En un contexto de creciente inseguridad en la provincia de Buenos Aires, el diputado libertario José Luis Espert lanzó una serie de declaraciones incendiarias que pusieron en debate no solo la crisis de seguridad, sino también la responsabilidad de los dirigentes políticos en la construcción del discurso público. En una entrevista, Espert afirmó que "a los chorros los tenés que llenar de agujeros", una expresión que remite a la justicia por mano propia y que aviva un clima de violencia extrema.
Las palabras del legislador de La Libertad Avanza no fueron aisladas. En redes sociales, ya había atacado al gobernador Axel Kicillof, acusándolo de ser responsable del "baño de sangre" en la provincia y exigiendo su renuncia. En la entrevista con TN, redobló la apuesta al insistir en que "Kicillof no puede gobernar para los delincuentes" y al proponer una solución basada en la ejecución sumaria: "llenarlos de agujeros a balazos y a los narcos pasarlos por arriba con los tanques".
El peligro de este tipo de declaraciones es evidente. Un funcionario electo, con responsabilidad institucional, promueve el uso de la violencia indiscriminada como respuesta al crimen. No se trata de un exabrupto menor, sino de una estrategia discursiva que apela al miedo y a la frustración de la sociedad para legitimar medidas represivas al margen de la legalidad. Más aún, al plantear la necesidad de "colgar cuatro o cinco delincuentes en una plaza pública", Espert recurre a imágenes propias de regímenes autoritarios -y hasta medievales- que pisotean el Estado de derecho en nombre de una supuesta justicia rápida y efectiva.
El problema de la inseguridad es real y afecta a miles de ciudadanos, pero la solución no puede provenir de discursos que promueven la barbarie y el linchamiento como política de Estado. Si bien la población demanda respuestas urgentes, las mismas deben enmarcarse en estrategias integrales que incluyan mejor capacitación y equipamiento para las fuerzas de seguridad, una justicia eficaz y reformas que aborden las causas estructurales del delito.
El camino del populismo punitivo no es nuevo. Se intentó antes y fracasó. La evidencia demuestra que el endurecimiento del discurso no reduce el delito, sino que muchas veces contribuye a la escalada de violencia. El dilema que enfrenta la sociedad argentina no es solo cómo combatir la inseguridad, sino también qué tipo de país quiere construir: uno basado en la ley y los derechos humanos, o uno en el que la brutalidad y el odio marquen el destino de todos.