24 Febrero de 2017 14:48
En Ludueña, nadie camina tranquilo. El barrio en el que viven 7.000 personas en el noroeste de la ciudad de Rosario está cansado de ver caer pibes que se convierten en noticia por un rato. Volvió a pasar hace dos semanas, el 9 de febrero, en la esquina de Humberto Primo y Felipe Moré.
La noche de ese jueves, Kevin Aguirre y su primo discutieron con “soldaditos” de un bunker que vende droga en el barrio. Se subieron a una moto y quisieron irse para no complicar más las cosas pero no pudieron. A Kevin, de 16 años, le tiraron 9 balazos, le provocaron una hemorragia lumbar y lo mandaron al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez, donde murió un rato después.
“Estaban tomando una coca en la puerta de la casa de una chica y discutieron. En otra época hubiera quedado todo en una pelea a trompadas. Kevin y su primo no quisieron discutir más. Pero les tiraron por la espalda”, dice a BigBang uno de los vecinos del barrio que conocía a Kevin.
Kevin Aguirre jugaba al fútbol en el Club Social y Deportivo Padre Montaldo.
El autor de los disparos fue Alan Luppi, de 22 años. Según la comisión investigadora de la violencia en los territorios, un grupo de organizaciones que se ocupa de lo que sucede en Ludueña y otros barrios, “el transa para el que trabajan los asesinos de Kevin se llama Gustavo y opera en Ludueña. Su padre, 'Caracú', ejerce el oficio hace años en Empalme Graneros, barrio popular lindero. Su hermano también es un histórico dealer del barrio, a quien lo apodan 'Diente', y posee estrechos lazos con la oscura comisaría 20. En el techo de su bunker ultimaron al pequeño Rolando Mansilla, de 12 años, en junio de 2015, producto de una balacera con una banda enemiga”.
Kevin Aguirre tenía 16 años. Lo mataron de siete balazos.
El asesino se entregó esta semana en la Unidad de Homicidios del Ministerio Público de la Acusación y la jueza Patricia Bilotta lo imputó con prisión preventiva bajo el cargo de “homicidio agravado por uso de arma de fuego y portación ilegal de arma de fuego en calidad de autor”.
"Luppi estaba vinculado a la narcocriminalidad. Estamos hablando de un delito que tiene una pena mínima de 10 años y ocho meses y un máxima de 30 años. Es una pena alta", le dijo a BigBang el fiscal Pablo Pintos.
El crimen de Kevin conmovió al barrio y detonó el enfrentamiento entre bandas de menores que ven al narcomenudeo como su primera -y a veces única- salida laboral. Un rato después de los disparos, los amigos del chico asesinado incendiaron el bunker del transa que disparó los tiros mortales.
La esquina del crimen, Humberto Primo y Felipe Moré.
Delantero y baterista
“Kevin era delantero y le gustaba mucho jugar. Estaba muy predispuesto”, dice Adrián, un militante cristiano de 36 años que vive en el barrio Ludueña desde que nació. Pide no dar su verdadero nombre, como hacen todos. Aunque sabe que lo conocen los narcos y la policía.
Al chico asesinado en Ludueña tocaba la batería y jugaba en el “Club Social y Deportivo Padre Montaldo”, fundado hace dos años por la comunidad Sagrada Familia. El nombre del club lleva el nombre del salesiano que desde la década del '70 se instaló en el barrio que creció en torno a las vías del ferrocarril Mitre.
Los amigos de Kevin incendiaron la casa del narco que lo mató.
La obra del padre Edgardo Montaldo -fallecido a fines de 2016- es reconocida por todos los vecinos de Ludueña. Las nueve comunidades de cristianos de base en el barrio dieron contención a generaciones enteras de adolescentes.
Montaldo buscaba que los vecinos tuvieron un lugar donde referenciarse y multiplicó su tarea a partir de los años noventa, cuando el narcotráfico comenzó a penetrar en el barrio.
Balas en el cortejo fúnebre
Al crimen de Kevin y al incendio en el bunker transa, se sumaron el sábado 11 las balas y la represión en el cortejo fúnebre que acompañaba los restos del adolescente hacia el cementerio La Piedad.
El cortejo fúnebre de Kevin Aguirre: terminó con balas y represión.
Junto con las combis y el micro que trasladaban a familiares y amigos, una caravana de motos con pibes que despedían a Kevin con disparos al aire. Entre ellos, estaba -con una pistola calibre 22- Michael “Micha” Pereira, el primo del chico asesinado, que estaba con él en el momento en el que lo mataron y que se convirtió en el testigo principal del crimen.
