De Bolívar I a Uspallata al 3100. De Uspallata a Balcarce 50. La gestión presidencial de Mauricio Macri reinstalará después de doce años las reuniones de gabinete. Y, fiel a la estricta tradición que mantuvo con su equipo durante los ocho años en la Ciudad, el mandatario aplicará multas para quienes lleguen tarde y sueña con la idea de llevarlas al interior del país.
Macri les pidió: “Dedicación, coordinación y trabajo en equipo, comunicar bien y honestidad”.
La tradición comenzó en 2007, cuando asumió la jefatura porteña junto a Gabriela Michetti, su actual vicepresidenta. Por entonces, Macri instaló reuniones semanales que tenían lugar todos los lunes en las instalaciones de Bolívar 1, la anterior sede de gobierno de gobierno. Luego, años después, pasaron a realizarse los miércoles.
Obsesionado con la idea de la eficacia, la misma que resaltó hace nueve días cuando presentó a su nuevo equipo en el Jardín Botánico, el presidente implementó un duro sistema de multas para evitar las llegadas tarde.
Iván Pavlovsky, histórico vocero de Macri, era el encargado de recaudar, allá por 2008, los 50 pesos que se cobraban por demorarse hasta 30 minutos y 100, en el caso de los que lo hacían por más de una hora.
Con Larreta en una de las últimas reuniones de gabinete ampliado en la Usina del Arte.
Sólo en los primeros dos años de implementación del sistema, el gabinete del por entonces jefe de gobierno porteño recaudó más de 3.000 pesos, que fueron donados con fines sociales. Las multas, que eran pagadas sin discusión por sus funcionarios.
Diego Santilli, actual vicejefe porteño, lideró el ranking de los “impuntuales”.
¿Quiénes eran los más impuntuales? Diego Santilli se sumó en 2009 como ministro de Ambiente y Espacio Público y se posicionó rápido como el líder del ranking. El actual vicejefe porteño debía dejar a sus hijos mayores, Teo y Nicanor, en la escuela a las ocho de la mañana, horario habitual de la convocatoria de Macri.
Guillermo Montenegro, embajador en Uruguay, fue otro de los funcionarios que más pagó.
De cerca le seguía Guillermo Montenegro, actual embajador en Uruguay, quien además de llegar tarde solía atacar las medialunas con voracidad. “Paren un segundo que llega el gordo y se acaba todo”, solía bromear el por entonces jefe porteño, quien luego cambió el menú por completo y obligó que sólo se sirvieran frutas, te y cereales.
El nuevo proyecto: reuniones itinerantes
A mitad de su primer mandato, Macri dio otro volantazo y convirtió las reuniones semanales, que tenían lugar en el viejo Palacio Municipal de la Ciudad, en juntas itinerantes. ¿Los lugares elegidos? La Usina del arte, diversas comunas, clubes de barrio, el Jardín Botánico y hasta el Buenos Aires Design (para reuniones con el gabinete ampliado, sumando funcionarios de segunda línea), entre otros.
Además del caracter rotativo de los encuentros, Macri también incorporó a las segundas y terceras filas de cada ministerio. Las charlas, más espaciadas en el tiempo, buscaban analizar la gestión en su conjunto y, en muchas oportunidades, diferentes personalidades destacadas se hicieron presentes para dar discursos motivacionales. ¿Quiénes fueron? Desde Javier Mascherano, hasta el director de orquesta Ángel Mahler, quien comparó el funcionamiento del gabinete con el de una sinfónica.
El capitán de la Selección dio una charla motivacional en una de las reuniones ampliadas.
La idea, ya con la banda presidencial, es no sólo mantener su sistema de multas y reinstalar las juntas semanales, sino potenciar el carácter “itinerante” de las reuniones y llevarlas a todo el país. El objetivo es evitar que los funcionarios se queden sentados en sus despachos y potenciar el diálogo con los gobernadores, para fortalecer el federalismo que prometió el día de su asunción.