Paredes revestidas de madera. Aberturas rojas. Azulejos de tonalidades marrones. La cocina de los Chiribe se convirtió el jueves por la noche en la sangrienta escena del crimen que todavía conmueve a la localidad bonaerense de Pablo Podestá. Fabricio, el hijo mayor de la familia, discutió con su novia y la asesinó de un disparo en la cabeza. Daniela, de sólo 15 años, murió a pocos metros de la puerta. Había intentado escapar de las garras de su homicida.
Daniela tenía sólo 15 años. Fabricio era su primer novio oficial.
La modesta casa, ubicada sobre la calle Madrid al 2000, todavía conservaba los adornos navideños en las dos ventanas que dan al jardín delantero. Faltaban sólo dos días para celebrar Año Nuevo. Hacía calor. Fabricio y Daniela comenzaron a discutir por WhatsApp pasadas las diez de la noche. Ella se encontraba en el cumpleaños de una amiga, a sólo dos cuadras. Él, según el relato de los vecinos, tenía la casa sola. Sus padres y hermano no estaban.
La casa, ubicada sobre la calle Madrid al 2000, permanece vacía y cerrada desde el crimen.
La discusión subió de tono. Maxi, el amigo que la acompañó del cumpleaños hasta su casa, jamás podrá olvidar las últimas dos cuadras que caminó con la adolescente. “Estaba concentrada con el celular, porque discutieron mucho. Ella estaba muy enojada. Yo le decía cosas, pero ella levantaba la mirada del celular, me respondía cualquier cosa y seguía escribiendo”, le relató el adolescente a la familia de Daniela.
Fabricio, de 16 años, fue detenido el sábado en Luján. Estaba prófugo desde el asesinato.
Todo hubiera cambiado si la joven ingresaba a su casa, ubicada a sólo tres cuadras de la de su novio. Pero decidió continuar. Se despidió de Maxi y caminó 200s metros. Fabricio, enojado, la esperaba en la esquina de su casa. La discusión despertó al barrio de casas bajas. “Nos sorprendió porque es una zona muy tranquila y familiar. No estaban a los gritos, pero peleaban en voz alta. Después dejamos de escucharlos”, reveló a BigBang un vecino de la cuadra.
“Nos sorprendió porque es una zona muy tranquila y familiar. No estaban a los gritos, pero peleaban en voz alta. Después dejamos de escucharlos”
Fabricio le pidió que la acompañara a su casa para poder discutir tranquilos. Daniela no tuvo miedo. Había cruzado las rejas negras de la casa de su novio más de una vez. “Siempre los veía que andaban de acá para allá. Eran chicos tranquilos”, agregó Hilda, la dueña de la casa de enfrente a la de los Chiribe. Pero al bajo perfil de la pareja le quedaban sólo cuarenta minutos.
Fabricio y Daniela habían comenzado a salir en mayo.
Mientras la joven guardaba su celular en el corpiño, su novio cerró con cuidado la reja principal. “Estoy segura de que fue premeditado. Cerró absolutamente todas las rejas y las puertas. No quería que se le escapara”, analizó en diálogo con BigBang Ludmila, la hermana mayor de Daniela. Pero Daniela no se percató: era habitual que su novio le pusiera llave al portón.
“Siempre lo tenían cerrado. De hecho, cuando el el padre de Fabricio volvía a la noche de trabajar, los hijos salían siempre a abrirle. Le daban un beso y entraban a la casa”, recordó Hilda.
“Siempre lo tenían cerrado. De hecho, cuando el padre de Fabricio volvía a la noche de trabajar, los hijos salían siempre a abrirle. Le daban un beso y entraban a la casa”
Esa noche, el auto de la familia no estaba. El garaje, cubierto por una chapa negra a tono con el enrejado de la entrada, estaba vacío. Caminaron juntos los tres metros que los separaban de la entrada a la casa. Fabricio abrió la puerta, dejó que pasara su novia y volvió a cerrar con llave. Las persianas estaban bajas. Nadie pudo ver nada más, pero los gritos volvieron a escucharse.
Según Hilda, una vecina de Fabricio, era habitual ver a Daniela en la cuadra.
La discusión duró cerca de media hora y terminó en la cocina. Las paredes revestidas en madera oscura fueron testigos del tironeo. “Mi hermana le tenía pánico a las armas. Se debe haber asustado cuando la sacó. De hecho, su cuerpito estaba mirando hacia la salida, como queriendo huir”, analizó Ludmila.
El disparo de la pistola Pietro Beretta 9mm (el arma reglamentaria del padre gendarme de Fabricio) impactó en el ojo de la joven, que fue encontrada a pocos metros de la puerta que conducía al living. Ella lo estaba mirando cuando apretó el gatillo.
Los llamativos mensajes "posesivos" que le dejaba en su muro de Facebook.
“Sentí el disparo”, recordó Hilda, aunque reconoció: “No me llamó la atención porque en esta zona siempre se escuchan tiros”. Pero el ruido no pasó inadvertido por otros vecinos, que de inmediato se comunicaron con Vanesa, la mamá de la adolescente. “La mataron a Dani, creo que fue en el cumple”, le dijeron.
Ludmila, hermana mayor de Daniela.
En shock, Vanesa llamó a su hija mayor, quien salió corriendo a ver qué es lo que había pasado con su hermana. “Me fui primero al cumpleaños, pero ya no había nadie. Corría y no veía nada. Estaba como atontada, hasta que llegué a Perón (la avenida ubicada a media cuadra de lo de los Chiribe) y ahí me encontré con los patrulleros”, recordó Ludmila.
El cuerpo estaba boca abajo, con la cabeza mirando hacia un costado. Su celular, todavía en su pecho, sería recuperado recién horas después por los peritos que le practicaron la autopsia. No había rastros de Fabricio por ningún lado. Las puertas seguían bajo llave, pero el joven ya había emprendido su fuga.
La reacción de los vecinos y el exilio de los Chiribe
Sorprendidos por el movimiento, los vecinos salieron a la vereda. “Había un montón de gente. Le pregunté a un vecino qué pasaba y me dijo que me fuera para adentro. Me asusté, porque les rompieron todo. Ellos se fueron, no volvieron nunca más”, reveló Hilda.
La casa todavía conservaba los adornos navideños al momento del crimen.
El ruido del teléfono todavía retumba en las paredes de la casa, hoy vacía y completamente cerrada. “Un camión de gendarmería se llevó todo mientras nosotros estábamos enterrando a mi sobrina”, denunció la tía de Daniela. “Ellos se fueron, no sabemos en dónde están”, sumó.
Nadie sabe si los Chiribe regresarán o no al barrio en el que vivían desde hacía años. Tampoco qué sucederá con el chalet de un piso que todavía atrae la atención de los curiosos. “La gente pasa y se queda mirando”, destacó Hilda, testigo del inusual movimiento desde la ventana de su cocina.
El ventanal de la puerta fue destruido por los vecinos.
Fabricio permanece detenido desde la madrugada del sábado, cuando fue capturado en el peaje de Villa Spil, en el kilómetro 86 de la Ruta Nacional 7, de Luján. La causa, caratulada como “homicidio culposo”, está a cargo de Mateo Guidoni, fiscal de Responsabilidad Juvenil del departamento Judicial de San Martín.