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"Volví": Fructuoso Álvarez, los 12 años de amenazas a Bagnato y el rechazo final de sus hijas

El asesino cumplía su condena en el penal de Ezeiza y murió a causa de una infección generalizada. 

01 Mayo de 2023 10:49
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El fin de una pesadilla. Después de 29 años de amenazas constantes y una sinuosa batalla judicial, Matías Bagnato finalmente puede estar en paz. Fructuoso Álvarez González, el hombre que prendió fuego y asesinó a la familia de Matías -y a un amiguito de su hermano menor que se había quedado a dormir aquella noche en la casona de Flores- murió a los 63 años en el hospital del penal de Ezeiza, producto de una infección en su cadera.

"Hoy sí por fin puedo decir que se terminó. Mami, pa, Fer, Ale, Nico... descansen en paz. Los amo con todo mi corazón", fue el mensaje con el que Matías confirmó la muerte del asesino de su familia, al tiempo que también le dedicó un emotivo posteo a su abuela, Norma Calzaretta, la mujer que lo crió después del homicidio: "¡Vos también, mi amor, descansá en paz! Lo que daría por estar juntos este día después de tantos años de sufrimiento, abu. Te amo".

Norma fue quien desde aquel jueves 17 de febrero de 1994 se hizo cargo de su nieto de por entonces 16 años, el único sobreviviente del incendio intencional de Fructuoso Álvarez González. Fue quien crió a Matías y quien lo acompañó en su lucha por impedir que el asesino obtuviera el beneficio de la prisión domiciliaria o la libertad, tal y como exigió hasta el día en el que falleció en el penal de Ezeiza.

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La muerte de Norma fue un golpe fuerte para Bagnato, que ni siquiera se pudo despedir debido a las restricciones sanitarias producto de la pandemia de Covid-19. La mujer falleció a los 91 años en junio del 2020, diez años después de la madrugada de noviembre del 2010 en la que Fructuoso Álvarez González levantó el teléfono, amenazó a Matías y le dio inicio al segundo calvario.

El día que Fructuoso González volvió a amenazar a Matías Bagnato

El ruido del teléfono lo despertó aquella madrugada de noviembre de 2010. Del otro lado de la línea, una voz jadeante y con hambre de venganza no titubeó: “Estás muerto”. Matías Bagnato lo reconoció de inmediato. Era Fructuoso Álvarez González, la bestia que 29 años atrás había prendido fuego su casa y asesinado a toda su familia. Hablaba en serio: era la misma intimidación que le había hecho a su padre, antes de perpetrar el quíntuple asesinato que pasó a la historia como la Masacre de Flores.

Matías tiene 45 años y pasó la última década luchando para que la Justicia no vuelva a otorgarle ningún beneficio de salida al hombre que quemó a su familia. La defensa del asesino dio un paso más en 2017, cuando interpuso un pedido judicial: quería volver en libertad a España, su país natal. “Desde ese día, mi vida es un tormento constante”, reconoció en ese entonces Bagnato en diálogo con BigBang.

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La defensa de Fructuoso apeló seis años atrás el fallo con el que en mayo de ese año el juez de Ejecución Penal porteño, José Pérez Arias, rechazó su pedido de extrañamiento, un beneficio que todos los presos extranjeros con más de media sentencia cumplida pueden solicitar. “Básicamente quiere volver a su país. Para mí sería un alivio saber que está allá y que no puede volver a la Argentina. El problema es que esto ya sucedió y su odio hacia mi persona pudo más”, recordó Bagnato en 2017.

Cabe recordar que en  2004, en el marco de un intercambio de presos, Fructuoso fue extraditado a España. Debía cumplir ahí los 16 años que le quedaban de condena. Pero a los cuatro fue liberado y a fines de 2009 regresó a la Argentina. “Le dieron la posibilidad de rehacer su vida, pero volvió acá para terminar con la masacre. Volvió para matarme”, sumó Matías.

En efecto, Fructuoso estuvo pocos meses en Buenos Aires antes de retomar su cínico ritual de tortura: llamar por la madrugada a la casa de los Bagnato y amenazarlos por teléfono. Aquel 17 de febrero había logrado asesinar a José Bagnato (42), su mujer, Alicia Plaza (40); sus hijos Fernando (14) y Alejandro (9); y Nicolás Borda (11), un amiguito que aquella noche se había quedado a dormir. Ahora, en su mente perversa, sólo le quedaba Matías, el único que logró sobrevivir a las llamas.

