por Rodolfo Palacios
08 Mayo de 2017 08:24El día que conocí al genocida Luciano Benjamín Menéndez, una de las caras más siniestras de la dictadura cívico-militar, tuve que atravesar un largo pasillo en los Tribunales de Córdoba, donde el siniestro cómplice, camarada y amigo de Jorge Rafael Videla iba a recibir en 2014 su duodécima cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad. A ese sector lo llamaban "el pasillo de la muerte" porque allí se reunían, sentados en bancos o adentro de tres salitas, los represores con sus familiares. El lugar tenía la atmósfera de un geriátrico: la espera inútil, el silencio incómodo, el aburrimiento. De un lado, tres viejos dormidos. Del otro, uno que babeaba y otro que cabeceaba y fumaba a escondidas. Ni la cercanía de la muerte les había borrado la crueldad impregnada en sus facciones.
Amigos y cómplices del horror.
Después de que la Corte Suprema de Justicia el miércoles 3 declarara aplicable el cómputo del 2x1 para la prisión en un caso de lesa humanidad (el del torturador Luis Muiña, que actuaba en el Hospital Posadas), el genocida -que cumple arresto domiciliario en su casa de Córdoba- podría solicitar ese beneficio."En 2013 lo había pedido, pero ahora creemos que lo volverá a hacer. Recibió 12 perpetuas pero se computan como si fuera una. El máximo es 25 años. Si lo pide y un juez se lo concede, Benjamín Menéndez estaría en condiciones de salir en libertad", dice Claudio Orosz, abogado de Hijos en Córdoba, a BigBang.
El fallo de la Corte también significó un guiño para Menéndez.
"Benjamín Menéndez estaría en condiciones de pedir el 2X1 y salir en libertad condicional
Amo y señor de la crueldad y la muerte
Benjamín Menéndez, alias "Cachorro", "Hiena" o "Chacal", ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército durante la dictadura cívico militar, tiene 91. En 1988 había sido procesado por 47 casos de homicidio, 76 de tormentos, cuatro de ellos seguidos de muerte y cuatro sustracciones de menores, pero la Corte Suprema lo había desprocesado por la Ley de Punto Final. La primera sentencia a cadena perpetua la había recibido en 2008. Entonces fue condenado por los crímenes cometidos en el marco del Plan Cóndor, un plan represivo conjunto de las dictaduras de Chile, Uruguay y Argentina en los años 70.
Según la biografía “Cachorro, vida y muertes de Luciano Benjamín Menéndez” (Editorial Raíz de dos, 2013), del periodista Camilo Ratti, Menéndez quería que la Argentina entrara en guerra con Chile en el conflicto del Beagle. “Si nos dejan atacar a los chilotes, los corremos hasta la isla de Pascua, el brindis de fin de año lo hacemos en el Palacio de La Moneda y después vamos a ir a mear el champagne en el Pacífico”.
Familiares de las víctimas del centro clandestino de detención que respondía a Menéndez.
En los años más oscuros del país estuvo al mando del destacamento de Inteligencia 141 General Iribarren, del que dependía el centro clandestino de detención La Perla, conocido como “la ESMA cordobesa”, que comenzó a funcionar en 1975. Por allí pasaron 2500 hombres y mujeres. Unos pocos sobrevivieron.
EL GENOCIDA, EN ACCION
Menéndez pasa sus días en su casa.
"Videla era un blando"
El genocida consideraba que Videla "era un blando". En la predictadura, en Córdoba creó el grupo paraestatal Comando Libertadores de América, integrado por suboficiales de la policía cordobesa. Tenía como objetivo combatir a los grupos de izquierda, y comenzó a actuar dos años antes de que se produjera el golpe militar del 24 de marzo de 1976. Eran policías pistoleros que saqueaban, torturaban y mataban con placer. La patota estaba integrada por Herminio “Boxer” Antón; José Raul “Sérpico” Buceta; Carlos "Tucán Grande" Yanicelli; Calixto "Chato" Flores; Luis “Cara con riendas” Lucero, el "Gato" Miguel Gómez y Graciela "La Cuca" Antón.
Fue por Antón, a quien entrevisté durante ese juicio, que conocí a Menéndez.
Antón, "La Cucaracha", considera a Menéndez "un patriota".
Cara a cara con el diablo
Corría 2014. En el Tribunal de Córdoba, el sol daba de lleno en el pasillo, y las ventanas permanecían cerradas, de modo que, aunque era invierno, el clima era asfixiante. Le pregunté a Antón si Luciano Benjamín Menéndez estaba en el edificio.
?¿El general? ¡No! Viene siempre. Pobrecito, está en una sala porque anda mal de salud. Le toman la presión, le dan agua. Está aparte.
?¿No habla con ustedes?
?Sí, es un encanto. Un ca-ba-lle-ro. Vení que te lo voy a presentar.
Se puso de pie y me pidió que la acompañara. Recorrimos el pasillo y entramos en una de las salas. Allí, sentado en una silla, con las manos entrelazadas, encorvado, mirando el piso, el pelo blanco engominado, los zapatos marrones, el sobretodo negro con la escarapela argentina, estaba Luciano Benjamín Menéndez. Todo en él parecía hecho de fragilidad, hasta que levantó la cabeza y pude ver su mirada rabiosa, las bolsas debajo de los ojos caídos. Aunque le quitaron su rango militar, Antón lo saludó como si siguiera siendo el hombre feroz que manejaba a miles de hombres feroces.
