por Alejo Paredes
01 Abril de 2019 19:54¿Qué sería de la historia futbolística de este país sin la recordada y emocionante corrida de Jorge Burruchaga ante Alemania, en aquella final del mundo de 1986? ¿O de la habilidad de Carlos Daniel “El Chino” Tapia y las agallas de Oscar Ruggeri?
Tal vez sin ellos, la segunda copa del mundo para el país no hubiera sido alcanzada solamente con Diego Maradona en la cancha. Y, quizás, la figura del Diez se asemejaría un poco más a lo que es hoy Lionel Messi. Estas preguntas tienen una razón: este 2 de abril se cumple un nuevo aniversario del desembarco de las tropas argentinas en las Islas Malvinas con el fin de recuperar la soberanía que en 1833 fue arrebatada por Gran Bretaña.
Este martes, se cumplen 41 años de la partida de aquellas futuras promesas que Malvinas se llevó y jamás devolvió. Hace casi cuatro décadas, Javier Dolard era la gran sensación de Boca: goleador de las inferiores xeneizes, compañero en el mismo equipo de Ruggeri y campeón en sexta, quinta y cuarta. Incluso llegó a ser convocado a la Selección juvenil dirigida por César Menotti.
Allí, compartió entrenamientos junto a -entre otros- el propio Burruchaga y el "Chino" Tapia, ambos campeones del mundo en 1986. “Fuimos campeones en la sexta y quinta, `79 y `80. Fuimos convocados (Oscar) Ruggeri y yo, entre otros compañeros. Estuve cerca. Fue una experiencia espectacular porque trabajamos con el `Flaco` Menotti”, recuerda el hoy ex futbolista.
¡Y no es para menos! En aquella época, cuando lució los colores de la albiceleste, tuvo la oportunidad de conocer a grandes ídolos de su adolescencia. “Un día íbamos a entrenar con el Flaco y ese día había futbol. Practicaba el juvenil titular que tenía jugadores como Burruchaga y `El Chino` Tapia, jugadores que triunfaron”, rememora, sobre aquel equipo.
Y continúa: “Y ese día nos dicen que venían algunos muchachos a hacernos de sparring. Estaban (Daniel) Passarella, (Héctor) `Chocolate` Baley y Ramón Díaz, entre otros. Tuve la experiencia y el lujo de jugar al lado de Ramón Díaz, la velocidad que tenía era impresionante. Fue una experiencia bárbara, desde todo punto de vista. No teníamos dimensión de dónde estábamos y con el paso de los años te das cuenta dónde estuviste”.
Pero aquel sueño de triunfar y lograr la segunda copa del mundo para el país comenzó a diluirse después del 2 de abril de 1982. Unos días después de aquella jornada, le llegó la noticia: tenía que unirse al ejército. Y dos meses después, Javier trajo de Malvinas "recuerdos terribles" que, años después, le hicieron "ver que no todo es tan grave y que tiene solución".
“Nosotros habíamos empezado a entrenar con las inferiores de Boca y pasó lo del 2 de abril. Yo estaba dado de baja, ya no estaba en el regimiento. Cuando pasa lo de Malvinas, uno lee los diarios, era una conmoción, pero lo vivía como un hecho más, aunque inmenso como lo fue”, explica Dolard, "ex soldado clase 62 del glorioso Regimiento de Infantería Mecanizado 6", a BigBang.
“Seguíamos con la vida normal hasta que nos empezamos a dar cuenta con mi viejo que se podía complicar cuando un soldado viene a traerme un telegrama y me dice que tenía que volver. Había dos cosas, me iba y no sabía cuándo iba a volver. Y por el otro lado volví a encontrarme con mis compañeros de la colimba de Mercedes”, detalla, visiblemente conmovido.
Según contó, durante sus años de colimba nunca abandonó la pasión por el fútbol: “Ahí jugábamos a la pelota con el equipo del regimiento, con Walter Suárez ,que jugaba conmigo en las inferiores de Boca. Me encontré con toda la banda. Y ahí me dieron el rol de combate: Usted va a ser reparador de un mortero pesado. Yo no tenía ni idea que era eso”, sostiene.
Fue entonces que le dieron todo el equipo “necesario” para ir a una guerra, aunque -al igual que el resto de los jóvenes que lucharon por la patria- no se enteró que iba a combatir contra los soldados británicos hasta cuando estaba a pocos kilómetros de las islas. “Nos dieron todas las cosas para ir a una guerra, pero nadie sabía qué iba a pasar”, dijo.
Y agregó: “Tampoco sabíamos a qué lugar del sur íbamos, hasta que una madrugada nos hicieron subir a un avión que nos llevó hasta Ushuaia y ahí subir a otro avión mucho más chico. Fue ahí cuando nos empezamos a dar cuenta. Eran las 5 de la mañana y nos dijeron que íbamos a Malvinas”.
Lo que ocurrió después es recordado con orgullo, respeto y bronca contra la dictadura por el pueblo argentino y por los propios ex combatientes. El conflicto bélico duró solo dos meses y medio, fue corto para algunos. Pero lógico que lo sea, los soldados argentinos no estaban preparados, “éramos niños comparados con los experimentados soldados ingleses”.
La guerra dejó un saldo de 649 bajas argentinas y más de 500 suicidios motivados por secuelas y traumas de posguerra. También murieron 255 británicos y tres isleños. Todo aquello lo recuerda Dolard con mucho dolor, pero esas memorias las lleva plasmadas en su ser, lo convierten en lo que es hoy y las comparte en sus redes sociales, en escritos y las resguarda en su computadora.
