Más
Política
Papelón

El funeral del Papa y el espectáculo de la hipocresía: un Congreso que pelea por la foto mientras la familia de Bergoglio no puede viajar

Una postal grotesca de oportunismo político y vanidad institucional, encabezada por el presidente de la Cámara, Martín Menem.

23 Abril de 2025 10:19
El funeral del Papa y el espectáculo de la hipocresía: un Congreso que pelea por la foto mientras la familia de Bergoglio no puede viajar
Martín Menem Eliana Obregón

En un país atravesado por la desigualdad y la urgencia, los gestos de la política deberían ser, al menos, ejemplares. Pero en estas horas de duelo por la muerte del Papa Francisco, el Congreso argentino volvió a mostrar su peor cara: mezquindad, oportunismo y una desconexión brutal con lo esencial. Mientras legisladores discuten acaloradamente quién debe viajar a Roma para despedir al sumo pontífice, Mauro Bergoglio -sobrino directo de Jorge Bergoglio- no puede costear su propio pasaje.  No es un error de logística, ni un olvido. Es una expresión descarnada de prioridades invertidas. "El sobrino de Bergoglio no tiene fondos para viajar a Roma", informaron. 

La periodista Camila Dolabjian expuso el absurdo con una claridad dolorosa: los pasajes superan los 3.000 dólares, y mientras los diputados forcejean por un lugar en la comitiva, quienes verdaderamente conocieron y acompañaron al Papa en su camino pastoral no tienen acceso a una despedida digna. "Estuve hablando con algunas personas que hablaron con él, con Mauro Bergoglio, que es sobrino de Jorge Bergoglio, que no tiene los fondos para viajar a despedir a su tío", contó.

Al aire en LN+, la periodista afirmó: "Se están peleando todos los diputados, por quién va, quién no va, en el Senado hubo una pelea terrible, pero en el medio hay familiares que lo conocen, que no pueden viajar a Roma, y me imagino que también en el credo hay personas que lo conocieron a Bergoglio, que trabajaron con él en Flores, que trabajaron con él cuando era arzobispo, que lo conocen, que se mantuvieron en contacto y que no tienen chance de viajar". 

El periodista Luis Novaresio, con recursos propios y gracias a la ayuda de la producción de su programa, tuvo que gestionar dos pasajes y alojamientos para la familia, y lo resumió con crudeza: "Da vergüenza" que el Gobierno no lo haya hecho. En medio de una semana parlamentaria clave, donde se esperaba avanzar en la conformación de la Comisión Investigadora del escandaloso caso $Libra y en la interpelación a funcionarios del Ejecutivo, la Cámara de Diputados entró en pausa. 

La Cámara de Diputados, bajo la presidencia de Martín Menem, decidió suspender sus actividades y rendir un homenaje que, en la superficie, pareció consensuado. En vez de legislar, los representantes del pueblo decidieron rendir homenaje al papa Francisco. Pero lo que debería haber sido un gesto de respeto se transformó rápidamente en una postal grotesca de oportunismo político y vanidad institucional, encabezada por el presidente de la Cámara. La verdad está en los pasillos: peleas internas, nombres que se barajan para encabezar la delegación oficial como si se tratara de una comitiva turística, y un clima de competencia por la foto institucional en el Vaticano.  

Martín Menem en la cámara de Diputados

Mientras la Casa Rosada organizaba su comitiva al Vaticano -encabezada por Javier Milei y una selección de ministros con nula afinidad ideológica con el pontífice-, Menem preparaba su propia avanzada: una delegación de diputados rumbo a Roma para despedir al Papa. El mismo Papa que durante años fue ninguneado, difamado y tildado hasta por el propio presidente y gran parte del oficialismo libertario y sus socios de "imbécil", el "maligno" y de "comunista". El mismo Papa que nunca visitó la Argentina en parte por el desprecio explícito del poder político que hoy, con una liviandad cínica, se apura por figurar en su despedida.

Menem, lejos de actuar con la ejemplaridad que la figura del Papa exige, permitió que la discusión escale al ridículo. Danya Tavela, diputada radical, fue una de las pocas voces que no se dejó llevar por el impulso de figurar: "Nos ahorremos andar garroneando un viajecito a Roma absolutamente innecesario". Y añadió con justeza: "Muchos de los que hoy se postulan para viajar fueron los mismos que lo llamaron comunista, kirchnerista, peronista, y lamentaron que nunca vino a la Argentina". 

La escena raya en lo grotesco: legisladores que jamás cruzaron palabra con Bergoglio quieren subirse al avión en nombre de la institucionalidad, mientras se postergan discusiones clave como el caso $Libra o la interpelación a funcionarios del Ejecutivo. La excusa del homenaje ha devenido en distracción conveniente, en parálisis funcional y, peor aún, en vanidad pura. La figura del Papa Francisco trasciende fronteras, credos y partidos. Fue un referente global por su compromiso con los pobres, con el diálogo, con la paz. Su legado invita a la humildad, no a la exhibición. Y sin embargo, es esa exhibición la que parece motivar hoy a gran parte de la dirigencia política argentina.

El día en el que Milei se reunió con el Papa

La Cámara no solo dejó de funcionar en una semana legislativa acotada por los feriados, sino que además convirtió una ceremonia fúnebre en una disputa interna por quiénes se subirán al avión. La pelea por los lugares dentro de la eventual comitiva refleja el patetismo de una dirigencia más preocupada por la selfie en San Pedro que por rendir cuentas en el Congreso. Menem, fiel a su estilo, evitó toda autocrítica. No explicó por qué se priorizó la organización de un viaje antes que la rendición de cuentas de funcionarios nacionales o la investigación de uno de los casos de corrupción más resonantes de los últimos tiempos. En su silencio, se impone una lógica que ya parece ser marca registrada del oficialismo: eludir la responsabilidad con la excusa de la solemnidad. Porque detrás del luto, está el cálculo.

Una cosa es clara: mientras algunos usan su muerte para capitalizar presencia, los verdaderos dolientes -la familia, los amigos de Flores, los fieles que caminaron a su lado cuando era arzobispo- no están invitados al show. En nombre del "argentino más grande de la historia", como dijo un diputado, se perpetra hoy una muestra de lo más pequeño de nuestra política. El Congreso debería recapacitar. El mejor homenaje que pueden hacerle a Francisco no es posar junto al féretro en Roma. Es garantizar que quienes lo amaron y conocieron puedan despedirlo. Es hacer política sin cinismo. Y sobre todo, es dejar de usar su figura como trampolín para la autopromoción.