Un joven albañil fue brutalmente reducido y detenido por tres policías que lo acusaron de haberlos insultado. Todo quedó registrado en una cámara de seguridad. Diez días después, las imágenes hablaron por él. Ahora, los agentes fueron apartados y están bajo investigación. Por menos de tres minutos. Eso fue lo que duró el infierno para Marcelo Bruffal, un joven albañil de Entre Ríos que el pasado 10 de abril fue víctima de un violento episodio de abuso policial. Lo golpearon, lo esposaron, lo tiraron al piso, lo detuvieron. ¿El motivo? Creyeron que los había insultado. Él solo estaba sacando ramas de una poda frente a una vivienda cuando todo comenzó.
Eran las 14:16 cuando una camioneta de la Policía provincial pasó por el lugar. "¿¡Qué miran!?", les dijo Marcelo, según reconstruye el video de una cámara de seguridad que recién este fin de semana largo se viralizó y cambió el curso de los hechos. La camioneta frenó. Retrocedió. Y lo que vino después fue una secuencia desproporcionada, brutal y aterradora. Los tres efectivos descendieron del vehículo, uno de ellos con un arma larga que manipuló como si estuviera a punto de disparar. Entraron gritando al frente de la casa, mientras la hermana del joven intentaba frenarlos. "¡Qué bardeás, cagón de mierda!", fue la frase que le gritó uno de los uniformados.
Parecía que se iban. Se subieron de nuevo a la camioneta. Marcelo volvió a salir a la vereda, con otra rama en la mano. Entonces ocurrió lo peor. El patrullero retrocedió y uno de los policías bajó de golpe, lo tomó por detrás a Marcelo y lo tiró al piso con violencia. Los otros dos se sumaron y entre los tres lo rodearon, lo golpearon, lo esposaron y lo subieron como un animal a la caja del patrullero. Su hermana intentó impedirlo y fue rociada con gas pimienta. Marcelo sufrió lesiones en la rodilla. Su hermana quedó con marcas en las manos. El joven fue llevado a un destacamento, esposado, herido y humillado.
Cuando el video se viralizó, Marcelo fue consultado por el portar Diario uno y no dudó en afirmar: "La reacción fue desmedida, uno me tiró al piso, me agarraron entre los tres, y después me gritaban que me callara. Mi hermana también sufrió. Cuando llegaron mis familiares con el video, los policías ya se habían sacado los nombres de los uniformes. Estaban nerviosos. Sabían lo que habían hecho". Durante diez días, el caso pasó desapercibido. Marcelo estaba detenido, lesionado, sin poder trabajar. Pero una cámara de seguridad captó todo, y fue esa prueba la que lo salvó. El video se viralizó y generó un repudio inmediato.
En medio del fin de semana largo, el Ministerio de Seguridad y Justicia de Entre Ríos tuvo que salir a dar explicaciones. En un comunicado oficial, informaron que los tres policías fueron separados de sus funciones y pasados a disponibilidad. "Los hechos representan una grave falta a la disciplina y los principios que rigen la actuación policial", decía el texto. Además, se instruyó una investigación judicial a cargo de la fiscal Sofía Patat, especializada en violencia institucional, y una paralela por parte de Asuntos Internos. "La absoluta inflexibilidad ante cualquier conducta que se desvíe de los valores éticos y el profesionalismo policial" fue la frase con la que el Ministerio buscó cerrar el comunicado y evitar los lógicos reproches, la justificada bronca de los vecinos y el escrache a las fuerzas de seguridad.
Pero ya era tarde. El daño estaba hecho. "Necesito trabajar. Está difícil la situación económica. Nunca pensé que iban a reaccionar así, sobre todo porque son policías y deberían ayudar a los vecinos", dijo Marcelo, todavía con dolor en la rodilla, todavía con rabia. Su historia es la de miles de jóvenes en los barrios del país: laburantes que sobreviven día a día y que, aun así, son perseguidos como sospechosos solo por cómo visten, por dónde viven, por lo que parecen. La violencia policial no es una novedad en la Argentina. Sobre todo desde asunción de Patricia Bullrich como ministra de Seguridad y su discurso de "vale todo".