Las detonaciones, ya habituales en barrios de Rosario y del conurbano bonaerense, provocaron una represalia durísima de la policía rosarina. Corridas, balas de goma y diez personas heridas con balas de plomo.
“Salían canas por todos lados, tiraban al cuerpo, descontrolados, requisaban los vehículos que participaban del cortejo, nunca se había vivido algo así en el lugar”, le dijo a BigBang uno de los manifestantes que acompañó el cortejo.
Cincuenta organizaciones presentarán una denuncia penal contra la policía por la represión.
El único testigo recibió un balazo de una pistola 9 milímetros en una pierna y fue detenido sin orden judicial, pero fue liberado porque no tenía antecedentes penales. Hoy está bajo el sistema de protección de testigos.
Por el operativo represivo, de dimensiones inéditas, un grupo de más de 50 organizaciones del barrio Ludueña presentó hoy una denuncia penal contra las fuerzas que intervinieron en la represión policial: la comisaría 12, la Policía de Acción Táctica, el Comando Radioeléctrico, la Policía Comunitaria.
“Repudiamos enfáticamente el accionar de las fuerzas policiales y responsabilizamos políticamente al gobierno provincial, especialmente al Ministerio de Seguridad", asegura el escrito presentado por la organizaciones..
El origen de la violencia
Como sucede en otros barrios periféricos de Rosario, en Ludueña es difícil definir cómo y cuando empezó a funcionar la fábrica de violencia. Pero las cifras de muertos se cuentan por decenas.
Para algunos, comenzó en 2008, cuando asesinaron a Ariel “Gitano” Luraschi, uno de los narcos de la zona, enfrentado a Caracú, el jefe de la banda a la que reportaba el homicida de Kevin. Para otros, estalló con el triple crimen por error de militantes de la organización 26 de junio en enero de 2012 en Villa Moreno. Un año después, vino el asesinato de Mercedes Delgado, vecina y miembro del comedor San Cayetano de Ludueña, que quedó en medio de una balacera.
Ludueña nació como un barrio ferroviario en torno a las vías del ferrocarril Mitre.
"A partir de ahí se da el avance de las organizaciones ligadas al narcotráfico, la extensión del código narco y la violencia letal que da paso a tasas de homicidio inéditas en Rosario", dice a BigBang uno de los miembros del Club de Investigaciones Urbanas. Se trata de un colectivo de investigadores que entiende la violencia como contracara de la ciudad que gobierna el socialismo desde hace 24 años, promocionada a partir del del boom inmobiliario y el agronegocio y sostiene que en Rosario se confunden los flujos económicos que vienen de negocios legales e ilegales. A ese panorama, se suman fuerzas de seguridad que ya demostraron sobrados vínculos con el narcotráfico y un gobierno que aparece impotente ante los peces gordos de la narcocriminalidad.
Para Adrián, integrante de la comunidad Sagrada Familia, desde 2005 la violencia social y la influencia de las drogas se apoderaron de zonas del barrio y las muertes comenzaron a ser habituales. "En 10 años, nosotros mismos hemos perdido por lo menos 10 pibes que tenían entre 20 y 25 años", cuenta.
El Carnaval Cumple de Pocho Lepratti, festejo habitual en Ludueña desde hace 15 años.
Los amigos de Kevin sostienen que era un pibe de barrio que colaboraba con su familia en todo. Se lo ve en una foto junto a su madre, amasando pizza en la casita de la comunidad.
La madre de Kevin siempre participó del grupo de Claudio “Pocho” Lepratti, el seminarista que marcó al barrio y cayó asesinado por las balas de la represión policial el 19 de diciembre de 2001. Su nombre marcó a Ludueña y su asesinato generó un movimiento social que derivó en el festejo del carnaval asociado a su cumpleaños, cada 27 de febrero. El 16 Carnaval Cumple de Pocho será este fin de semana y por eso en Ludueña los organizadores y los vecinos están preocupados.
El crimen de Kevin Aguirre conmueve a Ludueña.
"No podemos desconocer el momento que estamos atravesando en el barrio. Es un clima muy tenso, de mucho dolor, pero tenemos que contrarrestarlo con mucha organización y mucho cuidado desde lo colectivo".
Esta vez, la fiesta que se repite cada año desde 2001 deberá superar la tristeza por la muerte de Kevin y el temor ante nuevos enfrentamientos o ajustes de cuentas en el barrio.