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Traición y tragedia

Una deuda millonaria y un vecino "entregador": un panadero fue asesinado a golpes frente a sus hijos y su esposa

Las autoridades detuvieron al dueño de una pollería ubicada a solo media cuadra del hecho. Según la investigación, habría sido el entregador.

07 Abril de 2025 10:01
Fue asesinado a golpes frente a su esposa por dos delincuentes armados

Por unos cuantos billetes malditos, una familia quedó destrozada. Esteban Fabián Freire tenía 43 años, una panadería que mantenía con esfuerzo, una esposa con la que compartía su vida y dos hijos adolescentes que dormían en el cuarto de al lado mientras él era fríamente asesinado. En la madrugada del domingo, la violencia irrumpió en su hogar y lo asesinó a golpes, frente a los ojos de quienes más lo amaban. Todo sucedió pasadas las 2:30 de la mañana, en la calle Juan A. Maza al 1700, en Morón. El matrimonio descansaba en el primer piso de su vivienda, justo arriba del local donde llevaban adelante la panadería familiar.

Allí trabajaban desde hace años, incluso en la madrugada, cuando los hornos ya están encendidos para abastecer al barrio. En ese momento, cuando reinaba el silencio implacable de la noche, dos delincuentes entraron en silencio, como sombras, usando una escalera de pintor para trepar al balcón. Adentro, la oscuridad solo se rompió con los gritos. Los despertaron, los atacaron. A Esteban lo golpearon brutalmente en la cabeza con un objeto contundente. Lo dejaron inconsciente y encerrado en el baño. A su esposa, Adriana Portillo, de 39 años, la agredieron salvajemente: le provocaron un corte profundo en la cabeza y una herida en el pecho.

Los gritos despertaron a sus hijos de 13 y 15 años. El espanto los envolvió: en medio de la madrugada vieron a su madre ensangrentada y a su padre tirado, mientras los ladrones revolvían cada rincón buscando dinero. Robaron una suma aún no determinada y escaparon por los techos, como ratas huyendo del horror que habían desatado. Mientras tanto, un empleado que trabajaba en los hornos escuchó ruidos extraños. Dijo oír "detonaciones y pasos corriendo por los techos". Subió, vio el espanto y llamó al 911. Cuando la Policía Bonaerense ingresó por el garaje y subió al primer piso, se encontró con la escena de una película de terror.

Freire desmayado, su mujer cubierta de sangre, los hijos paralizados por el miedo. Una ambulancia del SAME llegó de inmediato. Esteban todavía respiraba. Fue trasladado de urgencia al Hospital de Morón, donde murió horas después de un paro cardiorrespiratorio. Adriana fue derivada a la Clínica Modelo y se encuentra fuera de peligro, pero con heridas físicas y una herida emocional que no tiene cura. La noticia sacudió a Morón. No era un hecho aislado. Era un golpe directo al corazón de una familia trabajadora, de esas que cada mañana abren la persiana antes del amanecer para ganarse la vida. 

El único detenido hasta ahora por el crimen del panadero

Pero el caso dio un giro más siniestro cuando, en las últimas horas, la Policía detuvo a un sospechoso con nombre y rostro conocido: Luciano David C., el dueño de una pollería ubicada a solo media cuadra de la panadería de Esteban. Según la investigación, Luciano habría sido el entregador. Las cámaras de seguridad lo ubicaron en una serie de encuentros previos con los delincuentes. También se detectaron tres autos involucrados: un Ford Focus blanco (el suyo), una Volkswagen Amarok y otro vehículo negro. Cuando lo detuvieron, su Ford Focus aún tenía un celular dentro, ahora clave para la causa. Según trascendió, el comerciante tenía deudas millonarias con una empresa de comercio electrónico, lo que abre una posible hipótesis: que la codicia haya sido el motor de su traición.

Mientras la fiscalía avanza en las indagatorias y analiza si la carátula pasará a ser "homicidio criminis causa" -una figura que prevé prisión perpetua por matar para encubrir un robo-, el barrio aún no sale de la conmoción. La panadería permanece cerrada, los hornos apagados. El silencio duele. En las paredes aún hay rastros de sangre. En el aire, la sensación de que nadie está a salvo.  Dos adolescentes quedaron marcados de por vida por una escena que ninguna persona debería presenciar: ver morir a su padre asesinado por dos desconocidos que lo atacaron por dinero