"Mi mejor argumento sobre por qué debo ser designado es que soy claramente consciente de que Argentina no necesita superjueces, ni la exaltación de la individualidad, sino reconstruir una práctica de la ley del derecho que nos permita resolver los problemas". Montado en esa definición sobre su práctica, Carlos Rosenkrantz jurará hoy como juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Rosenkrantz llegó precedido por un nombramiento polémico.
El jurista llega al máximo tribunal en un momento especial, con la Corte en el centro de la escena de la mano de su freno al tarifazo, y precedido por una cuestionada elección por decreto dispuesta por Mauricio Macri.
Sin embargo, luego de una serie de audiencias públicas, Rosenkrantz terminó siendo respaldado por la Cámara alta y recibiendo el apoyo de la comisión de Acuerdos del Senado el 15 de marzo: dos meses después, su pliego fue aprobado el recinto completo.
En su momento, los dos mayores cuestionamientos al jurista tuvieron que ver con su trabajo en un estudio jurídico que representaba al grupo Clarín en litigios contra el Estado, y con el hecho de haber aceptado su designación inicial por decreto presidencial.
Sin embargo, en su exposición de cinco horas frente a los legisladores, el hombre de leyes se encargó de remarcar que "ningún juez puede aspirar a integrar la Corte sin acuerdo del Senado", y aclaró que en su momento aceptó el nombramiento por decreto porque dio por hecho que luego sería sometido a tratamiento parlamentario.
Al mismo tiempo, sobre sus vínculos con el estudio jurídico Bouzat, Rosenkrantz y Asociados -con clientes como Cablevisión, La Nación, McDonald's y Clarín- Rosenkrantz señaló que estaba dispuesto a excusarse si le tocaba intervenir en alguna causa vinculada a ese grupo empresario.
Al mismo tiempo, subrayó que "los jueces no deben gobernar" y que sus preferencias en lo personal "no van a impactar en modo alguno en lo que decida".