A los pocos días de asumir como presidente, Alberto Fernández tomó su teléfono celular y le escribió por WhatsApp a una persona a la que quería convocar para un importante cargo en la gestión:
- ¿Perdón, vos sos Alberto Fernández? - le respondió, sorprendida, la mujer, que no esperaba esa convocatoria.
- Sí, ¿te puedo llamar? - consultó el presidente.
A un mes de asumir como presidente, Alberto Fernández no delega su teléfono en secretarias ni piensa en hacerlo. Pasa en línea varias horas al día en WhatsApp y suele comunicarse de manera directa con ministros y subsecretarios para consultar temas de gestión, avances de proyectos y plantear propuestas. Para charlar con su vice, Cristina Kirchner, quien desde el 28 de diciembre se encuentra en La Habana, prefiere Telegram: esta semana le transmitió que estaba “satisfecho” con los primeros días de gestión.
Ni bien desembarcó en la Casa Rosada Alberto comenzó a moldear su carácter como presidente, una tarea para nada sencilla si se tiene en cuenta que la mayor parte de su carrera política la dedicó al trabajo de armador en las sombras. “Uno lo puede ver en Nochebuena con gente pobre y después compartiendo una mesa con los dueños de la riqueza en el país”, dice a BigBang un hombre con despacho en Balcarce 50.
A treinta días de su asunción, Fernández también busca generar de entrada una imagen cercana con sus seguidores. Hay quienes incluso comparan algunas actitudes del presidente con el carácter informal de Néstor Kirchner. Esa “informalidad” ya provoca algunos dolores de cabeza para la custodia del presidente: es común que Alberto salude a visitantes que recorren la Casa Rosada, que se saque selfies al retirarse de la sede de gobierno, pero también que prefiera cierta autonomía para algunos movimientos, lo que genera un estado casi de alerta en el personal que debe cuidar su integridad.
Fernández pasa largas horas en la Casa de Gobierno, y aunque suele tener reuniones en su despacho, también le gusta trabajar en la oficina lindera, que ocupa su jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y que él mismo supo ocupar durante más de cuatro años con Kirchner y Cristina como presidentes. Mantiene diálogo permanente, además, con su secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra, una de las funcionarias que más tiempo pasa en la Rosada, y que llegó a sorprender al personal varios fines de semana en los que se instalaba por horas en su despacho para trabajar. También habla con frecuencia con Máximo Kirchner, presidente del bloque del Frente de Todos en Diputados; con el presidente de la Cámara baja, Sergio Massa, y con el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, a quien recibió en varias ocasiones.
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Otro de los hombres de máxima confianza del presidente es el cada vez más poderoso secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, quien tiene a cargo el plan de modernización del Estado. Pero en verdad, el ex ministro de Justicia de Kirchner, eyectado tras un enfrentamiento con Jaime Stiuso en 2004, tiene un rango de acción más amplio: mantiene diálogo permanente con ministros, se reúne con empresarios, tiene contactos con la Iglesia, aconseja sobre el vínculo con los Estados Unidos y es uno de los que está más al tanto de la reforma de los servicios de inteligencia que encara la interventora de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Cristina Caamaño.
“A Alberto no le interesa eliminar las diferencias y trabajar sólo por acuerdos”, dice un hombre de diálogo constante con el presidente. “Juega mucho con establecer una relación con lo diverso, que permita encontrar un canal de diálogo”, agrega. Sin ir más lejos, la primera semana del año visitó una PyME de Tres de Febrero, provincia de Buenos Aires, e invitó a la recorrida al intendente, Diego Valenzuela, de Juntos por el Cambio. En diciembre, luego de que el ministro de Salud, Ginés González García, actualizara el protocolo de aborto no punible, se reunió con obispos de la Conferencia Episcopal que le reprocharon su decisión. Él los escuchó, pero les transmitió que era una decisión de salud pública.
PLAN ECONÓMICO
La clave, insisten cerca de Alberto, está en la economía. Hasta ahora el gobierno impulsó una serie de medidas que buscan frenar el impacto de la dura crisis económica que sacude a la Argentina, con un contexto adverso en materia de deuda, desempleo e inflación, las tres preocupaciones centrales del presidente. De hecho, en los primeros treinta días la mayor parte de las medidas fueron económicas: aumentos por decreto a estatales y privados, congelamiento de la movilidad jubilatoria y bono para jubilados, mayores restricciones a la compra de dólares con el impuesto del 30 % y el reciente lanzamiento del programa Precios Cuidados.
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El plan, como en todas las áreas, es “impulsar el crecimiento desde abajo”, mientras se afina el plan que el ministro de Economía, Martín Guzmán, le llevará al Fondo Monetario Internacional para comenzar a renegociar la millonaria deuda adquirida por la gestión de Mauricio Macri. Esta semana, de hecho, el gobierno recibió un guiño del Fondo, que elogió las primeras medidas adoptadas.
UNA INTIMIDAD RESERVADA
Mientras tanto, Alberto evita una gran exposición de su vida personal en las redes sociales. En un mes subió unas pocas fotos junto a su perro, el collie Dylan que tiene cuenta propia (y oficial) e Instagram que suele subir contenido a diario. Recién esta semana la primera dama, la periodista y actriz Fabiola Yáñez, publicó una foto junto al presidente y su hijo, Estanislao.
Fernández ya se mudó por completo a Olivos, donde según reveló días atrás la periodista Rosario Ayerdi en el diario Perfil, ya comenzó a utilizar la cancha de fútbol a la que supieron darle un gran uso otros presidentes como Carlos Menem, Néstor Kirchner y Mauricio Macri. Días atrás, en un picadito, el presidente fue arquero y su equipo se impuso 5 a 3, aunque la figura fue Guzmán, del conjunto rival.
En su despacho de la Casa Rosada Fernández ubicó algunas fotos junto a su familia del día de la asunción, tomadas por el histórico fotógrafo presidencial, Víctor Bugge, a quien conoce desde hace años, y quien durante la gestión de Macri, con el desembarco de equipos especializados en redes sociales, había sido relegado, algo similar a lo que ocurrió con algunos de los cocineros, a quienes saludó personalmente uno por uno el día de su llegada. Allí, en su oficina, también ubicó una imagen muy especial, junto a Luis Alberto Spinetta, tomada en 2005 durante un concierto de "El Flaco" en la Casa de Gobierno. Eso sí: por ahora, Alberto no cambió su foto de perfil en WhatsApp, donde sigue posando en un sillón junto al pequeño Dylan.