A un año de la firma del DNU que dio inicio a la cuarentena en la Argentina, Alberto Fernández vuelve a encontrarse en el centro de la escena política. Ya sin los elevadísimos índices de aceptación que supo cosechar luego de asumir en su totalidad el costo político de las primeras medidas de restricción -algo que con el correr de los meses la oposición convirtió en una de las principales críticas bajo el lema "la cuarentena más larga del mundo"-, el presidente enfrenta ahora la resistencia de gobernadores y opositores que se oponen a medidas de mayor restricción, pese a que la curva de contagios no para de subir.
La semana pasada fue álgida. Aislado en la residencia de Olivos luego de dar positivo de Covid-19, el presidente siguió de cerca las reuniones y negociaciones que mantuvieron por teléfono y "a través de sus segundas líneas" Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta. El AMBA, una vez más, se posiciona como el distrito "en rojo" y desde el Gobierno nacional instaron a "dejar de lado las diferencias políticas" y retomar el trabajo en conjunto que tan buena recepción tuvo por parte de la sociedad al inicio de la pandemia. Pero no hubo punto de encuentro.
"Axel se sentó a la mesa con un planteo mucho más duro: quería al menos quince días de cuarentena total, el regreso de la Fase 1. No es un capricho: los números advierten una aceleración en el ritmo de los contagios que ni siquiera se vio el año pasado. Estamos duplicando en una semana y, de continuar estas proyecciones, podríamos alcanzar los 50 mil casos diarios antes de que termine abril", advirtieron a BigBang desde la gobernación bonaerense.
La posición de Larreta fue antagónica. El jefe de Gobierno porteño reconoce la llegada de la segunda ola, pero plantea un sistema de cierres menos radicales y pone el eje en dos cuestiones: evitar lo más posible el cierre de locales (en especial los rubros como el gastronómico, uno de los más golpeados, pero a la vez que mayor asistencia del Estado nacional recibió durante todo el 2020) y apelar a la responsabilidad social de "los vecinos", a quienes a diferencia del Ejecutivo nacional les destacan el "alto acatamiento" de las medidas sanitarias.
El cierre de las negociaciones obligó a todas las partes a dar concesiones. Mientras que Larreta vivió como una pequeña victoria política la hora adicional de actividad comercial en la Ciudad, el presidente ganó la pulseada que se venía dirimiendo desde fines de diciembre: avanzar con la prohibición de circulación nocturna. Y así, mientras el jefe de Gobierno porteño anunció las restricciones, aunque aclaró su malestar por la circulación; Kicillof cantó retruco y fue más allá de las disposiciones "de mínima" que plantea el DNU de Fernández. Se volvió a instalar la "grieta política" una vez más en el AMBA.
Si bien en principio las nuevas medidas regirán hasta el 30 de abril, lo cierto es que desde la provincia ya anticipan que avanzarán con las restricciones en caso de que los números sigan en alza. Idéntica es la posición del Ejecutivo nacional. "Las decisiones se toman con los números y todavía ni siquiera estamos viendo la magnitud real del impacto de las últimas semanas en las que tuvimos el fin de semana largo de Semana Santa. La baja de casos se va a dar recién en quince días, si es que se da", reconocen desde Casa Rosada.
Atentos a la posibilidad de que se pueda cumplir la proyección más dramática de todas (con reportes diarios que superen los 50 mil infectados y un sistema de salud al borde del colapso), desde el Gobierno analizan dos posibles medidas adicionales que podrían decretarse incluso antes del 30 de abril: la implementación de una cuarentena total para los fines de semana (el denominado "modelo chileno") y la extensión del toque de queda nocturno, medida que tendría un impacto directo en los bares y restaurantes.
"Los contagios no se están dando en las fábricas o en las escuelas. Lo que más preocupa son las reuniones sociales en las que lógicamente se dejan un poco de lado las medidas de cuidado como el uso del tapabocas o la ventilación de los ambientes, que será crucial con la llegada del frío. Hoy el riesgo no está tanto en los bares, sino en las posibles reuniones que pudieran trasladarse a los domicilios particulares por las restricciones horarias y las bajas temperaturas", suman desde el ministerio de Salud.
La otra preocupación que tiene hoy Carla Vizzotti es la circulación local de la variante brasileña, mucho más contagiosa. "El escenario es distinto, porque estamos ante una transmisión mucho más virulenta y el cálculo es simple: a mayor cantidad de infectados, mayor porcentaje de pacientes con complicaciones y mayor ocupación de las unidades de terapia intensiva, que ya están sintiendo una vez más el impacto de los contagios. Los trabajadores de la salud vienen, además, de un año muy duro y llegan a esta 'segunda ola' con mucho cansancio y en muchos casos pérdidas personales y de compañeros".
El presidente procuró abrir el diálogo con la oposición y que la toma de decisiones sea en conjunto. Y el dato no es menor: después de un año de pandemia, la sociedad ya está cansada y cualquier medida restrictiva tensa el humor social. Pero, además, está la variable político-electoral que condiciona hoy cualquier tipo de trabajo en conjunto. Larreta no quiere volver a recibir las críticas internas por su trabajo en conjunto con el presidente, mientras Kicillof atiende los reclamos de un electorado más duro que el de Juntos por el Cambio. "El votante del Frente de Todos está pensando en la salud, mientras que el más duro de Juntos por el Cambio considera que cualquier medida contra el Covid-19 es un avance contra sus libertades individuales. Estamos en una encerrada si planteamos las políticas sanitarias así", refuerzan desde Nación.
El presidente, hasta ahora, se mantuvo en un "centro conciliador", aunque volcó su malestar con el jefe de Gobierno porteño incluso en los medios. De acuerdo a lo que pudo confirmar este medio, Fernández avanzará por decreto en caso de que la situación sanitaria demande medidas más drásticas. "No le va a temblar el pulso llegado el momento, pero jamás dejó de dialogar e intentar tomar las decisiones en conjunto. También hay un acuerdo con Guzmán por el impacto fiscal que significaría un refuerzo en la batería de medidas de asistencia que incluso al día de hoy se siguen llevando adelante en algunos sectores".