El subte de Buenos Aires es uno de los medios de transportes más dinámicos de la Ciudad. Las estimaciones oficiales hablan de que todos los días lo utilizan más de 1.300.000 pasajeros. Un número enorme de vidas humanas que sienten, cada vez que descienden a los túneles, cómo el aire se pone más húmedo, viciado y pesado.
Es que dentro de la red de seis líneas que cubren el espacio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, hay todo tipo de materiales contaminantes y tóxicos para la salud, como partículas de metal y otros minerales, que son respirados de forma habitual por cualquiera que se mueve por allí. Esta es una de las principales razones por la cual el trabajo que realizan en el servicio se considera insalubre, una conquista que se consiguió en los años del primer peronismo, que se perdió en el menemismo, y se recuperó en 2003.
Aunque la realidad es mucho peor a la sensación que pueda generar respirar ese oxígeno tan cargado, ya que hoy -por más duro que suene- quienes bajan al subterráneo se exponen gravemente a contraer cáncer. El asbesto, un material cancerígeno prohibido en el país desde 2001, está en muchos de los vagones de la línea B, y ya existe la certeza que viajó por el aire hasta el resto de la red, comprometiendo la salud de al menos 70 empleados y una cantidad de usuarios imposible de determinar.
"Siempre peleamos por la salud, por las condiciones laborales y por la vida de los compañeros", aseguró Claudio Dellecarbonara, miembro del Secretariado Ejecutivo de la Asociación Gremial de los Trabajadores del Subte y el Premetro (AGTSyP). "La lucha más importante que tenemos ahora, la más importante en la que se nos va la existencia en eso, es la del asbesto, que tiene que ver con salvaguardar nuestras vidas, las de los usuarios y las de nuestras familias", agregó en exclusiva para BigBang.
"No es una cuestión gremial. Es una crisis de salud pública de toda la Ciudad, que en toda la red está presente, afecta a trabajadores, a los usuarios y también a los vecinos que están cerca de las bocas y los respiradores", denunció el representante gremial. "Tenemos compañeros que han fallecido por esto, y sin embargo no hay nadie preso de quienes son los responsables", protestó, en referencia de los tres trabajadores fallecidos a partir de esta contaminación.
El origen
El conflicto comenzó en 2011, cuando la gestión del entonces jefe de Gobierno, Mauricio Macri, compró 36 vagones al metro de Madrid, celebrándolo con bombos y platillos como si fuera un negocio redondo para la Ciudad, por adquirirlos a US$ 550 mil cada uno, un costo cercano a la mitad de lo que salían nuevos.
Más allá de que luego de eso hubo que invertir más dinero para adaptarlos a la trocha local y a las condiciones técnicas y eléctricas, por lo que la oportunidad no era tal, estos trenes modelo CAF 5000 estaban cargados de asbesto.
"El gobierno porteño, sabiendo que estaba prohibido y que había trenes con asbesto que ya venían de la administración nacional previa, no sólo no lo retiraron, sino que además compraron los trenes de España sabiendo que estaban contaminados", denunció Dellecarbonara. "Lo que vemos es que la salud de los trabajadores, usuarios y vecinos, le importan muy poco a la empresa y a los gobiernos, y lo único que privilegian son estos negociados y las ganancias de las empresas", añadió.
En España también habían prohibido la utilización del mineral en 2001, y durante algunos años posteriores a la venta de los vehículos se había creído que la gestión europea había estafado a la sudamericana. Aunque luego se demostró que en los planos de venta estaba anunciada la presencia de amianto, el otro nombre con el que se conoce a esta peligrosa sustancia, por lo que su compra fue una absoluta negligencia del Gobierno porteño.
"La línea B hoy tiene dos flotas diferentes, una más antigua, la japonesa Mitsubishi, que se compró en 1996 y la que se compró en España. Las dos tienen asbesto. La ley prohíbe que estén circulando, los fallos que hemos conseguido en la Justicia impiden que estén circulando, y sin embargo lo hacen, nosotros trabajamos en esos trenes y los usuarios viajan ahí", precisó el sindicalista.
