por Matias Ayrala
12 Agosto de 2021 17:53"A dormir y a empezar a trabajar desde mañana". Eran las 22.20 del domingo 11 de agosto de 2019 y el entonces presidente Mauricio Macri finalizaba su discurso con esa frase y con un gesto adusto. El búnker de Juntos por el Cambio era silencio. No sonaban las canciones de Tan Biónica como hacía dos años. Tampoco había globos. Ni nada de alegría.
Acompañado por su precandidato a vicepresidente Miguel Ángel Pichetto y por la entonces gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, Macri no estaba dispuesto a reconocer la derrota. Puertas adentro, ya se había enojado con sus funcionarios, con los encuestadores que le habían vaticinado un triunfo y, por supuesto, con el electorado. El pueblo había hablado en las urnas. Y al empresario no le había gustado lo que habían dicho.
A esa altura el gobierno macrista había incumplido otra promesa: los números de las elecciones aún no habían salido a la luz, aunque habían dicho que los publicarían a las 21. Con algunos datos de lo que se venía, Macri comenzó su discurso con las siguientes palabras: "Hemos tenido una mala elección y eso nos obliga a redoblar los esfuerzos para que en octubre continuemos con el cambio".
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"Tenemos que ser parte del mundo, si no no hay futuro. Va a ser difícil construir el país que nos merecemos si no", continuó, con tono de indignación. Luego le agradeció a Vidal por el “esfuerzo” y elogió a Horacio Rodríguez Larreta. Y finalizó, sin poder asumir que la derrota era una realidad: "Estamos acá. Dejando todo por nuestro querido país, duele que hoy no hayamos tenido todo el apoyo que queríamos, pero todos somos mas responsables de que este país salga adelante así que a dormir y a empezar a trabajar desde mañana".
Apenas unos minutos después del final de la alocución de Macri, se dieron a conocer lo primeros resultados del escrutinio: la fórmula Alberto Fernández - Cristina Fernández de Kirchner y le había ganado a Macri por 58,66% a 47,01. Casi 15 puntos de diferencia entre su principal adversario. La pesadilla en la provincia de Buenos Aires era aún peor para Juntos por el Cambio y el PRO: Axel Kicillof había superado a Vidal por casi 18 puntos, en un aplastante 47% a 32%. Al otro día, Macri volvería a romper la economía, tal como había sucedido en 2018.
En sólo 48 horas, Argentina vivió el peor momento económico de la década. El lunes 12, el dólar voló por los aires. Los sueldos se devaluaron en pocas horas. Pocos minutos antes, el líder del PRO le habló a la población, le echó la culpa del colapso financiero al resultado electoral, es decir, a cada argentina y argentino que no lo había votado. “Hoy somos más pobres que antes de las PASO", lanzó sobre la devaluación y la consecuente inflación.
Seguía enojado. El tono amable que había aprendido en aquellas prácticas discursivas, se había borrado. Ojeroso. Desacostumbrado a no perder. Y menos a que no se haga lo que él quiera. “Por más que nosotros lo contengamos exitosamente, si se confirmase que el kirchnerismo gana la elección en octubre o noviembre, ese problema va a estar; esto es solamente una muestra de lo que va a pasar”, dijo en referencia a la inflación.
Y siguió: “El problema mayor es que alternativa kirchnerista no tiene credibilidad en el mundo; no tiene la confianza necesaria para que la gente venga a invertir en el país. El riesgo país de la Argentina subió 350 puntos en una hora, el dólar subió lo que subió, eso demuestra que hay un problema grave entre el kirchnerismo y el mundo”.
Aún enfurecido, Macri recordó a la población que habían votado muy mal en las PASO: “Como presidente estoy acá para ayudarlos en lo que pueda, pero no es fácil, porque ellos ya gobernaron y tienen que demostrar que no van hacer lo que hicieron antes”.
Macri vivió pasionalmente ese 12 de agosto. Como le ocurriría a cualquier jefe de Estado de cualquier país en esas circunstancias, lo primero que nacería era la negación. Luego el enfurecimiento y finalmente la aceptación de la realidad y su consecuente resignación.
Para ese entonces, la carrera del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne y del presidente del Banco Central, Guido Sandleris, ya estaban acabadas. La del jefe de Gabinete, Marcos Peña, también. Desde el 10 de diciembre de 2019, tras la victoria definitiva del Frente de Todos, ya no se supo nada de ellos. Pero para eso faltaba. El lunes 12 tuvieron que hacerle frente a la explosión de los mercados. Y Macri les había dado rienda suelta con sus demostraciones públicas y, por supuesto, privadas.
El panorama fue lamentable. La bolsa tuvo uno de los descenso más bruscos de su historia. El Mercado de Valores se derrumbó casi un 40%. Las empresas que cotizaban en la bolsa perdieron fortunas en minutos. El Banco Central avaló una nueva alza de las tasas de Leliqs a más del 74%. Una locura. Por supuesto, el dólar no paró de subir.
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En los bancos privados, la moneda de Estados Unidos llegó a venderse entre los 60 y los 65 pesos. El Banco Central no intermedió en esa crecida, por expreso pedido de Macri, que estaba listo para tomar revancha contra la sociedad que le había dado la espalda en las elecciones. El dólar que rondaba los 53 pesos en la apertura de mercados, trepó sin parar. El BCRA vendió 160 millones de dólares en cinco horas. El cierre de ese día fue de 57,30. La devaluación fue del 21,3%.
Fue la segunda devaluación más alta del macrismo. La primera había sido el 17 de diciembre de 2015, cuando levantaron el cepo cambiario. Pero en 2019, los números de la economía eran desastrosos. Inflación del 25%, más del 40% de devaluación y con un riesgo país que superaba los 1.400 puntos. Aunque no se sabía, la fuga de dólares era constante desde que Macri había asumido como presidente. Tras las PASO, tuvieron su pico máximo. Ni siquiera el préstamo del Fondo Monetario Internacional hizo que Macri ganara las elecciones.
48 horas después de ese lunes trágico para Argentina, Macri pidió perdón. "Quiero pedirles disculpas por lo que dije el lunes; sepan que los entendí", afirmó en un discurso desde la Casa Rosada. Y completó: "El lunes estaba muy afectado por el resultado del domingo, sin dormir, triste por las consecuencias. Quiero que sepan que los entendí, respeto profundamente a los argentinos que votaron otras alternativas”. Ya era demasiado tarde. El daño ya había sido hecho. Macri había dejado en claro lo que había dicho alguna vez en una entrevista. Se enojó e hizo mucho daño.