27 Febrero de 2024 09:15
Roberto Eduardo Wolfenson Band tenía 71 años y fue hallado muerto el pasado viernes por la tarde, en su casa ubicado en el barrio cerrado La Delfina. El hombre vivía junto a su esposa y fue su profesor de piano el que descubrió el dramático escenario. Ese día, Roberto tenía clases y su profesor llamó a la puerta cerca de las 17 horas, pero nadie lo atendió. Los segundos se transformaron en minutos, hasta que el pianista le pidió al personal de seguridad que intentara comunicarse con el jubilado y como no tuvieron éxito, contactaron a su esposa, que se encontraba en ese momento en la casa de una de sus hijas en el barrio porteño de Villa Devoto.
La mujer no lo dudó y autorizó a los custodios del lugar para que ingresen junto al profesor y a un vecino de confianza. Ellos hallaron sin vida a Roberto. En un principio se creyó que el jubilado había sufrido un infarto y que las visibles lesiones en su rostro eran producto de una caída posterior al ataque. De hecho, la esposa de Wolfenson Band detalló de que su marido tenía problemas cardíacos y en base a esto, un médico forense estableció que la muerte se había producido por un infarto de miocardio.
De acuerdo con el profesional, la víctima "padecía arritmias". Su esposa llegó cerca de las 18, cuando ya los médicos de una empresa de emergencias privada habían determinado la muerte de su marido. Sin embargo, el fiscal Andrés Quintana, quien el viernes subrogaba la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 3 de Pilar, decidió seguir con el protocolo y ordenó el traslado del cuerpo del hombre de 71 años para la realización de una autopsia.
Y el resultado preliminar que recibió el sábado por la mañana provocó un vuelco en la investigación: los análisis determinaron que el hombre había sido asesinado. "Lo estrangularon", detalló el informe, el cual señaló que la víctima falleció por ahorcamiento. "La muerte se produjo por ahorcamiento, pero además tenía un corte en la parte posterior del cuello, hematomas internos por el ahorcamiento y signos de defensa en las manos y brazos", dijo un investigador.
A partir de ahí, el fiscal solicitó un relevamiento en toda la vivienda y establecieron que no había signos de violencia en ninguno de los accesos a la casa y que todos los ambientes se hallaban en orden y con todos los objetos de valor en su lugar. "El único faltante que se pudo establecer fue el teléfono celular del hombre fallecido. En la casa había una caja de seguridad que tenía en su interior el dinero intacto", explicó el investigador y descartó en principio la hipótesis de un eventual robo.
El fiscal Germán Camafreita, titular de la UFI 3, regresó el mismo sábado y se hizo cargo de la pesquisa. De hecho, el funcionario ordenó ahora un relevamiento de cámaras de seguridad de las casas vecinas y de la guardia, como así también un análisis de los ingresos y egresos del barrio para intentar identificar al homicida. También se comenzó a trabajar sobre las comunicaciones que pudo haber realizado el hombre antes de ser asesinado y se pidieron informes a las empresas de telefonía.
Hasta ahora, lo único que se sabe es que la víctima -registrada en el rubro de fabricación de electrodomésticos de la AFIP y que todavía trabajaba en una empresa de fabricación de baterías en El Talar- fue estrangulada "con una tanza o un objeto similar" y que el único faltante era es su teléfono celular, el cual se activó durante algunos minutos tras el homicidio. Los investigadores lograron reconstruir que Wolfenson Band esperaba "a alguien" ese viernes.
O al menos, así l confirmó su empleada doméstica, quien pisó por última vez la casa de la víctima el jueves anterior a su asesinato y que a pedido del hombre de 71 años le preparó el "cuarto de invitados porque iba a venir alguien", aunque no pudo dar detalles de quién era esa persona que esperaba la víctima. El o los autores del crimen no se llevaron nada, ni siquiera tocaron la caja fuerte con dinero, los elementos de oro y algunos relojes de alta gama que eran víctima. Un dato no menor es que las autoridades hallaron una sabana recién lavada en el lavarropa y al ser consultada, la empleada doméstica negó haberla puesto a lavar.