Lo más paradójico de todo este negocio inútil, fue que a los pocos años de la compra, la gestión madrileña vendía cada uno de estos vagones a un precio de cinco mil euros, por lo que gran parte de ellos fueron utilizados como chatarra y para pruebas de explosivos.
¿Cómo se enteraron?
Los empleados nucleados en la AGTSyP se enteraron recién en 2017 del problema que estaban atravesando en sus puestos laborales. Fue a partir de un llamado de sus colegas de la capital española, que venían registrando entre sus filas distintos casos de neumoconiosis -cuando el asbesto queda encapsulado en el pulmón-.
Desde ese momento en el gremio comenzaron una campaña para que los trenes afectados salgan rápidamente de circulación. "Nosotros estamos con esta pelea desde hace cinco años. Lo primero que le dijimos al gobierno de la Ciudad y a la empresa es: empiecen con el proceso de compra de trenes nuevos para las líneas que tienen formaciones con asbesto", denunció Dellecarbonara. "No iniciaron ningún proceso para cambiarlos. Ahí se ve la falta de interés, la desidia que tienen, para darle respuesta al primer problema: porque mientras tengas trenes con asbesto circulando no hay forma de limpiar la línea ni la red, porque son elementos que dispersan la fibra constantemente", explicó.
"Hoy necesitamos acelerar el proceso de compra de los trenes, el gobierno de la Ciudad debería anunciar un servicio de emergencia en la línea B, para reducir la posibilidad de exponerse al asbesto, porque hay que bajar la cantidad de tiempo que uno está expuesto", detalló.
Paro y descontrol en la Línea B: "La agresión se enmarca en medio de la crisis de asbesto"
Según explicó el referente gremial, en este lapso de un lustro se encontraron más de 40 nuevos compañeros afectados, llevando la cifra actual a 70 personas con la pleura del pulmón afectada, el primer estadío de la dolencia que termina en un cáncer.
El protocolo que establecieron para poder continuar con sus funciones aun en este evitable estado que atenta contra la salud pública, es que los empleados sean parte del Registro de Agentes de Riesgo, a través del cual se obliga a la empresa a través de una ART a realizar estudios anuales para comprobar si se está afectado o no con esta fibra.
"El problema es que no todos los trabajadores y trabajadoras estamos ahí, o sea que todavía hay un universo que todavía no se sabe si está afectado", confesó Dellecarbonara. "Lamentablemente tenemos millones de usuarios que ni siquiera lo saben, que ni siquiera se van a ir a hacer un examen, que ni siquiera tienen conciencia de que pueden estar ya afectados por el asbesto".
No afecta sólo a los pulmones
El asbesto es un mineral que no sólo puede afectar a la respiración, "sino a cualquier órgano que esté revestido por una pleura, como el corazón, la laringe, el esófago, el estómago o los testículos", describe el gremialista. Y esto significa un nuevo problema a resolver para las autoridades, ya que desde el registro "solamente se dedican a ver en los pulmones", cuando "no se descarta que pueda afectar más".
"Siempre hemos peleado porque el subte sea un servicio público cómodo, eficiente y, sobre todas las cosas, seguro", reconoció Dellecarbonara, quien aseguró que existe "un pacto de silencio entre los diferentes actores que deberían estar denunciándolo: los gobiernos y la empresa concesionaria Emova".
Se llevan el cáncer a la casa
"Hay esposas de los trabajadores del Metro de Madrid aspiraban la fibra, terminaban desarrollando un cáncer y se morían, aunque no estuvieran en contacto directo", confirmó el delegado. Es que las fibras de asbesto son tan minúsculas que viajan en la ropa y después van a las casas de los trabajadores.
El mismo delegado cuenta que cuando llega a su hogar se quita toda la ropa y la pone a lavar, antes de acercarse a estar con su mujer e hijos.
"Hoy el subte no tendría que estar circulando en estas condiciones, porque vos subís y no sabés si cuando bajás te llevas la fibra y después desarrollás un cáncer que te mata".