“Terminamos como prisioneros de guerra, nos replegamos, llegamos a un pueblo y ahí nos enteramos que nos habíamos rendido. Tuvimos que cruzar por el aeropuerto donde los ingleses ponían a todos los soldados y los custodiaban”, contó.
El 15 de junio Leopoldo Galtieri, dictador y jefe de la Junta Militar anunció por cadena nacional la negociación entre el “gobernador” de Malvinas, Mario Benjamín Menéndez y el jefe de las tropas británicas (firmada el 14). Habló del retiro de las tropas argentinas de Puerto Argentino y de "cese de hostilidades", sin nombrar lo que realmente fue, una rendición incondicional.
La comandancia argentina en las islas firmó la rendición a pesar de que Galtieri había dado la orden de que siguieran combatiendo hasta "las últimas consecuencias". “Uno a través de los años se da cuenta que el ejército argentino forma parte de la idiosincrasia de nuestro país. El ejército es como nuestro país. En esa época estábamos muy calientes”, sostiene.
Y suma: “En la guerra necesitas que el que da las órdenes esté al lado tuyo, pero el que daba las órdenes estaba en Buenos Aires. (Mario Benjamín) Menéndez paró una masacre, (Leopoldo Fortunato) Galtieri quería seguir, que resistamos. No había forma de ganar esa guerra, de parar a los ingleses. Ese remordimiento, el de poder haber evitado todas esas muertes, te queda”.
Malvinas dejó en Dolard anécdotas que hoy comparte con familiares y amigos, asegura que los ingleses los trataron bien tras la rendición y relata con cierto jolgorio la discusión que tuvo con un joven soldado escoces sobre fútbol. “Con los ingleses no hubo ningún tipo de problema. Algo de inglés sabía. Una noche, hacia frio y lloviznaba, y desde la parte atrás se escucha que alguien estaba cantando ´No llores por mí argentina´, pero en inglés”, cuenta.
“Era un soldado joven, escoces. Sonaba como un tono a burla, había terminado la guerra y estábamos tranquilos, con mucha paz. Pero a algunos les empezó a caer mal el canto. Esto fue un 14 de junio, el día anterior había empezado el Mundial en España y para tratar de sacarlo del cántico le empecé a hablar de fútbol”, reveló.
Fue entonces que, según sus propias palabras, el escoces se convirtió en una persona más al hablar del fútbol. “No hubo ninguna burla ni problema. Yo le decía que Maradona era el mejor, y él me decía que Kevin Keegan, un jugador inglés que tuve la suerte de poder ver en televisión, era mejor. Era un jugador bárbaro, pero incomparable con el Diego”.
Cuando volvió, no pudo retomar el nivel que supo tener en Boca. “Tenía edad de cuarta, venia el tema para firmar el primer contrato. Yo volví a fines de julio. Ahí empecé a entrenar, había cambiado el técnico y me costó salir del banco. Yo era goleador cuando me fui y todo cambió. Durante la semana, previo a un partido con Racing, el técnico me dijo que iba a jugar el segundo tiempo, pero durante un entrenamiento me lesioné”, detalla, con tristeza.
“Estuve parado un tiempo por un desgarro, Boca me hizo un contrato, pero me lo hizo por lo que era y no lo que soy. Tomé la decisión de dejar la pelota, no ganaba un mango y tuve que empezar a trabajar a laburar con el fin de construir lo que es hoy mi familia. Me casé muy joven y necesitábamos el dinero”.
Así fue como urgido por la familia que quiso formar poco tiempo después de volver de las islas, Dolard terminó abandonando el fútbol para trabajar en el Banco Provincia. Sin embargo, el destino le reservó una sorpresa: allí volvió a ponerse la camiseta como miembro del equipo oficial de la institución y siguió jugando a la pelota hasta los 48 años.
“Hace seis meses que me jubilé. Laburaba en el Banco Provincia. Recién a los 48 años largué el fútbol y ahora juego esporádicamente. Soy hincha de River, pero jugué en Boca. Las dos veces que jugué contra River les gané”, recuerda, dando comienzo a la anécdota que lo marcó como jugador.
“Yo empaté uno de los partidos y lo dimos vuelta. El segundo, ellos empatando clasificaban a la final y nosotros teníamos que ganar. Ahí agarré la pelota, no me marcaba nadie y corrí hasta la línea de fondo, metí el centro y el nueve de nuestro equipo hizo el gol de la victoria. Es el momento que más recuerdo, porque del envión por la corrida terminé colgado del alambrado de la cancha festejando el gol junto a mi viejo, quien también se colgó conmigo”.
Los dos hinchas de River, padre e hijo, festejando el triunfo de Boca. “Pasamos a la final y le ganamos a Gimnasia”. A 41 años de la guerra, el ex futbolista asegura que jamás regresó a Malvinas y es algo que, según sus propias palabras, no le interesa a pesar de que recibió varias invitaciones. “Como todos los años siempre hay alguna experiencia diferente, alguna cosa rara”.
“Uno siempre recurre en los compañeros que quedaron allá, ese es el principal recuerdo. Vivencias personales que son terribles y enriquecedoras. Es una experiencia que con el correr de los años la valorás mucho más. Viajé a Estados Unidos, a Israel, a Chile. Uno siempre piensa que quizás si no hubiera ido a la guerra las cosas hubieran sido diferentes. Pero nunca se sabe", señala, siempre con optimismo y mirando hacia el futuro.