30 Abril de 2025 08:27

Por momentos, el debate de candidatos a legisladores porteños pareció un sketch de TVR mezclado con un reality político de bajo presupuesto. A lo largo de 175 minutos, transmitidos por el Canal de la Ciudad (sí, el mismo que uno de los candidatos prometió cerrar), los 17 postulantes que competirán el 18 de mayo se lanzaron más chicanas que propuestas, más frases de laboratorio que ideas para legislar, y ofrecieron una postal nítida de lo que la política porteña parece haber decidido ser: un producto para redes sociales y no para resolverle la vida a nadie. Con un manual libertario en una mano y el libreto de campaña en la otra, Manuel Adorni fue fiel a sí mismo: agresivo contra el kirchnerismo, los medios públicos y la izquierda. "Más tarde o más temprano el kirchnerismo va a ganar", advirtió como quien amenaza con que va a llover.
Pero su mayor promesa concreta fue cerrar el canal desde donde estaba hablando. No se sabe si lo pensó como acto de sinceridad brutal o como un exabrupto performático al estilo Milei, pero dejó claro que lo suyo no es el detalle legislativo, sino el acting ideológico. Del otro lado, Leandro Santoro hizo equilibrio en la cuerda floja del peronismo sin kirchnerismo, defendiendo una línea que cuesta explicar incluso con gráficos. Entre ataques por su cercanía con Alberto Fernández y sus críticas al mileísmo, intentó mostrarse como el adulto en la sala. No lo logró. Aunque al menos tuvo la lucidez de reconocer lo evidente al salir del estudio: "El ganador fue Caruso Lombardi".
Y sí. Si hubo alguien que captó el espíritu del debate fue el ex técnico devenido en candidato del MID. Apenas arrancó el programa, tiró una de esas frases de vestuario que hacen vibrar al sentido común: "Esto se maneja con resultados. Si no, preguntale a Gago". Con más frescura que programa de domingo a la noche, Caruso hizo del lugar común una bandera, del chiste futbolero un manifiesto, y del "ciudadano de a pie" una estrategia. Entre tanto coucheo y frases vacías, al menos alguien se animó a improvisar. Silvia Lospennato, por su parte, fue una de las pocas que intentó centrarse en propuestas. Habló de Ficha Limpia, de su experiencia legislativa y hasta marcó la cancha frente a Horacio Rodríguez Larreta, que compite por fuera del PRO. "Horacio se fue del partido", disparó con calma quirúrgica.
Larreta, más nostálgico que combativo, recordó su gestión como jefe de Gobierno y cerró con un insólito "Quiero volver a ser jefe de Gobierno porque aprendí". Casi un "te juro que cambié" de ex arrepentido en reunión de ex. En la tribuna libertaria también estuvo Ramiro Marra, echado de La Libertad Avanza pero aún defendiendo el mileísmo con más fervor que los propios. Su plataforma giró en torno a eliminar trapitos, atacar fisuras y vigilar tachos de basura. Le habló más al votante de Recoleta que al de Villa Lugano. La izquierda, como es habitual, se encargó de decir lo que nadie más quiere escuchar, aunque con poca efectividad discursiva. Luca Bonfante (que reemplazó a Vanina Biasi, ausente por neumonía) arrancó picante: "Celebro que haya venido Adorni porque hoy es 29, el día del ñoqui".
Pero luego no presentó ni una propuesta concreta salvo la ya célebre "más zurdos en la Legislatura". Su compañero de lucha, Federico Winokur, propuso llevar el salario mínimo a dos millones de pesos, aunque ese tema ni siquiera compete a la Legislatura porteña. Detalles. Mientras tanto, Lula Levy, la radical de Evolución, pasó de los nervios iniciales a convertirse en una de las voces más filosas, incluso descolocando a más de un rival. Alejandro Kim (Principios y Valores) y Juan Manuel Abal Medina (Justa, Libre y Soberana), viejos conocidos del peronismo, se tiraron dardos entre sí como si nunca hubieran compartido espacio político. La nueva política en modo "nadie se acuerda de dónde vine".
También hubo rarezas: Yamil Santoro llevó su bulldog al estudio (en homenaje al Día del Animal), María Eva Koutsovitis leyó todo su discurso como si estuviera en un examen oral, y César Biondini fue interpelado directamente por Santoro con una pregunta de alto voltaje: "¿Sos o no sos nazi?". Biondini no respondió. A veces el silencio dice más. Cuando se apagaron las luces, todos se saludaron, menos los candidatos de izquierda, fieles a su reticencia a las formas del sistema. Pero lo más porteño de la noche llegó al final: un pequeño caos organizativo porque Santoro bloqueaba la salida del estudio mientras hablaba con periodistas.
Un piquete a escala micro que obligó a Jorge Telerman a tomar la delantera como quien busca la punta en una maratón mal señalizada. Así terminó un debate que prometía ser una vidriera de ideas para la ciudad, pero se pareció más a un programa de panelistas. La política porteña sigue atrapada entre el marketing, los egos y el oportunismo. Y mientras los candidatos ensayan sus próximos reels para TikTok, la Legislatura espera algo más que frases de manual. ¿Será mucho pedir?