películas. Por ejemplo, en "El silencio de los inocentes", en donde cada víctima, además de ser asesinada con crueldad, era despellejada y su piel era reutilizada.

"El silencio de los inocentes".

También en "El coleccionista de huesos", el asesino descuartizaba los cuerpos y reunía partes de ellos para dar un mensaje. 

"El Carnicero de Milwaukee", que cuenta la historia verídica de Jeffrey Lionel Dahmer, uno de los asesinos más populares del siglo pasado, pero no por la cantidad de víctimas sino por el grado de crueldad. Desde pequeño, asesinaba animales y coleccionaba partes de ellos, y lo mismo hizo con seres humanos. 

"NOS QUEREMOS VIVAS"

No hay dudas de que se debe encontrar una manera para detener la violencia de género. Y lo primero es no mirar para otro lado. Al respecto, Gómez sostuvo: "Es importante que cada uno de nosotros nos involucremos desde nuestro lugar, denunciando al golpeador, y siendo solidarios con la víctima, teniendo una actitud empática, y derribar las distorsiones cognitivas. La violencia de género jamás está justificada y debe de ser un problema que nos compete a todos, instituciones e individuos", concluyó. 

El mensaje debe detenerse, al igual que la guerra imaginaria para que no se convierta nunca más en realidad, como sucede en cada golpe, puñalada y violación que sufren las mujeres víctimas de este mal.

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