No podría ser más significativo: donde estaba San Martín, donde estaba la utopía, ahora descansa un enorme cuadro blanco con un manchón oscuro en el medio, un “agujero negro” pintado sobre un lienzo color tiza que ubicó su mujer, Juliana Awada, detrás del sillón presidencial, en el despacho de Mauricio Macri en la Residencia de Olivos.
Podría significar muchas cosas: pura casualidad, una preferencia artística de Juliana que hace juego con los colores y la decoración minimalista de la oficina presidencial, pero también una metáfora del estado de ánimo del Presidente y sobre todo de la nueva etapa que enfrenta su gestión. El “agujero negro” es todo lo que falta por hacer, el fin de una referencia patriótica como la de San Martín para pasar a la más cruda realidad.
El cuadro de San Martín que reemplazado por otro, moderno pero oscuro.
Macri, hoy, durante la inauguración de la ampliación de una planta automotriz.
El "plebiscito" de su gestión
¿Cuál es esa realidad? Salir airoso del peor momento de su gestión (escándalo del Correo, imputaciones judiciales, economía estancada, baja del consumo) para afrontar un año difícil: la amenaza de un paro de la CGT, el conflicto docente en la provincia que desgasta a María Eugenia Vidal, las elecciones legislativas de este año, la creciente conflictividad social y el reverdecer del peronismo y la oposición.
Las elecciones legislativas, que serán el próximo 13 de agosto (Primarias), son una verdadera bisagra para su presidencia. A pesar de que para la gobernadora “no es el fin del mundo” perderlas, para el Presidente es realmente EL plebiscito de su gestión. Ayer, durante una reunión con sus asesores, les recordó la importancia de un triunfo del macrismo en la Provincia de Buenos Aires.
Carrió y Vidal, dos mujeres fundamentales en el esquema de poder de Macri.
Para profundizar su modelo, Macri necesita que se revalide su gestión en las urnas. Por lo menos eso es lo que transmite en la intimidad.
Sobre todo porque después de 15 meses de gestión, con una economía estancada, aumento de la pobreza y cada vez más protestas en la calle, quiere desentrañar si lo que lo que dicen muchas encuestas es real: que por más que las cosas no anden bien, una cuota importante del electorado sigue optando por el “cambio” que él propone y que todavía no se le agotó “la esperanza” de muchos sectores en que las cosas pueden mejorar. “Las candidaturas las voy a decidir yo”, repite en la intimidad cuando le consultan si Elisa Carrió será candidata en Provincia, en Ciudad o no directamente no jugará. Otra clara muestra de que las elecciones son el tema que lo desvela.
Las elecciones que vienen, uno de los temas que lo obsesionan.
El planeta Macri del poder
En su entorno orbitan pocas personas a las que verdaderamente escucha. Marcos Peña, el Jefe de Gabinete, y el dúo de coordinadores, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, que ayer volvieron a disparar el temido excel de la gestión para acabar de un plumazo con Carlos Regazzoni, titular del PAMI. Nadie pudo explicar con claridad por qué abandonó su puesto, más allá de las diferencias con el triunvirato, ni siquiera el propio Presidente.
"Agujero Negro", el cuadro que colgó Juliana y simboliza los días de Macri.
Los asesores que lo frecuentan en Olivos aseguran que el Presidente sólo se muestra efusivo cuando ve en los medios alguna presunta denuncia de corrupción en torno a su gabinete. Salta de su sofá, gesticula y explica por qué lo del Correo Argentino -la presunta quita de la deuda a su padre Franco- no tiene nada que ver con un negocio familiar.
Su charla con Mirtha
Un amigo de toda su vida suele repetir que si Macri, para mostrar transparencia, eliminara de cualquier contratación estatal a sus amigos empresarios, no habría casi licitaciones en la Argentina. Los conoce a todos. Durante sus años tejió una amistad con los CEOs más importantes de la Argentina, lo que más obras hacen para el estado, el club de licitadores. “Tuve seis obras en común con Paolo Roca, lo conozco hace muchos años, no le puedo prohibir que invierta en el país”, le dijo a un empresario amigo hace poco.
Quintana y Lopetegui, dos hombres claves en el Gobierno.
El caos de la calle
La calle es otro tema. El crecimiento de la conflictividad social y sobre todo la imposibilidad de las distintas gobernaciones y municipios de evitar las molestias derivadas de las protestas en la vía pública inquietan al presidente. Ya hizo público su reclamo hacia Horacio Rodríguez Larreta, el Jefe de Gobierno, por la imposibilidad de controlar los piquetes. Y lo sigue pensando. Pero pareciera que no da con la solución. “No puedo hipnotizar a los manifestantes para que dejen de cortar la calle”, repite en privado.
"No puedo hipnotizar a los manifestantes para que dejen de cortar la calle
Usar la la Policía o las fuerzas de seguridad nacional no es una opción: los sondeos de opinión pública muestran que gran parte de los ciudadanos quieren orden en la calle pero no represión. La línea entre ambos es muy delgada y, sobre todo, peligrosa.
Existe algo de lo que se arrepiente en el Presidente, una deuda pendiente cuando era Jefe de Gobierno: “La única mafia con la que no pude es la de las grúas. Espero que Horacio pueda”, confesó hace poco en una charla íntima, en referencia a las dos empresas que hace 15 años tienen el monopolio del acarreo de autos en la Ciudad.
A Macri le preocupa el clima de conflictividad social.
La autocrítica
El mea culpa esconde además otro de los temas que le quitan el sueño al Presidente: los distintos sectores que, para él, “viven de la teta del Estado”. Desde organizaciones sociales, parte del sector judicial, gremios, el Pami y hasta integrantes del círculo rojo.
Quizás en algún tiempo, si logra encauzar su estrategia de gestión, si convence, por ejemplo, de que la apertura del mercado aerocomercial argentino significará -algo que prometen los funcionarios- poder viajar a Londres por 400 euros o a Bariloche por 1000 pesos y no un negocio para una de sus empresas familiares, se recuperará la expectativa del electorado. Será momento, quizás, para volver a colgar el cuadro de San Martín sobre su espalda y desterrar el lúgubre lienzo que representa un crudo agujero negro que vigila la soledad de su despacho.