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A 18 años de la huida de De la Rúa: quién era el joven que fue picaneado en Plaza de Mayo

Qué fue de la vida de aquel estudiante de Derecho y militante de H.I.J.O.S. 

por Daniel Riera

20 Diciembre de 2019 15:51
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El 20 de diciembre de 2001, hace 18 años, yo trabajaba en la revista Rolling Stone cuando el gobierno de Fernando de la Rúa voló por el aire -en helicóptero, claro- al cabo de una secuencia dolorosísima para los argentinos que incluyó la declaración del Estado de Sitio, manifestaciones en todo el país y una represión que dejó 38 muertos. Escribí una serie de notas con diferentes personas que habían estado el 19 y el 20 en la Plaza de Mayo. Me conmovió especialmente la historia de un joven militante de H.I.J.O.S que había sido torturado en la Plaza de Mayo con una picana portátil. Han pasado 18 años de aquella conversación. Todo lo que uno escribe se resignifica con el paso del tiempo, sobre todo porque la vida da vueltas. Aquel joven hoy ocupa el cargo de ministro del Interior: dicen que fue uno de los gestores de la reconciliación entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner que hizo posible el regreso del peronismo al poder.. Su nombre es Wado De Pedro y esto es lo que hablamos entonces.

"De repente sentí electricidad en la espalda, en la cintura. Grité picana no y me subieron al auto. Me golpearon en los riñones, en la cabeza y en la espalda y me decían te vamos a matar."

Vamos Quique, vamos, carajo, decía Eduardo de Pedro, Wado, para darse ánimo mientras lo cagaban a trompadas, lo insultaban y lo torturaban con una picana portátil, a plena luz del día, en la Plaza de Mayo. Vamos Quique, carajo, decía Wado, y pensaba en su padre, Enrique de Pedro, desaparecido el 22 de abril de 1977.

Wado tiene 25 años y milita en H.I.J.O.S.. y en la agrupación NBI de la Facultad de Derecho. Estudia Abogacía y trabaja en la Unión de Empleados Judiciales de la Nación (UEJN). Se crió con su tía materna, Estela Révora; su madre, Lucila Révora, fue secuestrada junto con Guillermo Fassano, su nuevo compañero, el 11 de octubre de 1978. Lucila estaba embarazada de nueve meses: es probable que haya tenido un hijo en cautiverio. Los represores dejaron a Wado, entonces un bebé de un año, con los vecinos, y al día siguiente, también lo secuestraron a él. Su tía logró que lo restituyeran en enero de 1979.

Wado jamás soñó que, más de dos décadas después, lo torturarían en la Plaza de Mayo.

-El jueves 20 de diciembre, por la mañana -relata-, me tomé un taxi para llevar información del sindicato donde trabajo a la Cámara Nacional Electoral, que está en 25 de Mayo al 300. Logré llegar hasta Diagonal y Florida. Vi cómo avanzaba la policía montada y se metía por Florida. Decidí ir a la Plaza. Perdí de vista mi bolso: en el quilombo, me lo arrebató un policía. Camino de la Plaza, vi al que tenía mi bolso. Fui a pedirle que me lo diera: me pegaron y me arrastraron hasta un auto, me resistí, y dije que era Wado, de H.I.J.O.S.. De repente sentí electricidad en la espalda, por la cintura. Había cámaras de tevé filmando todo y grité picana no, picana no, y me subieron al auto. Me bajé por la otra puerta, corrí diez metros y sentí un golpe. Me subieron al patrullero y arrancaron. Me golpearon en los riñones, en la cabeza y en la espalda y me decían te vamos a matar, hijo de puta. El que manejaba se dio vuelta para pegarme codazos en la cabeza: me desmayé, y el pelotudo, por pegarme, chocó con un taxi, en México al 300.

Como había gente mirando el accidente, pedí a los gritos una ambulancia. Me llevaron esposado al hospital Argerich. Exigí que me revisara un neurólogo, porque tenía muchos golpes. Llegó el doctor Pablo Barbeito, que echó a los policías de la guardia; el chabón me salvó: me dejó seis horas en reposo, llamó a mi jefe, y le dijo que estaba ahí. El fotógrafo Damián Neustadt, que me conoce, había visto la secuencia en la Plaza, me había sacado fotos y había ido a la defensoría del Pueblo de la Ciudad. La defensora y la gente de nbi presentaron hábeas corpus y los del sindicato fueron a ver a la jueza Servini de Cubría. La abogada del sindicato y la jueza llamaron a la Comisaría 2ª, el defensor adjunto del Pueblo fue personalmente, y a todos les negaban que me habían detenido. Tengo el número de placa de uno, el número del patrullero, hay fotos, es fácil identificarlos. Se quedaron con mi cédula y las llaves de mi casa. Tuve que cambiar la cerradura. Todavía tengo miedo.

 

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