Bagnato hizo la denuncia de inmediato y luego de unos meses Fructuoso fue detenido una vez más. Desde entonces y hasta el día en el que murió, permaneció detenido en la Unidad Penal N°2 de Ezeiza. No volvió a amenazar por teléfono desde la cárcel, pero ya no era necesario. Sus constantes apelaciones judiciales y la inminente posibilidad de su libertad oficiaron de tortura psicológica diaria para Matías.

“Es tremendo. No tengo paz. Cada seis meses pasa lo mismo. Pensar que este tipo puede volver a caminar por la calle es tremendo. No hay ningún perito forense que abale su reinserción. Todos coinciden en que tiene una gran posibilidad de reincidencia y que tiene un odio desmedido hacia mí y hacia mi abuela”.

Cada vez que la defensa de Fructuoso movía una pieza, Matías se encargaba de dar la pelea judicial y de resguardar a su abuela, quien nunca supo que el asesino podía quedar en libertad si la Cámara de Casación le otorgaba el benedicio. “Prefiero resguardarla, ya está grande y pasó por muchas cosas”, explicaba Matías.

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Ella tenía 67 años cuando sucedió la masacre y se salvó de casualidad: viajó a último momento a Mar del Plata para pasar unos días con sus amigas. Al regresar, se encontró con el peor escenario: su única hija había muerto, al igual que su yerno y dos de sus nietos. Tenía que cuidar a Matías y afrontar todo el juicio.

Fructuoso fue condenado a cadena perpetua el 10 de noviembre de 1995, sólo 21 meses después de la brutal masacre. Por entonces, la legislación preveía una pena de 25 años. Matías y su abuela celebraron como pudieron el fallo. Recién en 2020 un juez iba a determinar si estaba en condiciones de salir en libertad o permanecería recluido, tal como sucede con, quien permanece detenido desde hace 45 años. Y para eso faltaba todavía mucho.

“Nada de eso sucedió. Lo mandaron a España, quedó libre, volvió a la Argentina, me amenazó. Fueron años tremendos de pánico constante”, recordabaen ese entonces Bagnato, y se preguntaba frente a la posibilidad de que Casación le permita regresar en libertad a su país: “Si me dan la certeza de que no vuelve más, que se vaya. Sería un alivio para mí. Pero, ¿quién me garantiza que no vuelva?”.

Se podría haber quedado en su país rehaciendo su vida, pero se tomó un avión a Buenos Aires para amenazarme y matarme"

Por ley, en caso de haber recibido el beneficio, Fructuoso no hubiera podido regresar más a la Argentina. “La otra vez tampoco podía y entró al país por Ezeiza, como si nada. Se podría haber quedado en su país rehaciendo su vida, pero se tomó un avión a Buenos Aires para amenazarme y matarme. Es un psicópata y sé que va a volver. Es por eso que el juez se lo negó en una primera instancia, porque si bien junta los requisitos, no hay garantías”.

En su momento, Fructuoso regresó al país, pese a que ya no le quedaba nada. Se había separado de su mujer, prima segunda de Alicia. “Es la hija de un primo hermano de mi abuela. La verdad es que no la volví a ver. Tampoco mantiene contacto con mi abuela. No sabemos nada de ella”, reconocía Matías.

Con el tiempo, los tres hijos del asesino crecieron, todos primos de Matías. “Sé que su mujer y las dos hijas mujeres no lo vieron nunca más. Una, de hecho, llegó a cambiarse el apellido porque no quiere saber nada con él”. Pero el más chico, Facundo, logró contactarlo en 2011 y lo visitó en Ezeiza.

“Es la única persona que va a verlo. Va cada tanto. Él nació unos días antes o después del incendio. Era muy chiquito y lo conoció de grande. Las chicas, en cambio, se acuerdan de todo. Además, jugaban conmigo y con mis hermanos. En algún punto, son las que más recuerdan todo”, revelaba Bagnato.

La muerte de Fructuoso Álvarez González marcó un nuevo antes y después en la vida de Matías Bagnato, quien por primera vez en 29 años podrá vivir sin las permanentes amenazas del asesino de toda su familia.