El referente gremial sufre lo que le sucede tanto a él como a sus compañeros, aunque también demuestra preocupación por el estado de salud de los pasajeros. "No hay forma de calcular cuántos pueden haberse intoxicado con asbesto en los últimos 21 años. Son millones. Ni siquiera todos los trabajadores del subte tenemos los estudios hechos, así que no sabemos a ciencia cierta cuántos están afectados", confesó.
Además, aseguró que "no hay consciencia" de la gravedad del asunto, ya que han hecho medidas como marchas, apertura de molinetes y paros, y la respuesta de la mayoría de los medios de comunicación siempre es la misma es: "¿Qué están reclamando? Otra vez dejan de rehenes a millones de usuarios porque ustedes son unos vagos que no quieren trabajar'", reclamó.
Viajar en subte en la ciudad de Buenos Aires mata. Y no parece que exista la voluntad política como para revertirlo.
En primera persona
Martín Francisco Paredes tiene 52 años y desde hace 28 es conductor de subterráneos. Más cerca en el tiempo, se anotició que su organismo encapsuló fibra de asbesto en su pulmón derecho. "A mí me tocó en noviembre de 2019. Cuando me enteré se me explotó la cabeza, porque mi hija tenía 10 años y me puse a pensar cuánto tiempo me necesita vivo y no podía dormir porque pensaba en eso", relató ante BigBang.
"Después a los meses falleció el primer compañero de ésto, y me estalló la cabeza mal. Seguía pensando en mi hija, y que además tengo dos más", continuó. "Yo siento dolores en la espalda. Y fui el año pasado y me dijeron que seguía igual. Todos los años tengo que hacerme un examen. Puede ser que nunca pase algo y puede que tenga algún cambio".
"Esto tendría que ser un escándalo, porque no sólo yo respiro el asbesto seis horas al día. Si no los pasajeros, que también lo están haciendo cuando viajan", afirmó el maquinista.
Paredes describió la situación como "un crimen contra la salud pública", y reconoció que muchas veces la furia lo domina por lo que tiene que atravesar él y muchos otros de sus compañeros. "Me da mucha bronca. Me dan ganas de matar, de cagar a palos a alguien. Porque me están haciendo daño", confesó, y protestó porque además los trenes contaminados "encima siguen funcionando".
"Yo llevo 28 años acá y hay otros compañeros que hace más que vienen chupando este asbesto", reflexionó el conductor. Además contó que desde que empezó a trabajar en la red, dos de cada tres compañeros mueren de cáncer. "Estoy hablando de antes, y ya no tenemos cómo demostrarlo. ¿Cuántos de esos compañeros murieron de cáncer?", se preguntó.
"No quiero hablar de política, pero lamentablemente este es un tema político, porque fue una decisión de Macri de la cual no se hace cargo", indicó Paredes. "Esto tendría que ser un escándalo como la Tragedia de Once", aseguró en referencia al accidente que terminó con la vida de 52 personas, durante el choque de una formación del tren Sarmiento contra la protección de la terminal el 22 de febrero de 2012.
Luego preguntó por qué era que esta realidad tan complicada no se hacía pública con mayor velocidad, y la respuesta la dio él mismo: "Porque Larreta tiene una cobertura mediática grande, y mientras tanto nos enfermamos mes a mes".
Para el maquinista "no hay plata que compense esto". "A mí me jodieron la vida, yo lo único que hacía era venir a laburar. Y los responsables de esto siguen impunes, a la empresa la sigue manejando el Grupo Roggio. Larreta y Macri siguen ahí candidateándose sin hacerse responsables de esto".
El trabajador también compartió el análisis del referente gremial, sobre que ya se perdieron cinco años para avanzar contra el problema y pidió el compromiso de toda la sociedad para poder revertir esta complicada situación. "Necesitamos que los organismos públicos, las organizaciones de usuarios, entiendan lo que está pasando y nos apoyen para lograr que cambien los trenes", solicitó.
"¿Cuánto tiempo más va a pasar?", cuestionó al final. Porque mientras para algunos sólo son cruces y tachones en un calendario, para él es una carrera para poder disfrutarse con su hija de 13 años lo más que pueda.