Menéndez junto a Videla, en sus macabros días felices.
?¡General! Este muchacho es periodista y quería conocerlo. No es para menos, usted es una leyenda.
Menéndez intentó levantarse y emitió un quejido que intentó ser una sonrisa.
?Mi general, no se pare. Está bien -le dijo Antón.
Pero Menéndez se puso de pie y me dio la mano. Es una mano blanca, débil, lenta, llena de venas y manchas. Si la hubiera apretado con fuerza, siento que habría podido deshacerla.
En 1984, salió del programa de Neustadt y Grondona y sacó un cuchillo para atacar a quienes lo escracharon
?Esto es injusto. Me sacaron las ganas, la tranquilidad y el tiempo -dice Menéndez, haciendo un esfuerzo por hablar mientras Antón lo sostiene por el brazo?. Felizmente, Néstor Kirchner está muerto. Todos los días le pido a Dios que este gobierno se vaya antes de que me muera. Muchos se pondrían felices si me muero.
?General, no diga eso. Aunque es cierto que cuando murió Videla mucha gente festejó. Miserables -dice Antón.
Una mujer rubia y robusta, pariente de uno de los acusados, pasó y dijo:
?El general es el único prócer que nos queda. Es nuestro San Martín.
Secretos oscuros entre dos genocidas. Foto: DYN.
Menéndez sonríe, pero su sonrisa parece un gesto de dolor.
?Sé que voy a morir en la trinchera, como murió Videla. No lo extraño, porque los viejos nos endurecemos. Este país se parece a Venezuela y a Cuba. A eso nos llevaron los marxistas. Hay que reconocer que los peronistas son hábiles. Se odian, pero tienen la destreza de unirse y ganar siempre. No me gustan Scioli ni Massa ni Macri. Pero si tengo que elegir, me quedo con Macri. Es el mejor de los tres porque Massa y Scioli son peronistas.
"Felizmente, Néstor Kirchner está muerto
Antón lo ayudó a sentarse, le ofreció un vaso de agua y lo abrazó. Antes de irme, Menéndez me dio la mano y me dijo:
?Gracias, m'hijo, por la visita.
Nosotros salimos de la sala y volvimos al pasillo.
"Ahora inventaron lo del nieto de Carlotto para tapar los dramas del país (Mirta "Cuca" Antón)
?Él y Videla eran dos caballeros. En el anterior juicio no podía creer estar con ellos. Me sentía parte de una película. Videla era muy atento. Se paraba para saludarme. Una vez, me dijo: “A la única mujer que beso es a mi mujer, pero con usted haré la excepción”. Y me dio un beso en la mejilla. Mis hijos estaban orgullosos porque también pudieron saludarlo. No es común estar con un ex presidente con una humildad especial.
El represor, saludado por una mujer durante una recorrida. Foto: La Voz de Córdoba.
Nunca más vi a Antón, que fue condenada a perpetua. Pero siempre recuerdo ese encuentro oscuro.
Hasta el día de hoy, ningún represor se quebró y lo responsabilizó de dar las órdenes para desaparecer y matar. Según una nota de Adriana Meyer en Página/12, a Menéndez "le adjudican ser ideólogo del pacto de sangre: hacía participar de los secuestros y fusilamientos a todos los oficiales para que en el futuro no se dieran vuelta.
EL ALEGATO DEL GENOCIDA
Durante varios días me reproché mi pasividad ante Menéndez. ¿Debía enfrentarlo, insultarlo o desairarlo? Durante 10 años entrevisté a los peores asesinos de la historia criminal argentina, de Carlos Eduardo Robledo Puch, asesino de once personas, a Arquímedes Rafael Puccio, el siniestro secuestrador. Pero estar frente a Luciano Benjamín Menéndez fue meter los dedos en el enchufe, como si toda la maldad del universo estuviera condensada en ese cuerpo frágil que parecía a punto de romperse como un florero viejo.
En otros tiempos, ese hombre para nada arrepentido ordenaba torturar y matar. Ni siquiera permitía pensar o leer. En 1976 ordenó la quema de miles de libros. Entre los autores estaban García Márquez, Eduardo Galeano, Julio Cortázar, Marx, Trotsky, Osvaldo Bayer, Juan Domingo Perón, Saint-Exupery, Engels, Freud, Sartre, entre muchos otros.
Videla, antes de morir en un inodoro de Marcos Paz, al lado de su amigo Menéndez.
Una antigua creencia refiere que la última imagen de los asesinados queda impresa en las pupilas del asesino. En una época lejana había guardias que podían detectar al asesino a través de sus ojos.
Los ojos de Menéndez vieron torturar y fusilar a cientos de personas. No sólo ordenaba matar: le daba placer presentarse en los rituales asesinos. En la última condena en su contra le adjudicaron 52 homicidios, 260 secuestros y 656 casos de personas que fueron torturadas en las instalaciones de La Perla de Córdoba.
Como quedó dicho, para el genocida, la muerte de Kirchner fue una buena noticia. Ahora, la Corte le da otro motivo para celebrar: está en condiciones de pedir el 2X1.
Un rostro cargado de muerte / Foto: Atilio Orellana.
Los ojos caídos de Menéndez, esos ojos que cada vez están más cerca de cerrarse, estaban llenos de horror y muerte.